Filósofo panteísta y racionalista holandés, de ideas liberales y democráticas en el siglo de la consolidación de las monarquías absolutas. Goethe se define a sí mismo como «discípulo apasionado de Spinoza».
Hijo de judíos sefarditas oriundos de España primero y de Portugal después, quienes finalmente llegaron a Holanda huyendo de las persecuciones religiosas. Crece en el seno de una familia de comerciantes acomodados. Nace en Ámsterdam el 24 de noviembre de 1632, el mismo año en que naciera el filósofo John Locke, considerado el padre del liberalismo.
En 1639 ingresa en la escuela de Talmud y Torá, en donde aprende hebreo y español. En general recibió una formación de judío ortodoxo. Menasech ben Israel le inicia en la Cábala y el exjesuita Francisco Van Den Enden le enseña latín, escolasticismo y probablemente racionalismo.
Recibe la influencia de Renato Descartes, fundador del racionalismo, de Thomas Hobbes, el teórico del absolutismo y por círculos de librepensadores se alejó del judaísmo ortodoxo y entra en conflicto con la comunidad hebrea en la que su padre era un líder.
Goza de la amistad de Johan de Witt, en su momento jefe de estado con tendencias democráticas y liberales. La circulación y lectura de sus obras cuentan con la desaprobación de la Iglesia Católica, quien las prohíbe, así como por el Consistorio Calvinista. Al morir su padre se aleja de los ritos religiosos judíos y expone doctrinas no ortodoxas.
El 27 de julio de 1656 se le expulsa oficialmente de la sinagoga debido a lo que los rabinos denominaron «espantosas herejías que enseña y pone en práctica». No asiste a la ceremonia en la que se le excomulga con la siguiente sentencia:
«Según el juicio de los ángeles y de los santos, excomulgamos, maldecimos y separamos a Baruch de Spinoza, con el consentimiento de Dios bendito y con el de toda la comunidad».
Spinoza redacta una Defensa o apología contra el dictamen que tal parece fue incinerada en 1677. A partir de ese hecho, se gana la vida puliendo lentes mientras escribe su obra. Renuncia a una cátedra en Heidelberg a fin de mantener su libertad intelectual. Rechaza la pensión que le ofrece Luis XIV a cambio de que le dedicara una obra. Aunque no se liga a ninguna escuela, algunos críticos lo ubican como un gran racionalista y en política como un precursor del ginebrino Juan Jacobo Rousseau. Muchos lo han considerado ateo, pero yo lo veo más bien como panteísta, aunque en todo caso no creyente en un Dios personal. El mismo Spinoza rechazó ser ateo y dijo solamente oponerse a la idea de un Dios antropomórfico.
Su obra cumbre es La Ética demostrada según el orden geométrico en la que sostiene que el universo es idéntico a Dios, un texto que muestra una gran inteligencia y también un uso sistemático de la razón. Para el filósofo Leibniz, la obra de Spinoza es un cartesianismo desbordado.
En 1670 aparece anónimo su Tratado Teológico-Político. Y en 1679 se incluye dicha obra en el Índex. En 1678 el Consistorio Calvinista condena la publicación de todas sus obras y el Gobierno holandés prohíbe la circulación. Ya para 1699 se incluyen en el Índex todos sus escritos. Su Tratado Político quedó inconcluso y fue publicado como obra póstuma.
Independientemente de sus tesis éticas y sus creencias teológicas que son discutibles, podemos afirmar que, en cuanto a sus ideas políticas, fue, sin duda, un precursor de la república democrática, liberal y tolerante. Spinoza fue entonces un «heresiarca» tanto para su comunidad judía de Ámsterdam como para los cristianos católicos y calvinistas.
Pero en cuanto a sus ideas sociales y políticas Spinoza se refiere a la supuesta existencia de «un estado natural» en que los individuos disfrutan del «derecho natural». Luego esos individuos suscriben un «pacto común» por medio del cual establecen una sociedad transfiriendo su poder y su derecho natural en favor de la «mayoría» de la sociedad. Para el filósofo esta forma de gobierno de la mayoría es «la más natural y la más propia a la libertad que la naturaleza da a los hombres». (Baruch Spinoza, Tratado Teológico/Político, Editorial Porrúa S.A. México, 1977, Pág. 361)
Justifica y defiende de ese modo a la democracia como mejor sistema de gobierno y la define como Asamblea General que posee comunalmente su derecho soberano sobre todo lo que cae en la esfera de su poder (obra citada, pág.360) Aquí se anuncian los conceptos de soberanía popular y voluntad general de Rousseau.
En la mejor línea del racionalismo cartesiano, el autor entiende a los seres humanos como seres racionales con derechos naturales capaces de fundar sociedades democráticas por medio de un pacto común que transfiere el poder de los individuos a la mayoría del pueblo. De esta manera se nos revela como uno de los demócratas más tempranos de la historia moderna.
Su idea de un pacto común parece provenir de Thomas Hobbes, a quien leyó, aunque su adhesión al derecho natural tiene antecedentes en los estoicos griegos y su opción por la democracia tiene sus raíces probablemente en los griegos antiguos.
Además de justificar y promover la democracia como sistema de gobierno lo cual era inusitado, provocador y de alto riesgo en la Europa de 1670, Spinoza remata su Tratado Teológico-Político con un capítulo en el que se establece que
«en un Estado libre cada cual tiene el derecho de pensar lo que quiere y de decir lo que piensa»,
un axioma a favor de la libertad de pensamiento y de expresión propio de los círculos de librepensadores que frecuentó (obra citada, pág. 395)
Para el filósofo holandés entonces el fin último del estado no es dominar a los seres humanos, retenerles por el temor y someterles a la voluntad ajena, sino todo lo contrario permitir a cada uno, en tanto sea posible, vivir en seguridad, es decir, conservar intacto el derecho natural que tiene de vivir sin perjuicio suyo ni de los demás. No, el estado no tiene por fin transformar a los hombres de seres racionales en animales o autómatas sino hacer de modo que los ciudadanos desarrollen en seguridad su cuerpo y su espíritu, hagan libremente uso de su razón, no se profesen odio, furor y astucia, y no se miren injustamente con ojos celosos. El fin del estado es, pues, verdaderamente la libertad (obra citada, pág. 396). En resumen que el valor supremo al cual debe servir el estado es la libertad, con lo cual Spinoza se puede ubicar entre los precursores de una sociedad libre.
Del siguiente modo se pueden resumir sus ideas sobre la libertad de pensamiento:
- Que es imposible privar a los hombres de la libertad de decir lo que piensan.
- Que sin atentar al derecho y a la autoridad de los soberanos esta libertad puede concederse a cada ciudadano, siempre que de ella no se aproveche para introducir alguna innovación en el Estado o para cometer alguna acción contraria a las leyes establecidas.
- Que cada cual puede gozar de esta misma libertad sin turbar la tranquilidad del Estado y sin que de ello resulten inconvenientes cuya represión no sea fácil.
- Que cada cual puede disfrutar de ella sin atentar a la piedad.
- Que las leyes que conciernen a las cosas de pura especulación son perfectamente inútiles. Y,
- Que no solamente esta libertad puede conciliarse con la tranquilidad del Estado, con la piedad y con los derechos de la soberanía, sino que es necesaria a su conservación.
Por ello concluyo que nada hay más seguro al Estado como «permitir pensar y expresar libremente el pensamiento» (obra citada, pág. 401).
Sin embargo, vale la pena aclarar que en su Tratado Político escrito en 1677 después del fracaso en Holanda del régimen liberal de los hermanos De Witt y publicado inconcluso como obra póstuma, el autor promueve lo que llama una democracia absoluta, pero a la vez define que el fin del Estado es la paz y la seguridad de la vida, con un regreso a ideas más afines a las de Thomas Hobbes.
Más aún en su fervorosa adhesión a la República democrática y libre no se ha olvidado de la justicia. Siguiendo posiblemente los mensajes de los profetas de la Torá a quienes estudió en su infancia y juventud, entiende que ser libre es seguir en la conducta las leyes de la justicia (obra citada, pág. 361). En su República libre ha de existir entonces la justicia entendida como la firme resolución de dar a cada uno lo que le es dado.
La injusticia, por el contrario, agrega, consiste en quitar a alguno, bajo pretexto del derecho, lo que debe darse según una interpretación legítima de las leyes (Obra citada, pág. 362).
Educado en la Torá, conocida por los cristianos como el Antiguo Testamento, y también en el Talmud, Spinoza valora la justicia y la ley y sobre todo la justicia dentro de la ley. Esta valoración del imperio de la ley que proviene tanto de los rabinos como de los griegos tales como Aristóteles, constituye otro de los grandes pilares de la democracia y del liberalismo. En resumen, el autor valora tanto la libertad como la justicia, ambas bajo el imperio de la ley, es decir en lo que hoy entenderíamos como un estado de derecho. En su Tratado Político sentenció:
«Las leyes son el alma del Estado».
En materia religiosa Spinoza nota que existen diferencias entre las tres grandes religiones monoteístas, pero a la vez afirmó que el judaísmo, el islamismo y el cristianismo tienen un sustrato común: 1. Dios existe. 2. Es único. 3. Es omnipotente y omnisciente. 4. Es misericordioso. 5. Impregna todo. 6. Reclama como culto justicia, caridad y amor al prójimo y 7. Solo la obediencia a Dios salva.
En cuanto al Estado, no debe intervenir en la conciencia religiosa y debe tolerar las creencias religiosas de cada cual. Para alguien que sufrió la exclusión, la condenación, la persecución y la intolerancia religiosa este fue un tema esencial. Sobre tal punto citó a la ciudad de Ámsterdam como ejemplo de prosperidad creciente, libertad y tolerancia religiosa entre las diferentes religiones y sectas (obra citada. Cit. Pág. 400).
Fallece en La Haya el 21 de febrero de 1677. Algunos han sugerido suicidio, pero los más suponen que muere tras una larga convalecencia debida a la tuberculosis. Sus amigos reunieron su obra y la publicaron. Pero durante un siglo su obra se ignora por completo.