Actualmente está habiendo una deriva hacia un replanteamiento de los principios éticos en los que se –supone- sustenta la sociedad. Esos pilares que se consideraban innegables en una sociedad civilizada, como el caso de los DD. HH, están empezando a ponerse en duda. La crisis económica, política y social que se vive a nivel global está generando Gobiernos más nacionalistas y menos aperturistas. Los Estados están poco a poco cerrándose a lo extranjero en un intento de salvar lo suyo y despreocupándose cada vez más de lo que le pueda ocurrir al resto, luchando contra el mismo mundo globalizado que han contribuido a crear. «Una cosa es ser solidario y otra es serlo a cambio de nada» dijo Rajoy en 2015, plasmando brillantemente en una sola frase el concepto mismo de la geopolítica global contemporánea: la ética está de más, solo importa el beneficio.
Salidas y encierros: la desglobalización
En este momento de la historia estamos viendo cómo la salida de Reino Unido de la Unión Europea está tensando las relaciones entre ambas partes a cada día que pasa. Los primeros quieren obtener el mejor acuerdo posible mientras que los segundos quieren sancionar severamente el brexit con el fin de evitar el efecto llamada. Mientras tanto en Francia una gran parte del electorado apoya a una candidata que afirmaba en un mitin el pasado marzo que si ella llegase a la presidencia –algo que finalmente no ha sucedido- provocará la muerte de la Unión Europea, el fin de la "globalización salvaje" y el "desenmascaramiento del multiculturalismo". Estas afirmaciones, sumadas sus intenciones de poner fin a toda inmigración “legal e ilegal”, dejan más que clara su postura antiaperturista.
Las cosas al otro lado del Atlántico tampoco son muy diferentes. En Estados Unidos, Trump ha enfocado su política hacia un proteccionismo comercial feroz, no en vano uno de sus eslóganes más sonados ha sido Buy American. Hire American. En esta línea, el presidente estadounidense firmó el pasado mes de abril una orden bajo el citado eslogan dirigida a revisar acuerdos comerciales y que podría endurecer los requisitos de algunos visados, con el fin de forzar a las empresas a contratar a trabajadores estadounidenses. Teniendo en cuenta la influencia que tiene EEUU en el resto del mundo no sería descabellado pensar que otros Estados se adhiriesen a esa corriente proteccionista, y si sumamos la situación en Europa, bien podría ser la tendencia general durante los próximos años.
Olvídate de los humanos. ¡Salvemos a los mercados!
Desde un primer momento la globalización se planteó desde un punto de vista neoliberal, enfocándose exclusivamente en los temas económicos y obviando cualquier aspecto social. Se estandarizó un mercado global mientras que se dejó a cada país tener su propia política laboral. Esto propició la deslocalización de numerosas empresas, ya que encontraron fuera de sus fronteras una mano de obra mucho más barata –rozando la esclavitud en algunos casos- y unas ventajas fiscales sin comparación. La corriente neoliberal imperante estaba de su parte, pues el objetivo de cualquier empresa es expandirse minimizando gastos y maximizando beneficios, y no se le puede recriminar que lo haga mientras sea legal. Esta situación prolongada durante años ha provocado una progresiva destrucción del mercado laboral de origen de esas empresas, tanto en cantidad como en calidad de empleos –por no hablar de los derechos de los trabajadores.
Tras la crisis mundial de 2008 se han visto infinidad de excesos de un sistema disfuncional. Con el propósito de salvarlo, los diferentes Gobiernos pusieron en marcha todo tipo de medidas de austeridad y recortes. Todo valía con tal de lograr ese fin y la sociedad ha ido aceptando poco a poco no solo el deterioro del Estado de bienestar, sino también el de los derechos sociales y laborales. Cosas como empleos de 40 y más horas que no dan para pagar una vida, el cierre de fronteras a refugiados huidos de la guerra, o que se deje morir ahogadas a personas a pocos metros de la playa con tal de que no entren en el país ilegalmente empezaron a permitirse. A la par, el descontento social aumentaba, así como el rechazo a todo lo que tuviera que ver con el establishment ligado a esa globalización. La brecha entre ricos y pobres había ido creciendo durante décadas y la gente vio cómo fueron las clases más desfavorecidas las que sufrieron los efectos de los excesos y la falta de regulación de los mercados.
Estos factores crean un clima perfecto para el discurso nacionalista, completamente contrario a la inmigración y que ve el aislacionismo social y económico como una solución para mejorar la situación de su respectivo país. Ese discurso arremete contra todo lo extranjero como causa de sus males y al mismo tiempo plantea que ese modelo neoliberal que nos ha llevado a la gran brecha de clases y a la crisis financiera es viable a nivel doméstico –donde los derechos laborales están estandarizados. Curiosamente, y aunque se critique los efectos negativos que ha tenido el neoliberalismo a nivel global, no se pone en duda el modelo, sino su escala.
Lo nuestro
A lo largo de la historia hay muchos ejemplos de cómo las sociedades que se han cerrado a otras se han desarrollado mucho más lentamente e incluso se han llegado a extinguir. Somos un animal social y como tal creamos sociedades, y lo hacemos en conjunto dado que como individuos solitarios jamás lo habríamos logrado.
En la sociedad globalizada actual resultaría contraproducente desentenderse de la situación de otro país dado que ésta acabará afectando al propio de una u otra manera, independientemente de lo mucho que un Estado se aísle. De igual manera, cada ciudadano no puede desentenderse de lo que le sucede al de al lado –o al de más allá- ya que la situación de uno acabará repercutiendo en el otro. Sin embargo, seguimos pensando en términos de nosotros y ellos, en salvaguardar lo nuestro frente a lo suyo, y con ese propósito hemos dejado de lado todas esas cosas que decíamos valorar del ser humano como son la compasión, la solidaridad, la confianza o el apoyo mutuo.
El ser humano solo ha conseguido prosperar como especie actuando en sociedad. Primero fueron tribus, clanes y hordas, y más tarde ciudades, reinos y estados. En la sociedad globalizada en la que vivimos actualmente se hace necesaria esa conciencia global para prosperar en lugar de regresar a la tribu. No tiene por qué ser necesaria una invasión alienígena para que la sociedad asuma que cada persona es necesaria, que somos de la misma especie y que en conjunto podemos alcanzar una sociedad en la que todos los seres humanos gocen de calidad de vida.
Y es que el futuro será en común o no será.