Cuando un Gobierno termina su mandato, la prensa, los políticos, las organizaciones sindicales (allí donde existen) y las fuerzas vivas de la nación, suelen hacer un balance. Lionel Jospin, al final de los dos septenios de Mitterrand, exigió «un derecho de inventario». Un forma de decir que no defendería el «legado» que, a su juicio, comportaba zonas oscuras, para no decir peor.
El fin del segundo mandato de Bachelet deja un sabor amargo. No porque uno esperase nada de quien declara: «Yo voy a cumplir con todas las promesas que he hecho y que esté en mis manos hacerlo». Pobre mujer, se diría que es manca. Pero no. Siempre pensé que no se enteraba. Que también. Solo que además es incoherente, oportunista y servil. Me dirás que son palabras fuertes, y llevas razón. Pero lo obrado por su Gobierno es aun peor.
En estas líneas solo me detendré en su política exterior, alineada –el dedo meñique en la costura del pantalón– con los intereses de los EEUU. ¿A qué viene la docilidad que lleva a Chile a sumarse a la agresión contra Venezuela para mostrarse obsecuente con el imperio? Chile, país regido por una Constitución impuesta en dictadura, acusa a Venezuela de no ser una democracia…
Chile, cuya policía monta acusaciones falsas contra los dirigentes mapuche, les inventa pruebas, los persigue implacablemente y los encarcela con el concurso del Ministerio del Interior, califica el trabajo de la Justicia venezolana de arbitraria. Mientras la Justicia chilena condena a penas de libertad, o simplemente sobresee a todos implicados en los procesos de corrupción de la clase política.
Uno sabe que el muy mediocre Heraldo Muñoz no es Metternich. Que está a años luz de las cualidades visionarias de un Talleyrand. No obstante, las relaciones exteriores son una prerrogativa eminente del jefe de Estado. ¿Qué ha llevado a esta pareja de enanos a pensar que escudarse en el Tratado de 1904 basta para negar el conflicto territorial con Bolivia?
Charles de Gaulle –otra época, otra envergadura–, solía decir: «Los Tratados son como la virginidad y las flores: duran lo que duran». Para la dupla Bachelet-Muñoz el mundo no existe, habida cuenta que no lo ven. O lo ven con las anteojeras de los intereses mineros y marítimos de media docena de poderosos.
La pareja de «progresistas» ha detestado, y agredido, todo lo que en América Latina se ha opuesto –de buena o mala manera– a los intereses yanquis. La última flor: un exabrupto dirigido a Cuba porque el gobierno de La Habana, en uso de sus legítimos derechos, impidió que dos diputados de derecha fuesen a inmiscuirse en sus asuntos internos.
Los EEUU ven una agresión rusa en cada WhatsApp, en cada mensaje que llega a Facebook, en todo trino de Twitter. El aparato judicial federal investiga al propio Donald Trump, acusando a sus colaboradores y a su propio yerno de complicidad con Putin. Mientras Cuba ni siquiera tendría el derecho de oponerse al activismo político de dos herederos del pinochetismo.
El agonizante Gobierno de Bachelet eructa que el martirio sufrido por los dos diputados héroes «daña seriamente las relaciones entre los dos países». ¿Temblará Cuba, país que ha resistido las agresiones de once presidentes del Imperio?
Dicho sea de paso… ¿Qué fue a hacer Bachelet en La Habana en enero de este año?
Los repetidos golpes de Estado en Honduras no inquietaron a Heraldo Muñoz. Ni a Bachelet. El asesinato –cada año– de decenas de periodistas latinoamericanos les dejaron de mármol. Que en México, entre la policía y el narcotráfico (sin que sea posible diferenciarlos claramente) asesinen decenas de miles de ciudadanos año tras año no les ha irritado la epidermis.
La cuestión era meterse con Venezuela, con Bolivia, con el Ecuador de Rafael Correa. Y firmar otro TLC, otro TPP o como se llamen esos engendros que hacen la felicidad de los poderosos y la miseria de los pueblos, al tiempo que reducen la soberanía del país a la nada misma.
En la larga lista de desmanes diplomáticos llevados a cabo por el Heraldo y la Bachelet, hay uno que sobresale por la enormidad de la idiotez, la ignorancia y la mala leche: la condena de Corea del Norte en febrero de este año. Como lo puso la prensa:
«Luego de reunirse con el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, en el marco de la última gira internacional que realiza como mandataria, la Presidenta Michelle Bachelet, condenó la política de proliferación nuclear que lleva adelante Corea del Norte. La gobernante agregó que estos son temas en los que Chile y Japón “mantenemos una colaboración”, por lo que el país hace “una enérgica condena sobre el tipo de situaciones que hemos vivido y hemos visto en el último tiempo”».
Bachelet… ¿Sabía dónde estaba? ¿Sabía de quién hablaba?
En los albores del siglo XX, el imperio japonés agredió a diferentes países asiáticos, e invadió China. Con Corea lo hizo peor: en el año 1910 se anexó el país como si fuese una finca de recreo. Durante 35 años, Corea sufrió una dictadura impuesta por Japón, país que eligió Bachelet para agredir a… Corea.
Durante la ocupación de China, las tropas japonesas practicaron la violación como una forma de mantener en alto su moral combativa. Después de la masacre de Nankín, el imperio japonés organizó la prostitución en escala industrial. El Pantaleón de las visitadoras fue una alpargata al lado de Hajime Sugijama, ministro del Ejército, y del príncipe Kotohito Kan’in, jefe de estado-mayor y tío abuelo del Emperador Hirohito.
Miles de casas de putas fueron organizadas por la marina y el ejército japonés, con estrictas reglas de funcionamiento. Las horas de apertura: de 09:00 a las 24:00 hrs. todos los días de lunes a domingo. Cada mujer tenía dos días de reposo mensuales durante la menstruación. Las “mujeres de confort” eran reclutadas entre las solteras y sobre todo entre las menores de edad. ¿Dónde? En diferentes países de Asia, y particularmente en… ¡Corea!
Documentos del ejército japonés establecen que, de 1938 a 1945, creó unas 2.000 «casas de reconfort», entre las cuales una en Guandong con 1.000 mujeres para un ejército de 100.000 hombres.
Las sobrevivientes describen condiciones de vida asimilables al esclavismo. Cada una de ellas pertenecía a una casa de putas. Frecuentemente eran golpeadas, torturadas e incluso mutiladas. Algunos soldados japoneses, descontentos de la “prestación”, simplemente las ejecutaban. Las mujeres que intentaban escapar eran golpeadas hasta la muerte.
¿Cuántas mujeres fueron víctimas de la prostitución forzada por Japón?
Yoshiaki Yoshimi –un japonés– las estima en más de 200.000 contando las coreanas, las chinas, las japonesas, las filipinas, las taiwanesas, las birmanas, las indonesias, las neerlandesas y las australianas. Por su parte, la Korean Central News Agency cuenta 200.000 víctimas solo entre las coreanas.
En la materia, Corea del Sur y Corea del Norte coinciden en sus reclamos: hasta ahora Japón se ha negado a reconocer este crimen de guerra.
De modo que Bachelet fue al país verdugo a condenar al país víctima.
¿Qué hizo Corea del Norte? Puede gustarte o no gustarte, pero lo que hizo el país «ermita» fue lanzar algunos cohetes por sobre el espacio aéreo japonés. Nadie resultó muerto, ni una sola mujer japonesa fue violada, ningún país fue invadido, no se cometió ninguna masacre. Japón, ex imperio criminal, no puede quejarse sino del sobrevuelo de su espacio aéreo.
En 1945, cuando los Aliados derrotaron al Eje Berlín-Tokio, los EEUU y la URSS se repartieron la península de Corea. La Guerra de Corea, que costó dos millones de vidas, fue el episodio más violento de la llamada Guerra Fría. El 27 de julio de 1953, después de haber destruido todo el país, se firmó el armisticio de Panmunjon. Pero no se firmó un Tratado de paz porque los EEUU se negaron a hacerlo.
Si las tropas soviéticas retornaron a Rusia, si las tropas chinas regresaron a Manchuria… los EEUU aun conservan 30.000 soldados en territorio de Corea del Sur, amén de unas cuantas bombas atómicas. Por si fuese poco, –dos precauciones valen más que una–, los EEUU mantienen 50.000 marines en territorio… ¡japonés! Marines que de vez en cuando violan y asesinan jóvenes japonesas, pero de eso Bachelet no se entera.
Esta historia es larga y compleja. Corea, que nunca renunció a su reunificación, ha sufrido con las repetidas intervenciones extranjeras. La de Japón, la china y la soviética. ¿Qué hacen aún en Corea del Sur las tropas americanas? ¿Por qué el presidente de Corea del Sur no negocia la paz directamente con Corea del Norte? ¿Porqué debe someter la soberanía de su país a la voluntad del otro Imperio?
Personalmente, lo único que le envidio a Kim Jong-un es el corte de pelo. Pero estoy hasta las narices de la desinformación que hace de Corea del Norte una parte integrante del «eje del mal», mientras los EEUU destrozan países enteros (Libia, Ira, Siria, Afganistán, Honduras…) en nombre de la «libertad».
Los/as mandatarios/as serviles e ignorantes que van a Japón a hacer el ridículo criticando a Kim Jong-un… me provocan náuseas.
En un par de movidas diplomáticas, el «déspota» norcoreano tiene a Donald Trump comiéndole en la mano. Pronto se reunirán para decidir del futuro de la península. La patética «acción diplomática» de Bachelet quedará en la Historia como un no-acontecimiento.
Otra miserable parte de su miserable «legado». El de la Nueva Mayoría.