Desde que tenemos registro histórico, los humanos hemos sido, ya sea nómadas o sedentarios, una especie tribal. Uno viaja con su tribu, se identifica con ella y a la que, siendo como su casa, uno regresa. En ciertas ocasiones, también, por la tuya, luchas contra otras tribus.
Internet ha cambiado todo eso y es probable, que, en términos culturales, estemos ante un cambio de paradigma tan radical como cuando los anfibios salieron del agua: nuestras relaciones no son más solo personales. En un segundo, en cualquier lugar del planeta, uno puede conectarse con otra persona, amigo o desconocido. No más necesitamos, para interactuar, el calor, el olor o la cercanía.
Esto nos permite formar nuevas amistades, hacer nuevos enemigos y discutir con insistencia sobre algo que no lo hubiéramos sabido a menos que lo viéramos, como pasaba en los años 50, en los canales de la televisión en blanco y negro de las familias acomodadas.
En esos años, la gente tenía que trabajar mucho y no tenía tiempo para conversaciones ociosas, excepto tal vez en las calurosas tardes de verano, cuando la falta de aire acondicionado, nos obligaba a salir todos a la calle. Las guerras debían combatirse con tanques, pistolas y municiones reales. Nadie tenía, para destruir las tribus enemigas, drones o ataques cibernéticos. El cuerpo y su número era indispensable. Se ganaban las guerras por estrategia y por mejores armas, pero siempre por ejércitos numerosos. Ahora, las guerras pueden darse y ganarse sin la presencia de un solo cuerpo.
Podría continuar con más ejemplos, pero dejaré que el lector, si ya pasó la adolescencia, se recuerde de cuán diferentes eran antes las cosas. Éramos una especie analógica, no digital y de lento movimiento. De hecho, todavía lo somos, aunque ahora vivimos en un mundo digital. Es evidente que debemos cambiar, de hecho ya lo hemos hecho.
Ese teléfono celular omnipresente y visible en todo el mundo hasta en las manos de los sectores marginales y empobrecidos, se ha convertido en una extensión virtual de cada cerebro humano. Si bien se predice que pronto tendremos robots haciendo la mayor parte de nuestro trabajo y células miniatura incrustadas en nuestros cerebros y cuerpos, el hecho es que ya estamos en ello.
Google mismo ha cargado tanta información que ha hecho obsoleta la Enciclopedia Británica. Mis padres les tomó mucho dinero y tiempo ir adquiriendo, cada mes, partiendo de la A hasta la Z, un libro de la enciclopedia. Esto Google lo hace en segundos.
En muchos sistemas escolares, ya no enseñan caligrafía, ya que usamos el teclado para escribir todo, desde notas a novelas, como, en este momento, yo misma lo estoy haciendo.
En la medicina y en la psicoterapia, mi campo de especialización, podemos, por medio de Internet, hacer diagnósticos e intervenciones. Esto se ha convertido en una nueva disciplina en que la gente debe ser entrenada: no es lo mismo estar cara a cara que a distancia. De ahí que diagnosticar y recetar por Internet es el nuevo campo en boga. Se requiere, por ejemplo, aprender cómo mostrar, sin el cuerpo presente, empatía. También cómo hacer un cargo electrónico. Uno puede estar tomándose un café en Pekín y dar terapia a un cliente en Brooklyn,
Para una especie que le tomó unos millones de años bajar de los árboles, la transición rápida del cuerpo presente al ausente, no es ni será fácil. Aun los que son diestros en lo digital, la desaparición del cuerpo no estará libre de estrés.
No estamos hechos, como especie, para ser digitales o para realizar múltiples tareas simultáneas. La investigación demuestra que con más de una tarea, la eficiencia se reduce tanto que no implica mejor productividad. Para la gente mayor, el cambio es una tortura y por esto es que tenemos tantos chistes de la abuela que no entiende nada del Internet. Los niños, por el contrario, lo aprenden tan temprano que asusta y para ellos es lo mismo que hacerse bilingües.
De hecho, un niño de tres años llamado Diego fue quien me habilitó mi primer iPhone, él no tuvo ningún problema y su queja era que el teléfono era demasiado lento.
Eventualmente, van a desarrollar tarjetas sim que, con el fin de prescindir de los móviles, nos las insertarán en el cerebro. Con esto podremos desarrollar nuevas habilidades y curar viejas enfermedades.
Sí, ya nos hemos convertido en criaturas análogas y parcialmente digitales. Este es el próximo paso de la evolución y no se puede evitar. Esto continuará sin que nadie pueda evitarlo: así que prepárate de la forma más rápida que puedas.