Buscar una vivienda no es tarea fácil. En ella conviven las expectativas de uno –número de habitación, luminosidad, espacio, etc.- con la economía personal; dos puntos que, casi siempre –para no decir siempre- no van de la mano. Por esto, uno antes de decidirse debe mirar y remirar y no precipitarse en la decisión a no ser que lo tenga muy claro o sienta un flechazo con el piso nada más verlo.
La primera de las elecciones es si la vivienda se adquiere como propiedad o, por lo contrario, se prefiere de alquiler. Como todo en la vida, sea cual sea la elección tiene sus pros y sus contras.
Si es de propiedad, las obras y las reformas están al orden del día – ya gran parte de esta tipo de viviendas se adquieren con la intención de remodelarlo. Unos detalles que permitirán ajustarlo a la distribución que uno quiere y dar esa personalización exclusiva para dejarlo todo a su gusto. Unas modificaciones que le permitirán sentirse como en casa.
Por contra, ser propietario de una vivienda no es coser y cantar; ella lleva implícitos unos cargos, como la hipoteca, las actas notariales o la comunidad, que no siempre son fáciles de lidiar.
Si uno se decide por una vivienda de alquiler, el piso es el que es y uno se adapta a lo que hay, tanto en la distribución como a los muebles (en caso que sea mueblado). Aunque todo se ajuste más a o menos a sus gustos, el piso, evidentemente es más impersonal, que no quiere decir que se pueda reajustar y decorar -en la medida de lo posible- con lo que le gusta y darle un toque más personalizado a la vivienda para hacérsela suya. Por otro lado, cualquier problema que haya –por pequeño que sea- ya sea en el propio piso o la comunidad se tiene un respaldo, ya que debe responder el propietario y no los inquilinos –siempre y que no sea derivado de un mal uso de él.
Otras de las elecciones, y que también suele llevar dolor de cabeza, es seleccionar la zona: centro, localidades cercanas, etc. Muy pocas veces se encuentra el piso que a uno le gusta en la zona que uno quiere y, como siempre, uno debe valorar que es lo que más le conviene.
Dos puntos previos que, si es una sola persona la que busca piso, la solución puede ser un poco más sencilla, ya que sólo se deberá adaptar a los gusto de uno, mientras que si son dos, la cosa es un poco más complicado y se debe ceder en algunas cosas para recibir en otras.
Una vez con el piso en mano, empieza la odisea del interior. Si no es amueblado, la búsqueda de los muebles, su adaptación o la colocación de ellos es ya toda una aventura. Su elección ya es un tira y afloja, sea una o más persona, como mínimo con el dinero.
Por último llega el momento de las pertenencias personales. Los primeros días, incluso meses, se van haciendo cambios continuos para encontrar el sitio más idóneo y práctico. Además, es en este momento, la ocasión perfecta para realizar la una limpieza de lo que ya no usas o no te pones.
Unos meses de estrés, nervios y de ir arriba y abajo, pero que terminan con la satisfacción de ver como uno se encuentra como en casa.
¡Feliz mudanza y buen estreno!