La familia es un lugar de encuentro intergeneracional, un espacio privado de confianza y estabilidad emocional. Es la institución social mejor valorada en España. Sin embargo, en las últimas décadas ha experimentado importantes cambios en su estructura interna, y los nuevos modelos familiares son ya una realidad. ¿Qué papel desempeñan nuestros mayores dentro del seno familiar?
El cambio demográfico producido en las últimas décadas en nuestro país ha dado como resultado un descenso conjunto de las tasas de mortalidad y las tasas de natalidad. En España hay más de ocho millones de personas mayores de 65 años, muchas de las cuales conviven con sus hijos y nietos. Sin embargo, el tradicional modelo de familia en el que convivían tres generaciones a la vez ha decrecido por los propios cambios de la sociedad.
Las redes familiares se han complejizado notablemente y la imagen de la abuela cosiendo frente al fuego mientras los nietos escuchaban sus historias pertenece al pasado. Cada vez se vive más en familias intergeneracionales, lo que conduce a una complejidad de las relaciones familiares, por un lado, y a un aumento de la potencialidad de ejercer más roles familiares que antes, cuando los abuelos/as eran en volumen y proporcionalmente menos que en la actualidad.
La relación padres-hijos-nietos ha variado notablemente en parte por la incorporación de la mujer al mercado laboral, el aumento del número de separaciones, el hecho de que muchas personas tengan hijos sin tener pareja estable y porque el concepto de anciano está sujeto a modificaciones, ya que cada vez las personas mayores son más activas y tienen una vida más independiente de los hijos. Sin embargo, es curioso como ese rol de vejez activa no ha cambiado para nada las lealtades de los mayores hacia los hijos.
Un cambio en el modelo tradicional
Los abuelos son un recurso importante tanto para los padres como para los niños. Cuidan a menudo de sus nietos cuando los padres no pueden hacerlo por cuestiones laborales, sirven de ayuda financiera en numerosas ocasiones y son un apoyo emocional de primer orden. Pero algo ha cambiado en el modelo tradicional de familia y en la forma en la que el mayor acepta su papel dentro de ella. En la actualidad, sólo una enfermedad que imposibilite a la persona mayor a vivir sola, la escasez de recursos económicos o, en algunos casos, la viudedad, provocarán que los mayores decidan dejar su casa para irse a vivir con alguno de sus hijos.
La independencia y el deseo de no molestar son muy valorados por los mayores de 65 años que, por otro lado, simultanean esta situación con su deseo de mantener el contacto diario con sus hijos y familiares más queridos.
Convertirse en abuelo significa adoptar y ejercer un nuevo rol que los sociólogos denominan “abuelidad” de la misma forma que se ejerció el rol de la paternidad/maternidad o el de la filiación. A algunas personas adultas no les gusta que les llamen abuelos por los estereotipos asociados a la abuelidad, que se unen además a la vejez. Es necesario poner al día los estereotipos de anciano y familia a través de la enseñanza sobre la realidad biológica, psicológica y social de la vejez desde la infancia y a toda la sociedad a través de imágenes (en los medios, por ejemplo) que reflejen más acertadamente la realidad actual.
Integrar de un modo justo y natural a las distintas generaciones es una asignatura pendiente de nuestras modernas sociedades. La persona mayor tiene que sortear muchas barreras que van más allá de lo físico, ya que el entorno social parece querer enviarle el mensaje de que para ser alguien en este mundo hay que ser joven. Resulta difícil aceptar así la vejez, aún cuando es el momento de la vida en el que se debería alcanzar mayor plenitud por la experiencia adquirida con los años.
La relación abuelos/nietos
En 2015 se produjeron en nuestro país 101.357 casos de nulidad, separación y divorcio, de los cuales al menos un 30 por ciento fueron en desacuerdo por parte de los cónyuges. Cuando se da una situación conflictiva en el proceso de separación muchos abuelos se encuentran con la dolorosa imposibilidad de ver a sus nietos.
Los derechos de los abuelos respecto a los nietos no se respetan con mucha frecuencia. La relación abuelo-nieto está recogida en el Código Civil, pero existía un vacío legal que dificultaba el derecho de los abuelos a ver a sus nietos. En 2003 se aprobó la Ley 42/2003 de 21 de noviembre que modificaba el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de relaciones familiares entre nietos y abuelos. Esta reforma presenta no obstante muchos vacíos y, en la actualidad, es cada juzgado quien decide de forma dispar la intervención y derechos de los abuelos en este tipo de situaciones matrimoniales.
La presencia del abuelo en el seno familiar implica una serie de ventajas muy claras ya que las personas mayores tienen una gran capacidad de adaptación a las nuevas situaciones. Además, su experiencia les hace depositarios de una gran sabiduría que puede resultar muy útil en las situaciones cotidianas.
La ayuda es mutua porque compartir la vida con sus hijos y nietos devuelve al mayor su sentido de utilidad y le ayuda a superar el complejo de culpa que a menudo acompaña a la convivencia intergeneracional. No olvidemos que si el abuelo percibe que es una carga para su familia se sentirá especialmente frustrado e inútil.
La familia continúa siendo el principal soporte social de la persona mayor en todas las sociedades, aún en las más desarrolladas económica y socialmente. Lo único que ha cambiado en este sentido es las tareas que los familiares realizan. Por ejemplo, en el ámbito económico, la mayor parte de las personas de las sociedades más desarrolladas tiene medios suficientes para no necesitar del apoyo de sus hijos adultos. Antes, y hoy en otras sociedades, no podían vivir sin el apoyo familiar.
Diversas investigaciones señalan que la relación ideal entre abuelos y nietos se da cuando el contacto entre ellos es regular y continúo y los abuelos desempeñan su propio rol sin ser sustitutos de los padres.
Por regla general, la relación con los abuelos maternos suele ser más estrecha ya que es frecuente que la madre mantenga una relación más estrecha con sus padres. Lo que nadie parece discutir es la importancia que una buena interacción abuelo-nieto puede desarrollar en el conjunto de las relaciones familiares, porque contribuye a reducir la distancia afectiva entre generaciones proporcionando un ambiente en el que los más jóvenes del núcleo familiar se sentirán integrados y arropados.
Síndrome del nido vacío
Cuando los hijos abandonan el hogar muchos padres sienten una gran ausencia que en algunos casos puede dar lugar a sentimientos de tristeza y desasosiego que, por fortuna, suelen ser pasajeros. Es lo que se conoce como el “síndrome del nido vacío” (SNV), una expresión que define el grado de afectación que supone, sobre todo para las madres, este hecho lógico y natural.
Los hijos han llenado la mayor parte de sus vidas y de repente, se marchan. Lo han hecho todo por ellos, preocuparse por sus problemas, educarlos, hacer suyas sus inquietudes… Es una marcha esperada pero no por ello menos dolorosa.
La familia es un ser vivo cambiante que atraviesa por diferentes etapas en su desarrollo y resulta necesario conocer sus ciclos evolutivos para entender por qué acontecen crisis o situaciones difíciles. La emancipación de los hijos supone, entre otras cosas, el reconocimiento de que los vástagos se han convertido en personas adultas y tienen la necesidad de vivir de forma autónoma.
Es generalmente la madre quien nota de forma más marcada este hecho ya que, con la marcha de los hijos, se siente sola y no sabe en qué ocupar su tiempo. En el caso de las amas de casa el problema se agudiza porque han dedicado todo su tiempo a la casa y la cría de los hijos y la comunicación que han establecido con ellos es incluso más fuerte que con su pareja.
Cómo superarlo
Es un momento ideal para que los padres comiencen a dedicarse por completo de su vida en pareja. Es lógico que con los años se haya modificado la manera de vivir y disfrutar del ocio, incluso es posible que se hayan dejado de hacer esas cosas que les gustaban cuando eran más jóvenes.
Es hora de disfrutar del tiempo libre y de la compañía del cónyuge. Ir al cine, salir a cenar o aprovechar para conocer nuevos lugares ayudará a superar la sensación de vacío. Lo más importante es vivir la situación como algo positivo, pensando que el hecho de que los hijos se vayan de casa y sean independientes es, en parte, un éxito. Durante todos estos años han recibido una educación que les ha permitido ser autosuficientes.
No olvidemos que para muchos padres el “nido vacío” es una expectativa deseada porque anuncia una etapa de mayor libertad en sus vidas. En algunos casos se percibe como una etapa de liberación, en especial cuando la salida del hogar se ha demorado mucho tiempo, ya que las diferencias intergeneracionales y de costumbres e intereses propicia roces que provocan una convivencia poco armónica. Sea cual sea el caso, afrontar la situación con naturalidad es la manera más inteligente de llevarla.