«Los ticos son, por suerte, como las mulas de noche en los malos caminos, que parece que huelen los precipicios. Los va salvando el instinto. Desconfiados, nunca se precipitan; calculadores, miden despacio las posibilidades: disimulados y cazurros, conocen bien el camino de su casa. Los costarricenses poco a poco van rumiando las cosas y adoptando lo que les conviene y apartando lo que no entienden muy bien o en lo que olfatean peligro».
(Ricardo Jiménez Oreamuno, Presidente de Costa Rica 1910-14, 1924-28, 1932-36)
¿Por qué es esta noche diferente a las demás? La pregunta de la Pascua Judía se puede hacer para las elecciones en Costa Rica en que el triunfo sobre el fundamentalismo ha sido aplastante. Nadie lo esperaba. Las encuestas todas predecían un triunfo del candidato evangélico, Fabricio Alvarado. La gente no estaba del todo contenta con el candidato oficialista, Carlos Alvarado, porque su partido está teñido de corrupción y porque el actual mandatario, Luis Guillermo Solís, es impopular y arrogante. Pero, como pasó con Donald Trump, miles no querían hacer saber que votarían por él y estos se manifestarían como indecisos, que no votarían o hasta que apoyarían al candidato evangélico.
La elección en Costa Rica terminó poniendo a los votantes a escoger entre aceptar la consulta de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de que se debe legislar a favor del matrimonio gay o rechazarla. Todo lo demás pasó a un segundo plano. He aquí el por qué esta elección es diferente de todas las demás en América Latina. Y tiene que ver en la forma en que Costa Rica terminará aceptando el matrimonio gay.
El libro sobre la política del matrimonio gay en América Latina de Jordi Díez (The Politics of Gay Marriage in Latin America: Argentina, Chile and Mexico) hace un buen estudio de cómo las organizaciones LGBTI pudieron ir ganando apoyo hasta alcanzar la aprobación del matrimonio. Sin embargo, el autor se olvida de un factor clave. En España, Argentina, Uruguay, Brasil o México, se logró en gran parte porque experimentaron dictaduras y violaciones de los derechos humanos. La Iglesia Católica fue socia de las dictaduras militares y el apoyo a los derechos de la comunidad diversa tuvo mucho que ver con esto. Aunque los activistas LGBTI en esos países se adjudican un papel primordial, la verdad es que en ninguno de estos existe una organización lo suficiente fuerte como la de Estados Unidos para, por sí sola, haberlo logrado. Y esta última solo pudo ganar la partida con la ayuda de la Corte Suprema. Así que ha sido el anticlericalismo en América Latina el gran aliado.
Pero en Costa Rica la cosa ha sido diferente. Siendo la democracia más antigua de América Latina y careciendo de un Ejército desde 1948, la Iglesia Católica no tiene una historia de colaborar con los ejércitos y las dictaduras. Era de esperar, por la oposición de esta al matrimonio, entonces, que la legislación en pro de la comunidad GLBTI estaría en la cola de un venado. Sin embargo, se dio un fenómeno particular. La lucha en contra del matrimonio gay fue liderada por un evangélico, un pastor y un líder de la comunidad cristiana fundamentalista. Su esposa habla en lenguas y dialoga con el Espíritu Santo. Su asesor espiritual ha condenado a la Virgen de los Ángeles, patrona de Costa Rica y algunos de sus seguidores llegaron a pedir públicamente la muerte de los homosexuales. Ante esta situación, el pueblo católico (no la Iglesia que apoyó solapadamente al evangélico) tuvo dos opciones: votar por el fundamentalismo o hacerlo por los derechos humanos, con el pleno conocimiento de que esto implicaría la aceptación del matrimonio gay. Y entonces el voto católico optó por unirse al gran bloque progresista de Costa Rica y lo hizo de tal manera que la derrota fue avasalladora.
Podemos concluir que en este país centroamericano, el voto por el matrimonio gay estuvo en las manos de los católicos y no de sus adversarios como en los otros países.