Sin duda uno de los lugares más visitados de Roma, es el Coliseo, con una media de 25 mil visitas diarias. En segundo lugar, se encuentran los Museos Vaticanos que, para ser precisa, no se encuentran en Roma, sino en uno de los países más pequeños del mundo, la Ciudad Estado del Vaticano, con un número de visitas diarias de 28 mil personas.
Los llevo hasta aquí porque deseo compartir mi experiencia de poder visitar este lugar todos los días sin perder jamás el maravillarme con sus tesoros artísticos e históricos, enriqueciendo mi espíritu de manera inconmensurable y transmitir a quien me escucha y lee, la pasión que me provoca el privilegio de transitar por este lugar.
El frenético ingreso, la emoción de lograr un sueño, el ansia de la espera por llegar a este lugar, el cansancio y las, a veces, extremas condiciones climáticas, hacen que el estado en que llegan turistas y peregrinos sea de una gran responsabilidad para quien, como yo, los conduce y los guía en este anhelado encuentro.
Introducirlos al sorprendente mundo artístico, teológico y por qué no, también espiritual, de las obras de Miguel Ángel Buonarroti, es mi principal objetivo.
Soy una contadora de historias, mis años de experiencia, me han enseñado que fechas y nombres se olvidan rápidamente, pero las anécdotas y cuentos, no. Quiero que cuando terminen la visita, sepan que Miguel Ángel era un genio, pero también un ser humano, que tenía problemas de socialización, que era obsesivo y perfeccionista, que fue de pocos amigos, más bien huraño. Que no se reconocía como pintor, que miraba la pintura como un arte menor, pues decía que no tenía nada de creativo pintar, solo se copiaba lo que se veía.
Y aquí estamos, quinientos años después, hablando de su extraordinaria obra como pintor, la Capilla Sixtina.
He acompañado miles de personas, de distintos países de habla hispana y la disposición para visitar este lugar es tan distinta como los países que representan.
Están los que se pierden, que dicen que escuchan por el audífono mis instrucciones, y siguen una ruta propia; los que son muy obedientes y siguen correctamente lo que les digo, los que están interesados nada más que en llegar a la Capilla y ver las pinturas del Buonarroti.
En el gran Patio de la Piña, de estilo renacentista, comienzo mi historia, desde el inicio, como todo cuento bien contado, les hablo de los mártires cristianos, de su clandestinidad, de las Domus Eclesiae o de como los primeros cristianos se reunían en casa de algún amigo para realizar su rito, dentro de ese pequeño lugar que, con la asunción de Constantino como emperador del Imperio Romano, llegó la libertad de culto, poniendo fin a la persecución abierta de los cristianos.
Hoy nuevamente se persiguen creencias religiosas e ideologías, pero esa es otra historia.
Recibo la atención de mi grupo y les relato que la “basílica” como edificio, existía ya antes del cristianismo y era un simple edificio público, el cual fue adoptado por los cristianos para realizar su culto y que lo hicieron tan bien que hoy cuando nos mencionan la palabra “basílica” no imaginamos otra cosa que no sea un lugar de culto o rito religioso.
Luego de bajar el ansia de los asistentes, me dirijo a los paneles apósitos, para explayarme en la historia más emocionante que es la de narrarles cómo Miguel Ángel, realiza primero el techo de la capilla y luego El Juicio Universal, en la pared del altar.
Cuando les explico que la Capilla Sixtina, aparte de contener la obra pictórica del maestro, es el lugar donde se elige el Papa, el sucesor de Pedro, en donde se realiza el cónclave, y que ellos tendrán acceso a uno de los lugares más importantes de la historia de la iglesia, sus ojos se agrandan y hasta percibo el respiro agitado de quienes siguen mis movimientos.
Luego de atravesar las grandiosas galerías, de los Candelabros, los Tapices y las Cartas Geográficas, los noto cansados y les pregunto - “¿ven ese cartel con letras rojas? ¿Qué dice?” Un coro de voces agitado responde: —¡Cappella Sistina!.
—Muy bien, felicitaciones, ¡hemos llegado finalmente al lugar de destino!
Todos nerviosos comienzan a mirarse entre ellos y les aseguro que no los abandonaré, entraré con ellos y los dejaré admirar tranquilos el ciclo pictórico de Miguel Ángel.
La pequeña puerta de acceso se presenta como un pasadizo secreto de emociones, entras y sientes como si una fuerza eólica te llevara suspendida por los aires, la atravesamos para introducirnos al corazón del arte renacentista, sincronizamos espíritu y mente con una de las obras pictóricas más importantes de la historia del arte, la emoción llena nuestros corazones.
Los dejo en silencio, mi misión está cumplida, antes de salir, pido al Cristo juez del Juicio Universal, un poco de benevolencia, me retiro con el alma llena de rostros inquietos y complacidos, satisfecha de haber transmitido un poco de pasión y quizás haber despertado algo de curiosidad en sus mentes.