La industria musical ha sido desde sus inicios una industria sexista, en la cual las mujeres han estado excluidas de los espacios de toma de decisión. La presencia de las mujeres en los sellos discográficos, así como en roles de productoras, editoras, contratistas, mánager y cazatalentos ha sido en el pasado y aún en la actualidad limitada, lo cual sin dudas ha dificultado la incidencia de las mujeres en el ámbito musical.
Siguen siendo los hombres en su mayoría quienes deciden quiénes deben ser representados, el apoyo monetario, publicitario y mediático que cada artista deberá recibir, el costo de venta de la producción discográfica, giras, pero también quienes deben ser promocionados y transmitidos en las grandes cadenas de radio.
Las mujeres, si bien representan una proporción importante de los compositores de la industria, pocas veces reciben los créditos y reconocimiento por ello, con frecuencia son invisibilizadas, siendo sus letras la más de las veces interpretadas por cantantes masculinos. Así mismo, las mujeres que hacen vida en la industria musical como cantantes y que logran éxito han sido sexualizadas, son convertidas en objetos de consumo porque “el sexo vende”, en donde, además de sus letras y voces, lo que a la industria le interesa es exhibir sus cuerpos semidesnudos en video clips y conciertos, aunado a bailes erotizados y sugerentes que logren satisfacer las fantasías masculinas socialmente creadas.
Así mismo, también han sido denunciados los abusos y formas de violencia a las que son expuestas una cantidad importante de mujeres –principalmente las más jóvenes- por parte de sus manager y productores, quienes en los procesos de captación y producción se han aprovechado de las obligaciones contractuales para someterlas a formas de violencia psicológica y verbal, pero principalmente para convertirlas en victimas de múltiples y repetidos abusos sexuales.
Sin embargo, uno de los aspectos en los que se hace manifiesto con mayor énfasis el sexismo, la violencia e incluso la misoginia ha sido en las letras de las canciones. En los diversos géneros musicales que van desde el bolero, la balada, el merengue, la salsa, el rock, el pop, el hip hop, el rap, el folk, la electrónica, el grunge, el reggaetón, entre otros tantos géneros musicales, las mujeres aparecen con frecuencia como la fuente de las desgracias masculinas; la mujer mentirosa, la mujer que engaña, que rechaza, que hace sufrir y rompe el corazón, la mala mujer, la mala madre y esposa, la mujer estereotipo, la mujer objeto, la mujer cuerpo, la mujer como fuente para la satisfacción del deseo sexual masculino.
Si bien este hecho siempre ha estado presente en la industria musical, ha sido colocado nuevamente en el tapete debido a la más reciente producción musical del cantante colombiano Maluma titulada Cuatro Babys, y cuyo carácter sexista y misógino fue denunciado en una publicación del Huffington Post por la artista visual y activista Yolanda Domínguez.
Esta producción musical y el video que la promociona se encuentra sin dudas cargado de estereotipos de género y formas de violencia mediática y simbólica contra las mujeres, quienes aparecen cosificadas, sexualizadas, como un harén, dispuestas y sexualmente disponibles para el hombre representado como poderoso y dominante, con frases como:
Estoy enamorado de 4 babys. Siempre me dan lo que quiero. Chingan cuando yo les digo. Ninguna me pone pero. Dos son casadas, hay una soltera, la otra medio psico y si no la llamo se desespera. La primera se desespera, se encojona si se lo echo afuera. La segunda tiene la funda y me paga pa que se lo hunda.
En esta letra y el videoclip que lo acompaña se enfatiza e hipersexualiza el cuerpo de las mujeres, son descritas sus capacidades como amantes, pero sobre todo su disposición a realizar cualquier acto que satisfaga al hombre protagonista de la historia, pero también a sus amigos. Maluma naturaliza la violencia contra la mujer, la cosificación, pero, sobre todo, con sus letras promueve el acoso y la violencia sexual como forma válida del relacionamiento entre hombres y mujeres.
Pero una de las cosas más preocupantes es que ante las acusaciones de machismo el cantante ha respondido a través de las redes sociales “hoy a ningún varón debería afectarle que lo acusen de machista, misógino, etc. Son términos que hoy se usan como arma arrojadiza para censurar”. No obstante, no debemos perder de vista que Maluma no es una causa, es una consecuencia, una cara visible de un sistema social y una industria musical en la cual el sexismo, la discriminación, la violencia y la cosificación de la mujer es continuamente naturalizada, aceptada y promovida.