Hablaba no hace muchos días con alguien que me preguntó ¿dónde están los lobos? Le miré contenida esperando que me explicase. Jorge, lisboeta de nacimiento y degustador de charlas diferentes a lo que oye en los medios de comunicación, desarrolló el sentido de esa pregunta: si las ovejas se dejan llevar por líderes políticos pregoneros, insensatos y enfermos de ego es porque no existen los lobos. Ya no existen los grandes hombres, la punta de lanza que define al dirigente político de un partido.
Cuanta verdad hay en que las ovejas, yo misma, necesitamos no perder el respeto a los que intentan dirigirnos, a esos que les damos nuestro voto, a esos de los que se espera que gestionen nuestro país para que tengamos pensiones, sanidad, educación, empleo, infraestructuras, ocio… esos que están sentados en el Congreso y que a ser posible preferimos que no sean como niños en el patio del colegio.
Son tiempos de populismo, son tiempos de vendedores ambulantes que anuncian un nuevo gobierno progresista como el que anuncia un crecepelo infalible. Señor Sánchez, en política desgraciadamente no hay nada infalible, y lo que funciona y está probado nos ha costado casi cuarenta años de democracia. Probar el “no es no”, solo ha demostrado que no hubo en nuestra historia un dirigente tan absurdo en su discurso político.
El pasado 26 de junio, el PSOE perdió cinco escaños y el PP ganaba catorce, el sentido natural de la inercia política dejaba claro la voluntad democrática del centro-derecha. Pero Pedro Sánchez lo tuvo que ver muy diferente y, sintiéndose partido visagra, se encadenó a la farola del “no”. No solo olvidó el fracaso rotundo del PSOE, sino que pasó de tener las llaves del gobierno a convertirse en ocupa en una casa donde no le querían, su propio partido.
En las autonómicas gallegas y vascas, Sánchez tampoco se amilanó, ya era un experto en la perdida de votos. Pero es lógico, no se dio por aludido porque estaba de recreo intercambiando el bocadillo con Pablo Iglesias, su gran amigo. Se postulaba a espaldas de su partido para ese gran pacto presidencial progresista.
El solito se mostró casi en la misma mano como el adversario del PP y del PSOE. Tirando del viejo recurso de: o él o el PP, y con una sobreactuación magistral, puso a sus colegas de partido como conspiradores de la izquierda. Supongo que en esta conjura sanchista, donde Podemos y los independentistas ya se frotaban las manos de ver el festín que se iban a dar, Pedro olvidó que los aspirantes a presidentes también sufren mociones de censura y que las dictaduras gozan de mala reputación.
A porta gayola, el exlíder del PSOE pretendió forzar un Congreso Federal para desafiar a los barones territoriales y a toda la plana mayor de antiguos dirigentes del partido. Torero donde los haya, seguía sin entender que imitar a Podemos y simpatizar con los independentistas en nuestro país te cuesta el voto, seguía sin entender que estaba institucionalmente destrozando a su partido, seguía sin entender que tenía que renunciar a su cargo, seguía sin entender que estaba paralizando todo un país y seguía sin entender que Podemos no quiere pactar con el PSOE, quiere aniquilarlo.
Ha sido alarmante ver cómo se aferraba a un cargo para el que ya estaba deslegitimado, donde su único mensaje ha sido obsesionarse contra el PP. Se requiere más altura política cuando un país está bloqueado institucionalmente, se requiere ser un lobo astuto que agrupa a la manada y que no pierde la identidad pactando a cualquier precio con los ansistemas.
Lo que no ha entendido Pedro Sánchez es que aún dándole la mano al PP hubiese ganado, porque el PSOE nunca fue un partido sectario y fanático. Ha tenido en su mano demostrar que su partido es una opción socialdemocrata sólida que sabe gobernar en coalición, algo que se exige en los tiempos que vivimos. Ahora el PSOE tiene un gran problema de liderazgo e identidad, y lo que parece después de esta lenta agonía es que no sabe adaptarse a las exigencias de un socialismo moderno y alternativo.
Con octubre ha llegado la esperanza a nuestro país y Sánchez se ha ido sin opciones a más pucherazos, tendrá que cocinar en su casa a partir de ahora. Al PSOE le toca afrontar su papel para permitir la investidura de Rajoy y que forme un gobierno en minoría. Y ya que estamos, los socialistas pueden ver esto como una oportunidad y renovarse para ser el gran partido de la oposición o pueden convertirse en un reducto que beneficie a Podemos.
Por supuesto que Sánchez se presentará a las primarias a pesar de su desastrosa campaña, porque le inspiran películas como Titanic, largas y con hundimiento a lo grande. Incitado por su amigo socialista catalán Iceta y su mejor amigo Cesar Luena, se ofrecerá de nuevo como la única opción para Secretario General del partido y futuro presidente del gobierno. Hará de madrastra mala con Susana Díaz, y le preguntará a los militantes “espejito, espejito ¿quién es el mejor candidato del reino socialista?”
La gran duda es saber si la militancia socialista le dirá a Pedro “no es no”, o si por el contrario inflarán más la burbuja hasta reventar el partido socialista.
Estará Pablo Iglesias pensando, ¿si Pedro se come al PSOE se cuenta veinte él o me las cuento yo?