Me propongo compartir una reflexión sobre el proceso que condujo al asesinato de Lev Davídovich Bronstein (1879-1940), mejor conocido como León Trotski, considerado fundador del trotskismo.
1. «Un golpe y todo habría terminado»
El momento exacto del asesinato de Trotski, que tuvo lugar en la casa fortaleza de Coyoacán, México, en el año 1940, es descrito por Leonardo Padura en su novela El hombre que amaba a los perros. Narra este escritor cubano:
«Ramón Mercader extrajo el piolet. Lo percibió caliente y preciso en su mano. Sin dejar de mirar la cabeza de su víctima, colocó la gabardina sobre el estante bajo, a sus espaldas, junto al globo terráqueo, que se tambaleó y estuvo a punto de caer. Ramón notó que sus manos se bañaban otra vez de sudor, su frente ardía, pero se convenció de que para terminar con aquella tortura solo necesita levantar la pica metálica. Observó el punto exacto donde golpearía. Un golpe y todo habría terminado (…). Levantó el brazo derecho, lo llevó hasta más atrás de su cabeza, apretó con fuerza el mango recortado y cerró los ojos».
El piolet (pico de escalar) se incrustó en el cráneo del viejo dirigente, Trotski emitió un grito desgarrador que inundó el aire y penetró, como un horror, en los oídos de su asesino, de sus guardas y de Natalia Sedova, su segunda esposa; el político cayó en coma y algunas horas después falleció.
2. La fe del militante
Ramón Mercader del Río estuvo preso durante 20 años, fue liberado el 6 de mayo de 1960. Stalin le otorgó la condición de héroe de la Unión Soviética y el Estado soviético hizo efectiva esta decisión 37 años después de su crimen.
Hasta el final de sus días, Mercader escuchó el grito desesperado y agónico de Trotski cuando le partió el cráneo. Murió de cáncer óseo en Cuba, en 1978, según informó el diario El País de España en su edición del 20 de octubre de aquel año.
Ramón empezó su preparación asesina en los días de la Guerra Civil de España, y se intensificó al finalizar ese conflicto. Él fue contactado cuando en Rusia se había desatado una violenta persecución contra los disidentes.
Aquella represión se tradujo en los Procesos de Moscú (1936-1938), que condujeron al asesinato de prominentes dirigentes del Partido Comunista, y de buena parte de la intelectualidad rusa, que en esos años era en su mayoría leninista y trotskista.
A Trotski se le condenó al exilió en Siberia, y luego fue expulsado del país. Desde entonces, este hombre fue parte de uno de los periplos más reveladores en la historia de la política y del espionaje en el siglo XX. Mientras él buscaba apoyos para sus ideas, sus verdugos concibieron los planes para asesinarle.
3. Un tronco ideológico común
Las diferencias de León Trotski con Stalin, como las de Lenin con Stalin y con Trotski, giran en torno a tres asuntos: la teoría de la revolución permanente, la imposibilidad de construir el socialismo en un solo país y la caracterización del tipo de gobierno edificado en la Unión Soviética, que según Trotski era dictatorial y burocrático. Pero las distintas opiniones entre estos personajes no debe hacer olvidar un hecho clave: todos ellos se inspiraban en el mismo tronco ideológico, estaban seducidos por la gran anti-utopía.
Stalin, Trotski y Lenin aplicaban una metodología de análisis histórico que creían científica, y los tres añoraban el mismo paraíso, que en la práctica configuraba uno de los mayores genocidios de la historia, prohijado por razones ideológicas.
4. El romanticismo ingenuo de Padura
Según el novelista Leonardo Padura, las acciones criminales de Ramón Mercader revelan las razones que condujeron a lo que él denomina la «perversión de la gran utopía del siglo XX», promotora, piensa el escritor, de la justicia, la solidaridad y la fraternidad. Contrario a este planteamiento, que caracterizo como un romanticismo ingenuo, sostengo que lo que Padura llama «gran utopía» es en realidad una visión de mundo que tiene como núcleo principal la legitimación del odio, y que no requería ser pervertida, porque sus vacíos e insuficiencias la hicieron nacer perversa y pervertidora desde mediados del siglo XIX.
Lenin, Stalin, Trotski, Ramón Mercader, Caridad Mercader, África de las Heras (en la novela de Padura amante de Ramón y en la realidad espía de la KGB), Natalia Sedova y Silvia Ageloff (militante trotskista neoyorkina seducida por Ramón con el fin de acercarse al círculo íntimo de Trotski) eran ramas de un mismo árbol, pero leían los hechos desde circunstancias distintas, y esto explica la trama de pasiones, amores, rivalidades y conflictos de la siniestra sucesión de acontecimientos que culmina con el asesinato de León Trotski.
5. Razones para matar: las falencias de la gran anti-utopía
¿Por qué se consideró legítimo y necesario matar a Trotski? Tres son las razones:
Primera: La gran anti-utopía concibió la creación de riqueza económica bajo un enfoque dualista, según el cual una parte de la sociedad produce lo que la otra se roba. Tal tesis olvidó que la generación de riqueza económica es un fenómeno social multicausal y pluriclasista donde intervienen no solo el proletariado industrial, sino también profesionales liberales, artistas, empresarios, emprendedores, estratos gerenciales de la población, campesinos, estudiantes, académicos y diversos segmentos de las clases sociales medias, propietarias y no propietarias de medios de producción.
Segunda: La gran anti-utopía sostuvo que es posible centralizar los conocimientos en un grupo de personas preparadas para ello; pero tal centralización no es viable porque los conocimientos están descentralizados, desconcentrados y coordinados de modo no planificado en los cientos de millones de personas y de experiencias que interactúan en la sociedad.
Tercera: En los ámbitos de la anti-utopía en comentario, la lucha de clases se convierte en un absoluto que fundamenta el odio permanente entre los distintos grupos sociales y políticos. Antes de Marx, Engels, Lenin, Stalin o Trostki, otros investigadores, políticos y estudiosos habían observado que existían clases sociales y conflictos entre clases, pero lo distintivo de la gran anti-utopía es absolutizar el momento del conflicto e invisibilizar la posibilidad de concordancias, con lo cual convierten a la violencia y al odio en «parteras de lo nuevo». «La lucha sangrienta o la nada, es el dilema inexorable» sostuvo Marx hacia el final de su libro Miseria de la Filosofía.
Cuando se analizan las insuficiencias de la gran anti-utopía, queda claro que el odio ocupa el lugar central en sus argumentos. Si la riqueza es producida por unos y robada por otros, entonces se debe aniquilar a esos otros y a sus cómplices; si los conocimientos se pueden centralizar en un pequeño grupo de iluminados, entonces quienes conozcan y piensen distinto deben ser convertidos o exterminados; si alguien piensa y actúa diferente a otros de sus camaradas que tienen el poder político y el «conocimiento verdadero», esos otros quizás concluyan que deben asesinar al primero, como ocurrió en el caso de Trotski; y si la lucha de clases es una realidad absoluta, entonces el odio de clase es el hecho inspirador de la dinámica sociológica y política.
6. Las diversas formas del capitalismo y la gran anti-utopía
Para Stalin, Trotski era un enemigo del pueblo (al menos eso decía), que trabajaba en complicidad con las agencias de espionaje de las grandes potencias capitalistas, y para Ramón Mercader, matar a Trotski era una necesidad impuesta por las leyes de la historia, a fin de defender al socialismo. Estos hombres y mujeres se debatían en la disyuntiva de luchar o morir, matar o ser matados en el altar donde anunciaban el paraíso venidero. No se percataron –quizás Trotski sí lo hizo hacia el final de sus días – que aquello que llamaban socialismo era en realidad una forma de Capitalismo de Estado Dictatorial, y que junto a este capitalismo existían otros: Capitalismo Democrático-Liberal, Capitalismo de Estado Democrático-Liberal, Capitalismo oligárquico, Capitalismo de compadrazgos y muchos más.
Trotski, en sus años de gloria, aplicó a otros la misma mentalidad que un tiempo después destruyó su vida. Fue víctima y victimario en los arrebatos de la misma pasión que inspiró a Stalin, a Caridad Mercader y a Ramón Mercader.
7. Otras anti-utopías
El canto al odio que acompañó el asesinato de Trotski no es exclusivo de la gran anti-utopía que Padura califica con extrema ingenuidad y desconocimiento. Otras grandes anti-utopías también glorifican el odio y la violencia, tal como se observa en los fanatismos religiosos, el neofascismo, el neo-nazismo, el neo-comunismo y el ultra-liberalismo del anarco-capitalismo.
Del museo de anti-utopías que existen, o han existido, se obtiene la diáfana lección de que las ideologías son prisiones mentales que producen ceguera, excusas para no pensar.