Parece claro que determinados alimentos pueden nutrir y estimular áreas y neuronas del cerebro relacionadas con el aprendizaje, la memoria y la concentración. Así pues, tal como explica el doctor Ramón Cangas, miembro del Comité Asesor del Consejo General Dietistas-Nutricionistas (CGDN), «además de las grasas saturadas y ‘trans’, el alcohol y los alimentos y gaseosas azucaradas, se debe huir de los alimentos ultraprocesados ya que, tanto en niños como en adultos, pueden crear adicción».
«Un estudio de las Universidades de Las Palmas de Gran Canaria y de Granada –continúa- demuestra que en quienes la bollería industrial y la comida rápida ocupan una fracción mayoritaria de su ingesta total, tienen más riesgo de padecer depresión. Asimismo, las comidas ricas en azúcares simples y grasas favorecen la liberación de endorfinas, lo que provoca una sensación de bienestar que, a su vez, demanda más comida de ese tipo (para mantener esa sensación). También pueden desencadenar la liberación de dopamina, influyente en el comportamiento alimentario. Hay que tener en cuenta también que ante la sensación de hambre es más probable que el cerebro demande la ingesta de alimentos densos energéticamente (ricos en azúcares y grasas) para saciarse antes. La bollería no está prohibida, pero nunca debe ser de consumo diario, sino que ocasional».
De hecho, la ciencia demuestra que una alimentación saludable, variada y equilibrada irrigará mejor el cerebro, permitiendo que los nutrientes y el oxígeno lleguen a cada neurona y que se generen nuevas conexiones nerviosas. ¿Pero cuáles son aquellos alimentos que pide el cerebro a la hora de aprender, memorizar, comunicarse o prestar atención?
«Más del 60% del peso seco del sistema nervioso y, concretamente el cerebro, está constituido por lípidos», manifiesta el doctor Cangas, quien añade que «una dieta con suficientes omega-3 (pescados azules tales como salmón, trucha, sardina, atún y arenque) y omega-6 (aceites vegetales como el de girasol) se hace vital para el desarrollo del cerebro y para la capacidad de aprender».
Por otro lado, las proteínas están formadas por muchos aminoácidos esenciales y uno de los más importantes para el cerebro es el triptófano, esencial para fabricar serotonina, la cual interviene en el estado del ánimo, promueve la sensación de bienestar y ayuda a mantener la concentración y la calma. Se encuentra en la leche, huevos, carnes y pescados, las pipas de girasol y el chocolate negro.
Junto a esto, hay que subrayar que las vitaminas del grupo B intervienen en la formación de los neurotransmisores, sustancias que pasan información de una neurona a otra; es más, fortalecen la memoria y la concentración, y estimulan una buena irrigación. Se encuentran en los huevos, frutas y verduras, pescados, lácteos y frutos secos.
Además, los ácidos grasos mono o poliinsaturados, es decir, las grasas buenas que reducen el colesterol, ayudan en la funciones neuronales; son una buena dosis de energía cerebral y aumentan la concentración y la memoria. Se encuentran en frutos secos, aceite de oliva y el aguacate.
Del mismo modo, los hidratos de carbono se convierten en glucosa, por lo tanto, son energía para el cerebro pero los que interesan son los de absorción lenta, que permiten que siempre haya glucosa disponible para el cerebro, sin que se acabe de repente como ocurre con los azúcares, que proporcionan energía inmediata, pero cuyo efecto se acaba rápidamente. Se encuentran en la pasta, los cereales, como avena y arroz, las patatas, el pan...
Paralelamente, el calcio contribuye a regular la función nerviosa y la presión arterial; su déficit puede producir fatiga mental y nerviosismo. Se encuentra en frutos secos (nueces), verduras, frutas, pescados y yema de huevo.
Finalmente, las vitaminas y los minerales son nutrientes que protegen y ayudan en el desarrollo neuronal, controlan el riego sanguíneo del cerebro, favorecen el impulso nervioso y ayudan a la formación de nuevas neuronas. Se encuentran en frutas y verduras. El plátano, por ejemplo, aporta potasio; el aguacate, magnesio y vitaminas antioxidantes, y los tomates tienen licopeno, un antioxidante que protege del daño celular del cerebro.