Los lazos económicos, políticos y militares que se desarrollan entre Irán, China y Rusia forman un triangulo emergente de poder que desequilibran peligrosamente el tablero mundial hacia Eurasia. Es fácil deducir por qué Trump defiende con tanta perfección a su colega Putin, no le queda otra opción. La política exterior de EEUU ha dejado de ser imperialista, ya no puede serlo, mucha prudencia y estrategia es lo que está demostrando el presidente de los norteamericanos. Creo que el flequillo rubio no le quita visión al señor Trump, aunque pensemos lo contrario.
La estrategia geopolítica de EEUU ha virado forzosamente. Aquí tenemos la explicación de la suspensión de los aranceles contra Pekín hace escasamente un mes, la temida guerra comercial entre las dos grandes economías del mundo ha quedado aparcada. Y seguimos virando para ver como Trump se sienta a tomar té y pastas con Corea del Norte, no es casualidad que China sea el primer socio comercial de Pyongyang.
Esto podría ser lo que llamamos tomar oxigeno por parte de EEUU para afrontar la cooperación entre los tres Estados pivotes del corazón euroasiático. Rusia y China se han acercado progresivamente a Irán en los últimos cinco años. En noviembre de 2017, en Teherán, el ministro chino de Defensa y el presidente iraní firmaron un acuerdo para crear una formación militar bilateral y se cerró un acuerdo de cooperación en cuestiones de seguridad regional, y de terrorismo. Por su parte China se comprometió en el conflicto sirio uniéndose directamente a Rusia e Irán, dando respuesta a la demanda del gobierno del presidente Bashar Al-Assad.
El programa de Rusia es tan fuerte con Irán que intercambian armas y tanques T-90 con la misma alegría que los niños intercambian cromos. El presidente ruso, que lleva ya en el poder dieciocho años y al que aún restan al menos otros seis, no solo quiere recuperar el espacio del viejo imperio soviético, con diferencia es el estratega más virtuoso del siglo XX y XXI. Los líderes como Vladimir Putin se perpetúan en el poder autocrático usando la nostalgia de imperio, y eso es lo más significativo para que el ojo que todo lo ve deje de estar sobre EEUU y se fije durante el presente siglo en Eurasia.
Rusia y el presidente chino, Xi Jinping, colaboran en un enorme proyecto de infraestructuras por valor de incontables millones de dólares desde hace varios años para enlazar los mercados emergentes de Asia central a Irán, y potencialmente a Turquía, gracias a una red de trenes de alta velocidad e infraestructuras portuarias conectadas. De hecho, Irán y China ya están unidos por la línea ferroviaria Transnational Rail Corridor que va desde Turkmenistán a Kazajstán.
A pesar de las duras sanciones de EEUU y la UE contra Irán, el comercio chino-iraní ha crecido de tal forma que los intercambios comerciales que se esperan para los próximos diez años llegarán a 600.000 millones de dólares. El proyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda Económica, es un brillante proyecto geopolítico, económico, militar y cultural. Los países miembros estarán mucho más protegidos contra el poder naval de los EEUU, que puede bloquear el comercio marítimo de mercancías vitales procedentes de Europa o de Medio Oriente, y que deben atravesar el estrecho de Malaca, patrullado por EEUU.
La manera en que EEUU gestione Eurasia es decisiva en el tablero de ajedrez. El control de Eurasia supondría casi automáticamente la subordinación de África, haciendo el hemisferio occidental geopolíticamente periféricos al continente central del mundo. Un 75% de la población mundial vive en Eurasia, y la mayor parte de la riqueza física mundial está también allí, tanto en sus empresas como bajo su suelo. Eurasia representa alrededor de las tres cuartas partes de los recursos energéticos mundiales.
Desde el año pasado Moscú y Teherán se ha comprometido en discusiones sobre la construcción de un canal marítimo que una el Mar Caspio con el Golfo Pérsico a través de Irán. Rusia, Azerbaiyán e Irán también han aceptado acelerar las conversaciones sobre un corredor de transporte Norte-Sur, que en parte iría a lo largo de la costa occidental del Mar Caspio desde Rusia hacia Irán, a través de Azerbaiyán. Ese corredor Norte-Sur, una vez terminado, reducirá el tiempo de transporte desde India a Asia Central y Rusia, ahora de unos cuarenta días para unir Mumbai, en la India, con Moscú, en catorce días, sin pasar por el congestionado y costoso Canal de Suez.
Por todos los puntos que recorramos en Eurasia, por primera vez desde la original Ruta de la Seda, hace más de 2.000 años, se construye un nuevo espacio económico. Si el gobierno turco se une sin reservas a este proyecto, el potencial de la transformación euroasiática sería enorme.
Así que los EEUU tienen poco que hacer y debe de empezar a reconocer que es el único porvenir para que no caigan en una depresión económica.
Me alivia saber que volvemos a tener zares y recuperamos los grandes imperios, por aquello de la nostalgia, pero si levanto los ojos y miro a largo plazo ¿será Europa la moneda de cambio entre EEUU y Eurasia? No me gusta nada esa idea.