Terrorismo sí,
terrorismo no,
terrorismo eres
porque digo yo….#AltsasukoakASKE
El pasado 20 de abril, ETA, que desde 2011, cuando anunció su alto al fuego definitivo, no ha vuelto a cometer atentado alguno, publicó un comunicado en el que anunciaba su cese definitivo y disolución en los próximos días. Ah, sí. También pedía perdón por el daño que su actividad terrorista ha causado en su medio siglo de actuación. Pide disculpas y dice que lo siente «de veras». Estos pasos hacia delante, hacia la resolución de un conflicto armado y social, hacia la paz, no se han dado solos, sino gracias a mediadores internacionales que participaron en procesos como el del IRA, en Irlanda. Estos pasos hacia delante, hacia el fin definitivo de la violencia, no se han dado gracias a la mediación de la política española.
Pero una vez más, la política española aparece en escena para aportar el toque absurdo, esperpéntico incluso, a la obra. Los que se autodenominan demócratas pero encarcelan a titiriteros, raperos, twitteros y demás no ven el lado positivo en el anuncio de ETA, se centran en la «distinción» de víctimas que dicen hace la organización y que según su ética y moral, probada y demostrada en casos como el del máster perdido de Cifuentes o la caja B del Partido Popular y M. Rajoy como perceptor de sobres… no se debería hacer. Dicen, los mismos que no quieren abrir las miles de fosas con republicanos muertos a manos de los franquistas que todavía quedan en las cunetas de España, que todas las víctimas son iguales… menos si hablamos de la Guerra Civil y el Franquismo, la etapa más negra y sangrienta de la historia española reciente. Aquí sí se distinguen víctimas: los que estuvieron a favor de la dictadura mantienen sus mausoleos y los que lucharon contra ella siguen bajo tierra, en fosas comunes, sin ser localizados por sus familiares casi un siglo después. En cuatro décadas de presunta democracia, ¿cuántos pasos políticos se han dado para que todas las víctimas de la dictadura y de la guerra descansen en paz?
Quizás el «lo siento de veras» de ETA no sea suficiente, es evidente que un lo siento no borra el daño causado, pero nadie podrá negar que es más que nada. Por lo menos, es un intento de pedir disculpas a la sociedad y supone cierta autocrítica. ¿Para cuándo veremos un perdón del otro lado? No nos dejemos engañar por la palabrería de los medios al servicio del Gobierno, porque siempre ha habido lados y, dado el cariz que están tomando las cosas, los seguirá habiendo. A la vista está con lo ocurrido en Altsasu, Navarra.
Un grupo de jóvenes se enfrenta a penas desproporcionadas de prisión porque se les considera terroristas, terroristas por un altercado a las 5 de la mañana con dos guardias civiles fuera de servicio en un contexto de fiesta y que se resume en cuatro empujones y un tobillo fracturado. Algunos de los jóvenes sentados en el banquillo aseguran no haber participado en la bronca, pero todas sus pruebas y testigos han sido denegadas en la fase de instrucción. No se han admitido declaraciones tan importantes como la de los bomberos que atendieron al único «herido» (el del tobillo) o se han modificado testimonios como el del propietario del bar donde supuestamente se iniciaron los hechos, señalando el testigo en la sala que su firma no se encontraba en la declaración que le estaban haciendo leer y que él no había dicho muchas de las cosas que aparecían en esa copia. Curioso, ¿verdad? Curiosa también la identificación que se hizo de los acusados, a través de un fichero (y no por rueda de reconocimiento) donde estaban «fichados» algunos de los acusados por participar en manifestaciones de movimientos como Alde Hemendik (Fuera de aquí).
Tal vez sea difícil comprender la existencia de estos movimientos fuera de Euskadi, pero no lo es tanto en una región donde triplicamos el número de policías, de uno u otro color, por cabeza -a pesar de que no existe ya conflicto armado alguno- en relación al resto del Estado (ni Catalunya con el 1O y su despliegue de fuerzas españolas en el barco de Piolín consiguió equiparar este ratio). Este ratio implica su consiguiente desembolso de euros a los que por aquí vivimos, pues sólo por la proporción de polis por ciudadano nos tocan multas a degüello. Si estar harto de que te sangren a multas o te registren el coche cada día al volver de trabajar es terrorismo, apaga y vámonos.
Pero por terrorismo están siendo juzgados estos chavales en la Audiencia Nacional -por una jueza casada con un coronel de la Guardia Civil, para acabar de asegurar las «garantías» de los acusados- y se enfrentan a pasar su vida en la cárcel por una fractura en el tobillo de la que a lo mejor ni siquiera son responsables, pues hay testigos que los sitúan en otro lugar en el momento de los hechos. Mientras esto pasa en Altsasu, Navarra, leemos sentencias absolutorias a grupos organizados y violentos de extrema-derecha que se dedican a dar palizas por el país a inmigrantes, homosexuales o a cualquiera que muestre un pensamiento diferente y resultan impunes.
¿Serán la política y la justicia españolas capaces de dar marcha atrás en este proceso sin sentido, desproporcionado, que amenaza con destruir la vida de ocho chavales y sus respectivas familias? ¿Serán capaces de dejar a un lado el odio, ese que tanto achacan a los demás, para juzgar los hechos por lo que son y no por ese terrorismo con el que han empezado a denominar todo lo que no huele a su bandera? ¿Serán capaces de pedir perdón a esos jóvenes, especialmente a los tres que llevan casi dos años en prisión preventiva, por lo traumática de la situación que su anquilosada ideología les está haciendo sufrir? ¿Serán capaces de atender la súplica de los 50.000 que nos reunimos en Iruña para solicitar un juicio justo y que devuelvan el caso a los juzgados de Navarra, de donde nunca debió haber salido? Por desgracia, no tengo muchas esperanzas. Aún queda un largo recorrido en las instituciones españolas para alcanzar esa democracia que tanto mencionan y tan poco conocen. #AltsasukoakASKE