Elusivas, turbias o porosas, las nubes son masas que según su densidad obstruyen o dispersan la luz visible. Pablo Accinelli juega con densidades variables que oscilan entre el peso pluma de un clip y el peso muerto de una bolsa de cemento. Muchas de sus obras están atravesadas por elementos naturales -partículas de polvo, moléculas de aire o de agua- que se deslizan en las cavidades de cada forma. Se establecen así relaciones internas y externas entre los materiales y su entorno, entre contenedores y contenidos, facilitadas por distintos conductos que penetran su trabajo. Más que cuerpos fragmentados, yacen aquí cuerpos perforados. La tensión sostenida entre elementos concretos y aquellos más volátiles nos remite a las teorías acerca del espacio positivo y negativo y nos abre algunas pistas para transitar la producción polivalente del artista.
Tras un pasaje estrecho delimitado por las paredes de la librería y las escaleras mecánicas se encuentra el subsuelo del museo. Lugar estanco, el sótano se asume como tal al albergar herramientas de limpieza, de construcción y de almacenamiento. Esta puesta en escena de cosas con funcionalidades alteradas genera un ecosistema semejante al de un sueño inducido que combina y permuta las reglas de juego. Al borde del uso, los objetos permanecen en un tiempo sin trabajo, en un no-hacer sosegado. Formas lentas que diseminadas en el espacio se asemejan a un set de filmación abandonado tal como lo describe Sigfried Kracauer en el ensayo Calico-World: “Una pesadilla sobre objetos introducida a la fuerza en el reino de lo corpóreo... Todo de una artificialidad garantizada y al mismo tiempo fiel a la naturaleza.” [Siegfried Kracauer, El ornamento y la masa]
La exposición “Nubes de paso” conlleva una resaca de la vida contemporánea. La experiencia que tenemos es inmediata y sin embargo perdura una sospecha de algo intangible. Se conjuga así un equilibro entre cuerpo y mente a través de distintos estados de la materia, desde fases gaseosas o liquidas a formas más sólidas. Los títulos de las obras, Duración interna/externa o Relación interna/externa, aluden a una investigación hermética y responden a un léxico establecido por el artista para pensar cada pieza como un sistema que, repetido en el espacio, dibuja un paisaje mental. Este instrumento desplegable hasta el infinito mide, como sugiere el título de la muestra, la temperatura de un momento opaco e incierto.
(Florencia Cherñajovsky)