A veces, estamos tan expuestos a un caudal ingente de información que las noticias más importantes se nos escapan. De repente, entre todo un batiburrillo de contenidos veraniegos, di con una verdadera noticia: original, sorprendente. El Principado de Mónaco ha organizado por segundo año consecutivo unas jornadas filosóficas: Les Rencontres philosophiques.
El paraíso del lujo, el despilfarro, los jet setters, patrocinando un evento de características internacionales con la presencia de periodistas, críticos y filósofos respetados venidos desde Alemania, Francia, España, entre otros países. Más aún, la cara visible, promotora y orgullosa patrocinadora del evento es Carlota Casiraghi, hija de Carolina de Mónaco y celebridad internacional. Participando activamente además en el desarrollo del evento como «una forma de resistencia», como el modo de difundir la importancia del pensamiento «frente a la velocidad del mundo». Nada banal viniendo de quien –en teoría- personifica el lujo y la superficialidad. Siendo además mujer joven. «¿Cómo se atreve?», dirían los puristas bienpensantes.
En ese momento me vino a la mente la curiosa y siempre poderosa alianza entre la mujer y la filosofía, a través del recuerdo a la pensadora más influyente del siglo XX: Hannah Arendt. Para mí, una heroína de juventud – nótese la falta de objetividad – por su radical independencia, su valentía y compromiso con la verdad y el sufrimiento. Una persona con una fortaleza intelectual capaz de desbancar cualquier idea incluso al pensador más influyente del siglo XX y su primer amor, Martin Heidegger. Si él proclamó el «ser para la muerte» (Sein-zum-Tode) como base filosófica, ella postuló que el simple hecho de nacer es un inicio, que cada humano es único e irrumpe en el mundo con la promesa de comenzar algo nuevo. Ese inicio y ese comienzo es lo que nos define frente a la nada.
Hannah fue una pionera no sólo en desbancar las mentiras del nazismo – en las que su propio amado y buena parte de la intelectualidad alemana cayeron por autocomplacencia o arribismo – sino también en revindicar el papel de la mujer como un ser pensante y catalizador de la vida cultural. De hecho, su primera obra tras publicar su tesis sería una biografía de Rahel Varnhagen (1771-1833), una filósofa alemana de origen judío amiga de Goethe y organizadora activa y apreciada de salones – hoy los llamaríamos jornadas- literarios y filosóficos donde se mezclaban músicos, poetas, filósofos, lingüistas, para hablar y comprender mejor la realidad simplemente confrontando distintos puntos de vista. En un ambiente plural que ayuda al enriquecimiento conjunto. ¿Podemos imaginar algo así en pleno siglo XXI?
La filosofía es una disciplina ardua, hecha para ser comunicada, difundida y con un marcado rol público. No es una fábrica de soluciones rápidas y sencillas para problemas complejos – como nos gustaría – sino que nos enseña un camino en el que a base de esfuerzo, humildad y paciencia llegamos a conclusiones que nos ayudan a mejorar el mundo en el que vivimos. Eso sí, en conjunto, con la ayuda de los demás, poniéndonos en la piel del otro, escuchando atentamente sus puntos de vista y rebatiendo inteligentemente sus postulados si hace falta. Sin la vulgaridad mesiánica de los nacionalismos.
Es obligado rendir homenaje al legado de una mujer como Hannah Arendt – libre, audaz, brillante – capaz de conceptualizar con una precisión exquisita conceptos básicos instaurados en la vida social. Ella fue capaz de criticar el nazismo y también la sacralización del marxismo soviético por parte de la progresía de izquierdas. Hoy criticaría airadamente la posverdad.
Puede que iniciativas como los Rencontres de Madame Casiraghi continúen con fuerza ese legado ilustrado de amor por la reflexión y el progreso, analizando temas actuales como la importancia de la conversación o la banalización de la violencia y la presión que ejerce sobre la democracia. Temas de importancia capital en nuestros días. Lo que está claro es que, bien sea en el siglo XIX o en pleno siglo XXI, el papel de las mujeres como catalizadoras del pensamiento y el compromiso social sigue más vivo que nunca. Algo que debemos celebrar.