No basta con seguir a diario el precio del cobre para estimar cómo evolucionará la economía, los aportes al fisco, las inversiones y el crecimiento de Chile. Esa es una mirada parcial. El resultado futuro dependerá de varias políticas mineras y metalúrgicas que diversifiquen y eleven el valor agregado.
La minería chilena encara un riesgo por alza de costos, por exigencias crecientes de sustentabilidad ambiental y por el distanciamiento en la cadena productiva de clientes y consumidores finales, donde ocurren las innovaciones que demandarán más cobre y otros minerales y aleaciones.
Las fundiciones son un ejemplo de esta declinación. Chile exporta el 65% de su producción de cobre como cobre refinado, el resto como concentrado (alrededor de 30% de cobre fino). Pero ese 65% declinará rápido si no se adoptan nuevas decisiones. En la próxima década la exportación de cátodos (cobre refinado) podría caer por debajo del 40%. La presencia chilena en el mercado mundial del cobre refinado ya bajó del 15% al 8% y podría llegar apenas al 5%.
¿Por qué? Una razón es la preferencia de las empresas mineras por exportar concentrados y venderlos a quienes poseen alta capacidad de fundición, especialmente a China. Y también porque los costos promedio de las actuales fundiciones chilenas, en particular la de Chuquicamata, son de los más altos del mundo. De hecho, 23 países poseen fundiciones de cobre, y todos obtienen resultados positivos, salvo Chile.
Sería un gran error que nuestro país cediese ante los intereses de las empresas mineras extranjeras, y abandonase sus refinerías. La fundición en Chile es un buen negocio. Para el país, exportar concentrados implica altos costos en fletes, se pierde la recuperación de subproductos y se sufren penalidades por impurezas (arsénico). Exportar cátodos es mejor.
Las fundiciones son importantes para desarrollar una industria metalúrgica moderna, que introduzca procesos innovadores en condiciones de explotar recursos mineros de menor ley y con impurezas, y para recuperar subproductos que hoy se regalan. Al acercarnos a los consumidores finales podríamos anticipar la demanda de nuevos materiales y aleaciones y aprovechar a tiempo las nuevas oportunidades.
Una fundición bien gestionada es rentable. La cuestión es revertir la mala gestión. Las condiciones futuras del mercado mundial le otorgan a las fundiciones y procesadoras instaladas en Chile una gran ventaja.
El déficit de procesamiento está principalmente en las empresas extranjeras. La meta del país es que terceros, no necesariamente mineros, procesen una mayor fracción. El negocio de una fundición, de por sí muy competitivo, y una causa de la ineficiencia y desinterés ocurre cuando las fundiciones forman parte de la operación minera, lo que ha frenado su desarrollo y modernización. En el caso de Codelco, que ha invertido cerca de 2.000 millones de dólares para adecuarse a la nueva normativa ambiental, su tarea fundamental es rentabilizar esa gran inversión, lo que requiere separar la fundición de la actividad minera.
Razones estratégicas obligan a Chile, tan expuesto a las oscilaciones del precio del cobre, a diversificar mercados y productos, transformar los concentrados en cátodos y producir subproductos que complementen el cobre. Hacerlo requiere una política de inversión en Codelco, incentivos al desarrollo de fundiciones independientes, y señales, claras a las empresas internacionales con sanciones y estímulos que las induzcan a ejecutar programas que eleven progresivamente la exportación de cobre refinado. Podemos elevar la actual exportación en forma de cátodos (99,9% de cobre fino) en 2030, si se actúa ya.
Artículo escrito por Sergio Bitar e Iván Valenzuela (director de Cesco)