Partimos de que la violación no está tipificada en el código penal como delito. Partimos de que la violación se denomina «agresión sexual» y la fina línea que la separa del «abuso» acaba rompiendo la vida de la víctima. Ha salido la retrasada sentencia del denominado caso La Manada en la que los jueces han considerado que penetrar más de 10 veces a una chica de 18 años, por todos los agujeros de su cuerpo, simultáneamente entre cinco hombres bastante mayores que ella no fue una violación, es decir, no fue una agresión. Fue un abuso, porque los jueces no han podido apreciar, en el asqueroso vídeo que los energúmenos grabaron de su atrocidad, resistencia por parte de la joven. Hace unos días, conocíamos que una chica en Zamora moría apedreada por tratar de escapar de su violador. A lo mejor es que la chica violada en Pamplona también tenía que acabar muerta, para que los jueces pudiesen apreciar la violencia del asunto, digo…
Pero, según los jueces, no la violaron, sólo abusaron de ella por su superioridad física y numérica, por la inocencia de una niña que pensaba estaba con hombres de verdad que la acompañaban y no con cobardes depredadores sexuales que la agredirían. Sólo la humillaron, la vejaron, la violaron, le robaron el móvil y la dejaron tirada. Cuando te lo pasas tan bien como se ha intentado defender en el juicio, lo normal es que acabes llorando en un banco y poniendo una denuncia. Sí, claro.
El juicio en Pamplona se celebró teñido por la indignación de ver juzgada a la víctima en lugar de a sus violadores. Y la sentencia ha sido tan defraudadora como esperábamos: 9 años por abuso y no los 22 que se solicitaban por agresión/violación. Con la particularidad del voto individual de uno de los jueces que pide la absolución de los condenados por entender que no hubo delito alguno y que fueron relaciones consentidas entre seis adultos (y esperad, que no se puede descartar que acaben absolviéndolos). Es lo normal, ¿no? ¿Quién de vosotras no se ha montado una orgía con cinco tipejos mayores y desagradables, que os han tratado como un simple objeto donde meterla, para celebrar la mayoría de edad? Es un rito de iniciación habitual, según este juez.
A todo esto hay que añadir que dos de los acusados son guardia civil y militar, que continúan cobrando el 75% de su sueldo público y que es más que probable que no sean apartados de sus puestos cuando cumplan los dos o tres años que pasarán, en realidad, en prisión. Como Diego Yllanes que, sin que hayan pasado todavía diez años después de que violara y asesinara a Nagore Laffage en las fiestas de San Fermín de 2008, ya está en la calle, asesorando en una clínica de Madrid como psiquiatra. No, no es un esperpento, no es ficción, es real. Es España. Nada como pertenecer a una de las estructuras de poder… si estás dentro de las eclesiásticas, de las económicas, de las políticas o de los cuerpos de ¿seguridad?… tus vilezas quedarán impunes. Es para sentirse segura y protegida como ciudadana, ¿verdad?
A todo esto hay que añadir que cuatro de los miembros de «la manada» están siendo juzgados por otro caso de agresión en Andalucía. Drogaron a una chica, la dejaron inconsciente, abusaron de ella entre los cuatro y, cuando despertó y se negó a continuar con lo que le estaban haciendo, la tiraron, medio desnuda y magullada, del coche. Pero los tribunales no ven un modus operandi recurrente en la actuación de estos bastardos.
Según la Audiencia de Navarra a esta chica del mediático caso de San Fermín 2016 no la violaron. Según uno de los jueces, la chica no estaba en shock, sino que disfrutaba de ser tratada como una muñeca hinchable y por eso no movió un músculo. Qué asco, de verdad. Ojalá el problema fuera de un juez particular, pero las sentencias que salen en casos de violencia machista a lo largo y ancho del país indican que es algo estructuralmente profundo, y peligroso para nosotras. Sí, para nosotras, que somos las que morimos de cincuenta en cincuenta cada año y las que somos violadas cada ocho horas en un país como España.
En Barcelona, un tío que llevaba años realizando tocamientos a su sobrina menor de edad y terminó penetrándola sin su consentimiento tampoco ha sido declarado culpable de agresión, sólo de abuso. También en España, la Audiencia de Cantabria no dictó sentencia de agresión en el caso de la violación de una niña de cinco años por parte de su vecino porque la niña «no opuso resistencia». No es broma, es la justicia de España. Y cientos de casos como éstos, que suceden en los tribunales españoles desde hace décadas, van mermando inexorablemente la libertad individual y sexual de la mujer, que tiene que pelearla hasta la muerte.
Hay un artículo muy interesante de Ana I Bernal Triviño en Público donde recoge estos casos.
El mensaje que las estructuras de poder mandan a las mujeres es alto y claro: «esperad sentadas a que vuestras vidas nos importen lo mismo que la de los machos alfa de la sociedad».
¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo tenemos que seguir muriendo para que oponer resistencia no sea la única forma de demostrar nuestra disconformidad ante el atentado que llevan a cabo con nuestros cuerpos y con nuestras mentes? ¿Hasta cuándo va a durar esta realidad violenta y patriarcal que nos trata como accesorios? ¿Hasta cuándo vamos a permitir que absorban nuestras libertades y derechos, que acaben con nuestras vidas?