El escritor costarricense Carlos Luis Fallas (Calufa) (1909-1966), en su novela Mamita Yunai -cuya primera versión fue publicada en 1941-, culminó con un discurso suyo acerca de la gran huelga bananera de 1934, contra la United Fruit Company, que tanta controversia encendió en el medio cultural y social de aquella primera parte del siglo pasado; pronunciado en 1955 ante la «Asamblea en Solidaridad con los Huelguistas de Puerto González Víquez» en el Pacífico Sur costarricense; alocución que aparece en versiones más recientes como la de 1998, de la Editorial Costa Rica.
Calufa, en una exhortación al civismo y sensibilidad social, reclama a los intelectuales y artistas del país por su indiferencia ante aquellos conflictos:
«¿Mientras los trabajadores costarricenses luchan y padecen hambre allá en el Pacífico, ¿qué hacen los artistas costarricenses? Pintan, esculpen, hacen música y guardan silencio. ¿Y los periodistas costarricenses? Colaborando muchos de ellos en esa sucia campaña de difamación. ¿Y otros intelectuales? Guardando como siempre, un comodidoso silencio...».
(Fallas, 1998. P. 202)
Pareciera que hoy día esas palabras adquieren actualidad; cuando hoy criticamos las zonas de confort en que caen -por ejemplo-, los medios de prensa, por lo menos el periodismo cultural, que no va más allá de lo que llega a sus buzones; menos aún investigar un evento, por trascendente que sea, fuera del circuito capital-centrista. Parece que el desafío al que apela Fallas, encendió las conciencias y el tema bananero -tal y como comenté en anteriores reflexiones publicadas en esta plataforma- es una componente en el arte liminar centroamericano. Devela consensos, pero también disensos; en tanto es cierto que los individuos críticos y creativos aprendimos a no permanecer callados.
El tratamiento bananero en el arte es un discurso político, disiente e incómodo, sobre todo en el abordaje que hacen los artistas desde la perspectiva del arte conceptual en el último cuarto del siglo XX a la fecha. Apreciamos piezas de Victoria Cabezas, como El jardín de las delicias y el Banano emplumado, 1973; abordajes de Joaquín Rodríguez del Paso en los noventa y dos mil; Moisés Barrios con sus pinturas expuestas en Mesótica II; Centroamérica regeneración, 1996, co-curada por Virginia Pérez-Ratton y Rolando Castellón; culminando con el eje Noticias de los filibusteros de Estrecho Dudoso, 2006, trascendental proyecto co-curado por la misma Pérez-Ratton y Tamara Díaz Bringas y al cual me referiré en fechas próximas por su trascendencia para el arte regional.
En una ponencia de la fundadora en 1994 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC), para el seminario ¿Qué Centroamérica?, 2006, define:
«La región centroamericana, esa franja de tierra que algunos llaman cintura y que otros consideran dudosa, ha sido desde siempre objeto de deseo, tanto de los individuos que se han acercado a sus hermosas y traidoras costas, sino como los grandes poderes de cada época. Al igual que el Caribe, ha sido escenario de tentaciones, equívocos, confusiones y construcciones míticas. Desde que el siglo XVI, Carlos V ordena recorrer las costas del istmo en busca de un paso hacia las Islas de la Especies, empieza a circular la duda sobre su existencia, y la región termina siendo referida con la expresión estrecho dudoso como evidencia de lo incierto de aquel objeto de deseo».
(Perez-Ratton. 2012. P39)
Nuevas resonancias
La curadora y crítica de arte, la nicaragüense Cecilia Nuín, entrevisto a las curadoras de esa muestra realizada en varios espacios expositivos de San José, en 2006, y respecto al eje de Noticias del Filibustero, Pérez-Rattón explica esa implicancia en tanto es un arte que se aborda la historia regional para construir su realidad. Nuín pregunta: «¿Qué significa la imagen de William Walker en Noticias del Filibustero?»
A lo que Virginia responde:
«En 1855, en las luchas entre liberales y conservadores en Nicaragua, los liberales traen a William Walker como mercenario. Walker era un general surista, abogado que hablaba varias lenguas. El tenía el Destino Manifiesto como su misión. En realidad la intención de Walker era ampliar el sistema esclavista hacia Centroamérica».
(Nuín. La Fatalísima on line, No.13, 2017)
Virginia aclara, con la pregunta de Nuín, qué es Destino Manifiesto:
«En el Destino Manifiesto se considera que hay gente que no tiene la capacidad para auto manejarse. Y eso era lo que creía Walker, y tuvo que venir a arreglar las cosas. Entonces, hubo una campaña militar que salió de Costa Rica que culminó con la derrota de Walker, el posterior exilio, y finalmente fue fusilado en Honduras en 1857. La campaña de 1856 se llevó a cabo en un momento duro en la historia centroamericana, durante una epidemia del cólera, con ejércitos poco estructurados y matizada por una serie de intereses de Cornelius Vanderbilt, y la ruta del Tránsito. Lo que queríamos con Noticias del filibustero era llamar la atención sobre la complejidad de esa gesta histórica, y traerlo al presente para que la gente hablara sobre el filibusterismo actual y que reflexionara las formas que existen de dominación e intervención.
(Nuín, 2017. Idem)
Virginia Pérez-Ratton, fallecida en 2010, cuatro años después de culminar Estrecho Dudoso, aclara la percepción de aquella nociva actitud hegemónica de los estadounidenses, al valorar a los demás, y sobre todo al dirigir su visor hacia el istmo. Acota:
«El backyard que ha sido presa del filibusterismo más primario. De pronto hay un evento que incluye una cantidad de artistas, y sedes y que no es en un centro de poder como Sao Paulo, ni es tampoco La Habana que ha sido el epicentro de Latinoamérica. Centroamérica ha sido una especie de no lugar. Una cosa como desaparecida y poco a poco ha ido tomando más espacio».
(Nuín. Idem).
Un mar horrible y tenebroso
Volviendo a Mamita Yunai, la cual también se publicó en Chile (1949), Argentina (1955) y otros países del mundo y fue traducida a varios idiomas; años después de la versión primera, promovida por el mismo Pablo Neruda, en sus páginas (P.169) incluye una canción tarareada en aquellos los bananales fangosos por Calero, uno de los personajes, reclamando los derechos civiles y humanos para la peonada; canta:
«Conozco un mar horrible y tenebroso . donde los barcos del placer no llegan:
solo una nave va, sin rumbo fijo . es una nave misteriosa y negra».
Como aprecié en la segunda parte del tratamiento bananero en el arte contemporáneo liminar centroamericano –refiriéndome en particular a la obra del guatemalteco Moisés Barrios-, «un mar tenebroso y surcado por una nave misteriosa y negra», simbolizan ese océano que nos une pero a la vez separa; el océano de las vicisitudes y problemáticas, de las actitudes euro-centristas o manhattan-centristas (de las que hablaba el crítico cubano Gerardo Mosquera, co-curador con Rachel Weiss y Carolina Ponce de Ante América, 1992, expuesta en el MADC en 1994). Todo referido a la explotación bananera que surca esos mares del «estrecho dudoso» de VPR, y a su vez discurso central en Mamita Yunai.
Los nuevos filibusteros, hoy disfrazados de caretas que antepone el comercio global: el payaso de la Mc Donald, el coronel de la Kentuky Fried Chicken, pintados por Adrián Arguedas, u otros simbolismos aparecidos en videoarte y recientes muestras en el MADC y Teorética, como aquella «nave misteriosa y negra» se mueve en el arte de generaciones más jóvenes. En un documento del artista Nelson Días externa:
«Además de las pinturas de Moisés Barrios, o los grafitis de Javier Sánchez para la muestra “Museo Banana” y “Cinema tropical” curada por Pablo León de la Barra para Teorética, 2012, se evidencia que más allá del conocimiento académico o autodidacta de sus creadores, existen nociones curatoriales que distinguen y seleccionan las prácticas y practicantes de dichas estéticas».
La dominación hacia el «patio trasero» no termina; en los años setentas y ochentas del siglo anterior, prometieron expandir el comercio de la carne para fabricar hamburguesas, y nuestros finqueros, principalmente en Guanacaste, tiraron la montaña para ampliar sus hatos, destruyendo un hábitat del bosque seco de singular riqueza ecológica, pero no compraron nada. Igual sucedió a inicios de este siglo con el incremento del turismo y la llegada de estadounidenses con intenciones de comprar casas cercanas a las costas, se invirtió en la construcción de modernos condominios y complejos comerciales, pero por la crisis inmobiliaria de 2008, tampoco compraron nada, y los inversores quedaron endeudados con los bancos dejando las construcciones abandonadas como dejó la Yunai las plantaciones caribeñas después de la huelga. Digo, los filibusteros tienen otros nombres pero son siempre los mismos.
Choque de mareas
Existen posiciones encontradas en ese «mar terrible y tenebroso», por recelos o porque no se adhieren a la reflexión/discusión sobre la influencia de acontecimientos históricos en las prácticas artísticas actuales. El ya citado Díaz Brenes, en un comentario que me transmitió en Messenger aclara:
«Más que disenso siento qué hay políticas correctas en el arte actual, por lo que noto que tratar el tema de ese pasado del Caribe costarricense como el de las fincas bananeras, la explotación del indígena y del negro, se ha vuelto comodidosa, bien visto y pertinente a los ojos de los curadores de las grandes muestras. Pero parece que les agarró tarde al tratar este tema.
» Mi duda es si nos queremos vender como una nación exótica donde se cultiva la piña, el café y el banano, ejes además transversales en la difusión artística, en un momento cuando los derechos humanos de los costarricenses corren peligro y son el problema central que nos afecta en la actualidad. De ahí que se perciba como cliché cualquier artista que haga instalaciones con vástagos de la plantas del banano, o pinturas con plátanos o cualquier tipo de referencia al ferrocarril construido por Minor Keith y la United Fruit Company, para la pertinencia conceptual en el arte contemporáneo de Costa Rica».
Creo -y es mi postura personal-, que este tema -como componente del imaginario cultural e historia costarricense- siempre ha estado presente en nuestras vidas. Evoco los actos cívicos en las escuelas urbanas y rurales, cuando un 11 de abril nos pintábamos bigotes para representar al agricultor tico, y barbas para parodiar la imagen del usurpador norteamericano, y héroe a quien tocara portar la tea encendida para quemar el «mesón» de Rivas, celebrando la hazaña del 56. O al celebrar el día de la independencia los quinces de setiembre, arreglábamos los rincones de las aulas, casas y negocios, con racimos de bananos, bandolas de café, tinajas y anafres viejos en muestra de patriotismo; como también el 12 de octubre nos pintándonos la cara con achiote, poniéndonos taparrabos y plumas para oponernos a las memorias colonizadoras que resquebrajaron nuestra cultura originaria. Imaginarios como los descritos siempre han motivado la creatividad del costarricense, sólo que ahora se rememoran en museos.
Fallas no estuvo nunca solo en esta confrontación, Carmen Lira, Joaquín Gutiérrez con Cocorí, Carlos Salazar Herrera en Cuentos de Angustias y Paisajes, hablaron de nacionalidad, bananos, montañas, árboles, ríos, bocaracás, cacaoteros y palmeras borrachas de sol como expresa otra tonada. Acabo de leer el libro publicado por la Municipalidad de Limón, Lucha y Esperanza: 100 Años de historia doble e inconclusa del Cantón de Limón, donde sociólogos, historiadores y personalidades de aquel puerto caribeño celebraban su historia y aporte ciudadano, recorriendo todos esos recodos del ayer: las luchas sindicales hasta las actuales guerras por el poder y el trasiego de la droga que tanta tensión provocan en esa provincia.
Prosigue el canto de Calero:
«¿Quiénes van ahí, qué barco es ése,
sin piloto, sin brújula y sin vela?
Pregunté una vez, y el mar me dijo:
Son los desheredados de la tierra,
son tus hermanos que sin pan ni abrigo
van a morir entre mis ondas negras».
Tardamos más de medio siglo en sazonar estos discursos para el arte, como también lo fueron las guerras fraticidas experimentadas en el istmo del siglo pasado, retan la comprensión de los observadores y visitantes a museos al sembrar la semilla, palabras de provocación incómodas, cual piedrita en el zapato. Mamita Yunai parece aún retarnos a los investigadores culturales pues parecen aun cerrar sus ojos, taparse oídos o apretar sus labios para no inmiscuirse en la realidad:
«Guardando como siempre, un comodidoso silencio...»