Para quienes tratamos de pensar en un país más justo, más afable, más equitativo, más equilibrado y con mayor apertura hacia la diversidad, nos cuesta encontrar un candidato que, en lugar de «ofertones» en modo eslóganes, tenga un programa claro, con prioridades concretas y con estrategia de cómo logrará concretarlo. A veces, como veremos en la segunda parte de este artículo, el «programa» es tan amplio y extenso que a todas luces es inaplicable en sólo cuatro años.
Primera parte: los problemas
Si bien el Gobierno de Bachelet fue muy ambicioso en su programa, con proyectos que sin duda se necesitan para Chile, ha habido falta de prolijidad y poco conocimiento público acerca de cada proyecto y de cómo se espera que se concrete. Muchos quedaron a medias. A modo de ilustración, en algunos casos se habló de «calidad en educación» pero se ha terminado hablando de «gratuidad universal», que con el actual sistema tributario (que está lejos de compensar las inequidades existentes en el país) es insuficiente para generar el suficiente financiamiento para ello, lo que además, de aplicarse, desviaría importantes recursos para financiar a aquellos que son privilegiados socialmente y que estarían en condiciones no sólo de costear sus estudios sino también de ayudar al financiamiento del resto. Pero de «calidad educacional» aún nada se conoce.
De todos los candidatos a presidente, echo de menos el priorizar ciertos aspectos de los tantos pendientes para el país. La gente que deseamos un Chile mejor esta aburrida, decepcionada y frustrada. Se puede realizar un diagnóstico de lo que Chile necesita como país, pero en cuanto a «programa de gobierno», se necesita un programa claro, no tan ambicioso, pero con prioridades que a mi entender son claras desde el punto de vista de los recursos que el Estado puede obtener para financiar la educación, la salud, la previsión solidaria, la inclusión social de los marginados y así sucesivamente. Y también de tener las herramientas que hagan posible ir cambiando nuestro país hacia lo que la mayor parte de la gente anhela.
A mi humilde entender, hay tres factores claves, que sí o sí Chile debe implementar para salir de la frustración en que estamos y en la enorme desconfianza acerca de las instituciones y de la política actual. Estos son:
Recuperar a lo menos tributariamente lo que produce el cobre privado en Chile, que no pagan mayores tributos y exportan el 72% del cobre de Chile. (Fuente: Julián Alcayaga, Manual del Defensor del Cobre). Si pagaran lo que pagan en otros países, y no sobre el precio de venta que declaran (por debajo del precio internacional al exportarlo documentariamente hacia paraísos fiscales mostrando «pérdidas contables»), dado que lo exportan a sus empresas filiales que posteriormente hacen la «exportación final documentaria» a los precios internacionales. Si pagaran a lo menos sus tributos, Chile tendría el financiamiento necesario para generar una educación pública de calidad, adecuados sistemas de salud y aportes a los pensionados de más baja renta de pensión para que tengan un mínimo digno en base al aporte solidario del estado chileno. Y conste que ni siquiera he hablado de expropiar y aplicar la nacionalización de los recursos, que nuestra Constitución actual (incluso la original de Pinochet), la tiene estipulado de manera textual, (en cuanto a que los recursos naturales pertenecen al Estado chileno) y que gracias al sistema de concesiones quedó como algo teórico y logran eludir el «espíritu» del texto constitucional. Conste que ni siquiera hablo de recuperar la nacionalización de esos recursos que sin duda sería lo óptimo como fuente de recursos financieros para un «nuevo Estado chileno”.
Generar una verdadera descentralización del país, presionando con los ciudadanos de regiones al Congreso y a los poderes centrales, para que no puedan eludir una temática en la que hay un consenso del 95% por parte de las diversas actividades y con tendencias transversales en regiones. En esto no existen las ideologías, lo que existe es una frustración enorme de empresarios, alcaldes, trabajadores, académicos… de todos, respecto del cáncer que es el centralismo de los poderes en Santiago. La idea es que nuestro país se desarrolle más equilibradamente por la vía de tener un cierto grado de autonomía administrativa, política y financiera en regiones. Existe un excelente informe técnico que entregó la Comisión de Regionalización que convocó la presidenta Bachelet entregado en octubre de 2014 que puede servir de base para concretar este proyecto.
Reformar la Constitución actual en sólo dos aspectos:
i) que el Estado no sea un ente «subsidiario», sino un ente «activo» y garante de servicios públicos de calidad a sus ciudadanos, tales como salud, educación, protección a la infancia y a la tercera edad y pensiones dignas y solidarias; que sea un ente promovedor de las iniciativas de índole científica, tecnológica, cultural, que pueda efectuar empresas mixtas con privados, que incentive la labor del sector privado y el emprendimiento, logrando a su vez una alta participación tributaria para un desarrollo equilibrado y más justo socialmente, que garantice el cumplimiento ético y legal de las normativas del país en base a fuertes sanciones si no se cumplen; y
ii) que se pueda generar un plebiscito vinculante sobre temas país que sea llamado por la presidencia o por el Parlamento con un 55% de sus votos, con periodo previo de consultas ciudadanas, información, paneles especializados y debates, a través de todos los medios que deberían colaborar en ello, de manera que el que vota lo haga con toda la información disponible. La Constitución actual prohíbe este tipo de plebiscitos.
Bastaría concretar estos tres temas, ya que generarían un efecto sistémico en los demás aspectos como educación, salud, pensiones, etc. Si uno no se centra en ciertos temas fundamentales termina como el Gobierno actual, «desparramado» en diversas intenciones y sin lograr un efecto de mayor trascendencia para Chile. Lo peor: no se tiene una estrategia de participación y presión ciudadana para lograr que se concrete lo que el país votó.
Hasta ahora, no tengo claro en absoluto cuál de los candidatos tiene estos tres puntos como prioridad para su gobierno de cuatro años con los alcances que humildemente estoy señalando.
Segunda parte: los programas
Revisando sucintamente los programas tanto de Beatriz Sánchez como de Alejandro Guillier, ambos tienen el mérito de entregar un diagnóstico de lo que Chile necesita. Me gustó más el Programa de Beatriz, ya que lo encontré más ordenado y quizás más completo. Son más de 300 páginas. El de Guillier son más de 200.
El programa de Piñera no contiene cambios significativos ni a la Constitución, ni al sistema de pensiones, salvo un conjunto de promesas y de buenas palabras. En esencia, es mantener las cosas como están prometiendo crecimiento y más empleos. No esperaba otra cosa, pero era importante revisarlo y constatar lo que uno siempre espera de un programa de derechas o de centro derecha en este caso. No está demás señalar que su historia personal en los aspectos éticos deja muchísimas dudas. Lo que no está claro en todo caso, de resultar el elegido (que desafortunadamente es lo más probable), cómo se va a manejar dentro de la efervescencia social chilena en que la inequidad es enorme. Su Gobierno sin duda tendrá serias dificultades en lograr lo que anhela: mantener las cosas como están.
Uno quisiera creer que los ciudadanos tratan de informarse antes de votar. Tengo mis grandes dudas. Mi voto, estudiado, reflexionado, y con muchas dudas, vale lo mismo que el voto de aquel que votó por alguno/a mirando una paloma porque la encontró simpático/a de cara. Es el precio de la democracia.
Pero volvamos a los programas: ambos programas, el de Guillier y el de Beatriz, no muestran los tres aspectos que para mí son fundamentales, como lo señalaba en la primera parte, que deseo destacar:
No muestran prioridades en el programa.
No muestran algún tipo de hojas de ruta (o de etapas fundamentales para cada tema), dado que esos programas no son sólo para cuatro años dado la vastedad de aspectos que tocan y la magnitud de cambios en detalle que significa cada uno de los temas programados
No se tiene mención alguna acerca de cómo se espera concretar cada uno de esos aspectos programados, (o al menos los que se hubiesen priorizado), en el caso de no obtener mayoría parlamentaria.
No puedo menos que felicitar y apoyar ambos programas, dado que, sin duda, de combinarse ambos, sería exactamente lo que la enorme mayoría de los chilenos anhelamos. Sin embargo, creo que no se pueden denominar «Programas de Gobierno», sino «Referencias programáticas para transformar a Chile en una nación económica, social y culturalmente desarrollada». Un «programa» necesitaría acotar aquello que es posible modificar en los cuatro años de Gobierno, aquello en lo que se puede dejar avanzado y aquello que seguirá siendo un anhelo para los chilenos.
Por lo anterior, sospecho que, en caso de que alguno de ellos sea elegido, tendremos nuevamente una frustración parecida a la que tuvimos con nuestra actual presidenta, que también presentó en su oportunidad un ambicioso programa del cual sólo algunas temáticas se pudieron concretar y la enorme mayoría quedó en el «veremos». Queda la sensación de que más de alguno de sus proyectos se presentó de manera poco «afinada» y que no se pudo concretar o bien se concretó muy parcialmente o bien de una manera tal que nada tenía que ver con el espíritu del proyecto original presentado al Parlamento.
Más aún, al no tener claridad de las etapas que atacarían los proyectos de cada una de las temáticas, al no existir comunicación y clarificación con la ciudadanía al respecto, la sensación de frustración y de fracaso del Gobierno actual es aún mayor. Aun cuando es posible que Bachelet en este Gobierno haya sido la que encaró el más ambicioso proyecto de reformas, queda la sensación de que faltó prolijidad, que en los casos en que algo se concretó lo que se obtuvo estaba lejos del espíritu del proyecto original y que lo que queda por terminar, si alguna vez se termina, no está nada de claro.
No vaya a ser que, en caso de ser elegidos Guillier o Sánchez (de lo cual yo no estaría optimista), terminemos nuevamente frustrados. Sería bien penoso.