Según una estadística la mayoría de la insatisfacción en el trabajo se debe a la relación mala que tenemos con nuestro jefe. De hecho hay quien dice que un empleado no deja el trabajo sino que huyen de sus jefes.
Hace una semana tomé la (segunda) decisión más certera de mi vida (la primera fue la de mudarme en España): mandé a tomar viento a mi jefe.
Llevaba dos años y pico en una empresa donde me encantaba trabajar y donde los resultados de mi trabajo eran buenos, a pesar de humanos errores que todos cometemos ya que todavía no somos robots.
Lástima que me crucé con un jefe tan majo que me hizo la vida imposible hasta tener que medicarme y empujándome a irme.
No sé si conocéis la película El diablo viste de Prada, pues si la visteis y sabéis la personalidad de Miranda Presley, podéis imaginar cómo era mi día día.
No me faltan anécdotas para describir la personalidad de mi jefe, creo que aquí no es el sitio oportuno, pero son para escribir un libro. Mi jefe carecía de empatía, su tipo de comunicación era seca y con gritos, vanidoso, se creía omnipotente, tenia un ego superlativo, controlador, siempre intentando engañar para su interés, con una mentalidad de empresa de los años 50, desagradecido, con un diferente concepto de «entrega» al trabajo.
Nadie sabía de verdad lo que hacia o qué tarea desempeñaba y si de verdad era competente, no te ofrecía ningún tipo de apoyo moral para animarte ya que no sabía gestionar un equipo, hablaba mal o te criticaba delante de tus compañeros en tu ausencia, te echaba la culpa por algo que materialmente no podías haber hecho, pero tenía que desahogarse con alguien, sabia cambiar el discurso para que al final te sintieras tú el culpable, rencoroso y todos los días de malhumor, su comunicación no verbal expresaba siempre un desprecio y un asco de un nivel altísimo con expresiones faciales como levantar los ojos al cielo mientras hablaba, o cruzar los brazos con una sonrisa de desdén ... en definitiva, un tirano.
Más intentaba tener una buena relación, más me encontraba una barrera. Desde luego algo malo habré hecho yo también, pero me pregunto cómo se gestiona un jefe así.
El liderazgo ha interesado siempre a grandes pensadores en la historia desde Platón y Confucio hasta Nelson Mandela, Bill Gates o Steve Jobs.
En psicología de las organización ya esta mas que comprobado que lo que funciona es un particular tipo de liderazgo denominado «positivo». Este tipo de liderazgo es capaz de obtener resultados que sobrepasan expectativas, beneficiando a los intereses colectivos. Esta clase de líderes provocan emociones positivas en su entorno, es decir la forma de influir a los colaboradores o empleados es por medio de afectos como orgullo, satisfacción, autoeficacia frente al miedo, odio o vergüenza. Motiva centrándose especialmente en logros y fortaleza. Fomenta el desarrollo y crecimiento de los miembros de la organización.
Y entre los tipos de liderazgo positivo, el que más resultados ha tenido es el liderazgo auténtico descrito por primera vez por Luthans y Avolio en 2003.
Un líder auténtico tiene conciencia de sí mismo, conoce sus fortalezas y debilidades y sabe que su personalidad influye en los demás, así que tiene un alto nivel de claridad sobre sus valores, su identidad y sus emociones. También tienen una alta inteligencia emocional que nos ayudaría a apreciar y expresar de manera correcta y justa las emociones propias y de los otros. Las relaciones de los líderes auténticos son transparentes porque se muestran honestos y abiertos al presentarse a los demás. Tiene valores morales que sigue como guía porque tiene una perspectiva moral interiorizada y tiene la habilidad para analizar la información de manera equilibrada y no sesgada para sus decisiones.
Todo lo que no tenía mi jefe ni de lejos.
La verdad que, aparte de esta teoría muy bien explicada, yo siempre he creído que hace falta solo un poco de sentido común y no olvidarse que todos hemos sido empleados y hemos tenido nuestras historias que hacen parte del bagaje cultural que tenemos, y por eso no tenemos que olvidarnos de nuestras raíces. Pero sobre todo tener bien presente la máxima que aconseja tratar una persona como nos gustaría que nos traten a nosotros mismo. Creo que es muy fácil y sencillo.
Yo intentaba solo ser feliz y hacer bien mi trabajo, ya que es donde pasamos la mayor parte de nuestro día. ¿Tan difícil es fomentar la pasión, el compañerismo, la ayuda recíproca, la formación, el buen ambiente?
Por favor, si tú también vives una situación así, te aseguro que hay salida. No te ofusques porque la frustración y el odio son veneno que no te permiten ver la realidad y las soluciones que puedes adoptar y además no son saludables y te hacen daño.
Adopta una actitud positiva y optimista y busca una solución ponderando las posibilidades. Entiendo que da miedo, porque dejar un trabajo significa saber lo que dejas pero no lo que puedes encontrar, pero sal de tu zona de confort y de tu costumbre y analiza los caminos que puedes recorrer. Te mereces algo mejor y como dijo Voltaire:
«he decidido ser feliz porque hace bien a la salud»