El modus operandi de los periodistas ha cambiado notoriamente durante los últimos años, gracias a las nuevas tecnologías y a la aparición de redes sociales, como Facebook o Twitter. Poco a poco, este tipo de medios se han sumado al día a día de las redacciones, como en su momento lo hicieron el teléfono o el correo electrónico.
Estas plataformas online ofrecen grandes oportunidades para la profesión, ya que facilitan el acceso rápido a un mayor número de informaciones, al tiempo que permiten crear un debate en tiempo real sobre un acontecimiento determinado. No obstante, la propia naturaleza de las redes ha favorecido la aparición y crecimiento de noticias falsas, o fake news, dando lugar a un fenómeno global, que pone en riesgo uno de los pilares básicos del periodismo: la veracidad.
Los medios sociales han revolucionado la forma de comunicarnos y de difundir las noticias, de manera que resultan, en la actualidad, una de las herramientas principales del quehacer periodístico. No sólo se han convertido en un lugar de entretenimiento para los ciudadanos, sino que también han generado un espacio importante de relación, donde interactuar con las audiencias, ofreciéndoles información y recibiendo a cambio opinión y participación.
Aunque la utilización de noticias falsas es una cuestión tan antigua como la misma actividad informativa, los efectos actuales de las fake news en las redes sociales, revisten una especial trascendencia, si se tienen en cuenta las características de globalidad e inmediatez de difusión de estos mismos medios y su importancia en la formación de la opinión pública. El impacto de la paparrucha no es baladí, y son ejemplos de ello, las especulaciones relativas a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos o de Francia y al referéndum del brexit, cuestiones todas de evidente riesgo democrático.
Estos nuevos aspectos del viejo problema de la veracidad se han consolidado como nuevos retos de la profesión en general y en mayor medida y exigencia para el periodismo digital. La gran cantidad de bulos que circulan por Internet, exige que el control y verificación de las informaciones sea hoy, más que nunca, una parte esencial del proceso de producción periodística.
Según organizaciones de chequeo de datos, resultará inevitable que, en un futuro próximo, al múltiple contenido de la práctica informativa, haya que añadirle algunos conocimientos básicos de hackeo, con el objetivo de identificar redes o sistemas complejos, que ya hoy existen en las redes, dedicados a difundir medias verdades o mentiras completas, disfrazadas de noticias llamativas y reveladoras.
En el fondo, esta nueva línea de actuación, no supone otra cosa que una determinada modernización en el ejercicio de un periodismo responsable. Por ello resulta fundamental que, frente a las redes sociales, el buen profesional, dedique el tiempo necesario a la verificación de las fuentes, sacrificando, si es necesario y en aras de la calidad, el oropel y las prisas de una exclusiva.