En diversas partes del mundo las cometas se elevan por los cielos en los meses de primavera y verano para decorar los cielos azules, así como para tener una actividad al aire libre que refleje la libertad y ligereza.
Bogotá, la capital colombiana, no tiene estaciones metereológicas y por ende no tiene una primavera o un verano para volar estas piezas de arte por los cielos. Pero el mes de agosto, por sus fuertes vientos, se convirtió en la época para desempolvar las cometas y tomarse los parques, plazoletas y cualquier otro lugar sin obstáculos para divertirse con esta actividad.
En ese mes las calles y las tiendas se convierten en vitrinas llenas de colores, de diseños y de novedades en cuanto a cometas, inspirando a niños y a grandes para que tomen un tiempo libre y casi literalmente salgan a dejar volar su imaginación. Las hay típicas de forma hexagonal con largas colas hechas de trozos de tela, así como otras que parecen estructuras futuristas sacadas de un libro de ciencia ficción.
Existen pequeñas, gigantes, redondas, cuadradas, de varios niveles, de aquellas que puede volar cualquier niño y otras que necesitan un piloto experto para que se eleven y aterricen.
Una buena exhibición de cometas, así como un buen sitio para ir a volarlas como aficionado, es el Festival de Verano de Bogotá que tiene como sede principal el Parque Simón Bolívar. En el marco de este festival, hay varias exhibiciones y concursos de cometas, siendo ampliamente popular entre los habitantes de la capital colombiana.
Entre las exhibiciones que más público atraen están las de las presentaciones musicales, en las que estos elementos se elevan por el cielo y son puestas a bailar al ritmo de diferentes estilos musicales desde el suelo. Allí llegan expertos de diferentes rincones del mundo a hacer diversos tipos de danzas en lo más alto.
Y si se quieren ver más espectáculos de cometas, sólo se tiene que ir a la pequeña población de Villa de Leyva, en las cercanías de Bogotá. Allí hay un festival que dura tres días en agosto en el que se hacen tanto presentaciones como concursos, que hacen que la belleza de este pueblo colonial se mezcle con los colores y las texturas que se forman sobre el lienzo azul de la bóveda celeste.
También se aprovecha este marco para que los artesanos de cometas muestren al público todo el arte, y la ciencia, que tiene construir cada uno de estos elementos para que sea capaz de mantenerse en el aire sin precipitarse de inmediato ni romperse a los pocos minutos. Y niños y adultos tienen la oportunidad de tomar talleres para poner sus propias creaciones en los cielos de la población.
Si nunca se ha volado una cometa, este mes brinda mil y un motivos para intentarlo por primera vez. Tanto para descubrir la inocencia infantil que lleva intrínseca esta actividad, como para tener destellos del sentimiento de libertad que tienen los pájaros cuando despliegan sus alas y se dejan llevar por el viento.