Sin mirar la definición en el oráculo de Wikipedia, diría que la historia es la recopilación de relatos sobre las experiencias pasadas de una cultura a nivel local, regional, nacional... Un relato lineal que da sentido y estructura al sentimiento de adhesión a esa cultura en particular. A gran escala, la historia que conocemos sobre nosotros, sobre los demás pueblos, es un producto parcial creado para favorecer la mitología y el heroicismo patrio, a veces creado sin más prueba que el deseo de que las cosas hubieran pasado tal y como se cuentan.
Esa definición de la historia como la recopilación de las vivencias de la humanidad es una forma de aproximación muy actual. Antes no se tenía una visión global, que tendría en consideración varios factores. Eso ha permitido que aún se pueda contar sin escándalo que Colón no era esclavista ni saqueador, sino un curioso navegador y comerciante que descubrió América. Evidentemente no es así, pero la historia de la humanidad entonces era sólo el relato que escribían los europeos. Siempre bienintencionados y curiosos.
La historia de España está llena de estos relatos que dan sentido heroico al sentimiento nacionalista, pero no por ello ocurrieron en realidad. Uno de los ejemplos más claros es la idea de la "Invasión y la posterior Reconquista de España". Se estudia muy pronto en las escuelas; yo recuerdo estudiar la idea de la reconquista ya en la escuela primaria. Se estudiaba la idea, no los hechos, sólo el concepto de que habían venido desde fuera, nos habían hecho retroceder hasta las montañas del norte y desde allí habíamos recuperado lo que era nuestro ocho siglos después gracias a la paciencia inconmensurable de los españoles de verdad. Para ilustrarlo todo y que lo pueda entender hasta un niño, se presentan a los principales héroes de la historia y se habla de "El Cid", de los Reyes Católicos...
¿Cuál es la historia que se cuenta?
Un grupo de árabes, liderados por Taric, el número varía de un historiador a otro, pero de entre 25.000 y 40.000 personas, cruza el océano en el año 711 para luchar al lado del Rey visigodo Witiza en contra de su adversario y pretendiente al trono, Don Rodrigo.
El ejército de Taric derrota fácilmente al de Don Rodrigo en la batalla de Guadalete y es entonces cuando cambia de idea. Decide quedarse en la península y tomarla por la fuerza. Con su ejército parte hacia Sevilla, donde más tarde obtiene su segunda victoria, y en poco más de tres años se habrá hecho con el control de la mayor parte de la península ibérica, salvo algunos territorios montañosos al norte.
Esta situación de control político del invasor dura más de ochocientos años, hasta que los reinos cristianos del norte se unen para expulsar la barbarie de España y restaurar gobiernos de tranquilidad religiosa.
Es un relato que tiene sentido y además cuadra con toda la historia posterior y anterior, porque está contado de manera que se permite ese acople lineal en el tiempo. En esos aspectos, la memoria en el cerebro funcionaría de igual manera. Es duro reconocer que la mayoría de recuerdos que tenemos son inventados, nuestro cerebro reconstruye el recuerdo cada vez que lo piensa, no es un archivo que está guardado en un cajón mental, sino el resultado de conexiones y asociaciones de neuronas de distintas partes de la corteza cerebral sobre todo, que cada vez que se ponen juntas se modifican. Por eso un recuerdo al cabo de los años es distinto: se te olvida la ropa que llevaba la gente, pero al recordarlo tu cerebro inventa esa ropa; se te olvida exactamente quién estaba en qué acontecimiento y puedes recordar a gente en eventos donde no estaban... pero no importa, esos olvidos y esos reemplazos no se tienen como pérdidas, porque al cerebro lo único que le importa es tener una historia global y lineal sobre nuestros recuerdos, sobre nuestra experiencia vital, ya que es la columna vertebral de nuestra personalidad y nuestro Yo. Somos quienes somos porque tenemos una historia a la que acudir para que nos lo diga.
¿Qué sería de la idea actual nacionalista de una España católica si esa España de la cruz simplemente decidió poco a poco ser árabe? Pues para que nadie sepa la respuesta, se cambia la pregunta. Hasta el siglo XIX, ningún texto de ningún historiador o crónica en épocas anteriores habla de la reconquista o de la llegada de Taric como una invasión. En realidad, cuesta creerlo.. ¿cómo es posible que no más de 40.000 soldados tomaran el control de la península ibérica entera y de todas sus ciudades salvo en el norte en tres años? Habiendo más poblaciones que soldados, se entiende que vencían al ejército de una ciudad y salían hacia la siguiente ciudad, hasta que lo hicieron en todo el territorio, pero ¿la gente de esas ciudades simplemente cambiaban de religión cuando el ejército árabe se iba? No tiene sentido. Sólo otro estado podía haber organizado una invasión a un territorio con millones de habitantes, no un ejército aislado de individuos sin conocimiento del terreno ni del clima.
¿Cúal sería el relato, si no podría decirse que real, más cercano a la historia?
A principios del siglo VIII, el Rey visigodo Witiza quería ceder el trono a su hijo Akila, pero la monarquía era electiva, no hereditaria, así que lo tenía difícil. Había otro pretendiente al trono, su nombre era Don Rodrigo, y tenía el apoyo de gran parte del clero, porque el problema y la batalla no eran sólo por el poder, sino por el control ideológico y religioso.
En los territorios hispanos se había mantenido viva la discusión sobre el problema arriano, que tendría que haber sido solucionado cuando el Emperador Constantino de Roma organizó el primer concilio cristiano en Nicea en el año 325. En aquel concilio se decidió sobre qué sería el cristianismo y había un tema que era controvertido. Unos decían que Jesús y Dios eran lo mismo, el mismo ente, y otros decían que no, que Dios era distinto de Jesús, sólo su hijo. El cristianismo aún no era, se estaban creando los dogmas, pero aunque finalmente se decidiera que Jesús y Dios eran lo mismo, no en todas las regiones donde se extendía el cristianismo se entendía de igual manera y estas cuestiones, que hoy nos parecen extravagantes, eran motivo de persecución, de guerras; y la guerra que había estallado entre Witiza y Don Rodrigo por la corona, también era una guerra para determinar si Jesús era Dios, o sólo su hijo.
El gobernador de Ceuta, que apoyaba la pretensión de Akila, convenció al caudillo árabe Musa para que les ayudara. Ideológicamente fue fácil, porque el Islam no considera que Jesús sea Dios, sino sólo un profeta. Musa entonces, con el permiso del califa de Damasco, ordenó a Taric, gobernador de Tánger, que partiera cuanto antes con un ejército para unirse a Witiza contra Rodrigo. Taric cruzó el estrecho, que desde entonces lleva su nombre, Gibraltar(ic), y obtuvo una gran victoria en Guadalete.
Existe una crónica bereber escrita por Ajbar Machmua que cuenta que la noticia de la gran victoria llegó a oídos de Musa que, envidioso por el éxito de taric, cruzó también el estrecho con varios miles de guerreros, para acabar enfrentándose a éste por la posesión de una mesa que había pertenecido al Rey Salomón. Saqueada por el emperador Tito en el año 70 de su templo en Jerusalén, la mesa habría tenido varios destinos antes de que acabara en el tesoro real godo. Musa y Taric partieron entonces a ver al califa Suleyman de Damasco, para que decidiera a quién pertenecía, pero cuenta la historia que ninguno de los dos volvió nunca a la península. No se sabe quién se quedó la mesa, pero lo que se puede deducir es que dejaron a sus ejércitos atrás, sin líder y sin objetivo. Un grupo así no pudo conquistar un país.
Se produjo entonces un proceso de islamización progresiva en la península, no una invasión, ya que ésta hubiera supuesto una catástrofe tan grande que hubiera sido imposible alcanzar el esplendor que se obtuvo más tarde en todos los campos de las ciencias y las artes. Además, una imposición forzosa de la religión a través de ejércitos hubiera hecho imposible la posterior convivencia de las tres culturas. La guerra civil entre Witiza y Rodrigo y el trasfondo religioso que tenía había debilitado no sólo las estructuras económicas y clericales, sino que había creado una crisis de identidad territorial que se encontró de frente con el islam. Hay que decir que en aquel entonces no se veía el Islam como una religión nueva y expansionista, sino que era una rama más del cristianismo, ya que compartía el antiguo testamento como génesis propio, y Jesús era uno de los principales profetas. No era, digamos, un elemento extraño. También influyó la ayuda mostrada por el pueblo judío asentado en la península durante siglos, que había sido perseguido por los reyes visigodos, y que sabía que era más fácil apoyar una pretensión a los nuevos gobiernos árabes que acceder ellos mismos a esa pretensión, ya ni hablemos de la judeización del territorio; esas cuestiones estaban fuera de la mesa.
No hay crónicas de lo sucedido hasta 150 años después, cuando los gobiernos árabes son mayoritarios en el territorio peninsular. Los cristianos tienen impuestos por vivir en territorios árabes, y viceversa, pero son de las pocas trabas que se ponen a la convivencia. Así fue, y así se manipuló.
El caso más famoso de manipulación de los acontecimientos es el de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, un noble que en el siglo XI se enfrenta a Alfonso VI, ofrece sus servicios militares al rey musulmán de Zaragoza y acaba como gobernador en la ciudad musulmana de Valencia. De todas formas, todo eso no importa, y se expone al Cid como un héroe de la reconquista, cuando ni siquiera vivió en aquella época y en términos actuales hubiera sido considerado traidor, quizás una mentira para salvar su alma, porque la verdad no importa si hace daño a la imagen de un país.
La reconquista no fue más que un invento de los historiadores del siglo XIX para justificar que los cristianos del norte de la península habían organizado una invasión que acabaría expulsando de la península a los judíos y árabes que no se convirtieran al cristianismo y pagaran lo debido. Esa fue la verdadera invasión, pero que la historia de España esté articulada a través de la historia de su monarquía católica hace que la idea del heroicismo y la reconquista sea más tragable, ya que existe una vigencia tangible de esa monarquía victoriosa hoy en día, que ayuda precisamente a enlazar esa idea con el pasado y con el futuro.
La España cristiana no reconocerá nunca que el Islam no se impuso, sino que germinó en España cuando el cristianismo no se había encargado más que de causar guerras civiles e identitarias. Para algunos, España estaba escondida en las montañas y resurgió en la batalla de Covadonga victoriosa hasta nuestros días, cuando es cierto que en aquel entonces no existía nada parecido al concepto de España en el que pensamos hoy... Es curioso, porque bajo ese concepto, España no sería un territorio, sino una idea abstracta, una creencia religiosa asociada al cristianismo. Si un país tenía la capacidad de encogerse entre montañas y después expandirse unido sólo por un concepto religioso, entonces el resto de la península no podía ser considerada España si era islámica. Por eso se ha intentado aislar esa época de nuestra historia para que no sea nuestra historia, sino la historia de ellos. Es un concepto pobre, racista y excluyente de los acontecimientos y la riqueza cultural de las personas, más allá de la manera que tengan de creer en Dios, y más teniendo en cuenta que la mayoría de los árabes de la península tenían que descender forzosamente de cristianos convertidos al Islam por propia voluntad.
Parece que hay que cambiar de nuevo la definición de lo que es la historia y, definitivamente, asumir que ésta no guarda relación alguna con la verdad. Siendo así, la historia podría ser fácilmente una mentira contada tantas veces que ya nadie recuerda que es mentira.