Es casi imposible llevar la antorcha de la verdad a través de una multitud sin chamuscarle la barba a alguien
(Georg Ch. Lichtenberg, Profesor de física y científico alemán)
El viento frío y húmedo adormece el dolor de cabeza de Pablo. Siente como un ardiente martilleo en su cabeza cuyo sordo dolor solo es apaciguado por el gélido soplo de principios de diciembre.
Entra en casa y exhala un inapreciable saludo que se pierde en el ulular del viento que se cuela por las ventanas. Solo el seco ruido de la puerta al cerrarse informa de su llegada.
Pablo quiere perderse en el oscuro infinito del atardecer como se pierden las hojas que bailan arrastradas por el viento. El eco ronco de la migraña acucia de nuevo a Pablo y se mezcla con el estruendo de voces y angustia que un día más, resuenan en su vida.
Pablo, un día más, trata de contener su malestar mientras las grietas de su congoja emergen en forma de lágrimas. No quiere volver al colegio. No aguanta un días más.
El golpeteo de la jaqueca no duele tanto como el puñal de ser ignorado, ninguneado. Día tras día, la misma triste canción. Día tras día, se repite el estribillo. Cambia alguna estrofa: un día le llaman hijo de puta, otro día le llaman idiota, cualquier otro, tratan de pegarle.
¿Es bullying, esto?, se pregunta, mientras ve su juventud escurrirse y marchitarse sin que nadie le ayude. No hay solución. Con suerte, tres días de expulsión para los canallas. Una suerte, tres días de libertad, jalean los culpables.
Pablo, alumno aventajado del saber, se sentía descubrir las hermosas estrellas infinitesimales que componen los copos de nieve cada vez que aprendía algo nuevo. Mil piezas de mil cortes diferentes comenzaban a encajar y a desvelarle los mensajes del código oculto del mundo.
Pero últimamente solo sentía frío al toparse con esos copos de nieve y los mensajes descifrados del inmenso puzle de la vida le contaban oscuros retratos de miseria humana.
Pablo escribe su cuento de navidad entre gotas de lágrimas y tinta cuando un tenebroso y punzante pensamiento asalta su mente. No quiere volver al colegio. No aguanta un días más.
Pablo ya no cree en un mundo que ignora su problema y el de tantos. La tele habla de bullying, sí, pero no de su bullying. Pablo piensa en esa joven que se sienta en primera fila, de una inteligencia hambrienta, desheredada del sistema educativo que la ignora. Otra silenciosa víctima de lo educativamente correcto.
Pablo quiere volver a cambiar de instituto o de colegio, igual da. Pablo no es un alumno. Trabaja en un colegio de un barrio del extrarradio, o en un instituto con las clases más complicadas o en un centro del centro de una ciudad. Da igual. Pablo no quiere volver a clase. No aguanta un día más.
Dedicado a todos los maestros y profesores que se dejan la piel desembrollando las realidades más ignoradas de nuestra sociedad presente, que será nuestro futuro, pues la verdad quema.