El devenir masónico en China bien merece una referencia. Y cuanto más completa sea, mejor. Se trata de una realidad que, desde un inicio, ha estado muy vinculada a la cosmogonía europea. Más concretamente, ha entroncado con una serie de procesos relacionados con la «modernización», la Ilustración y, sobre todo, con el imperialismo impulsado desde el Viejo Continente. “La llegada de la «modernidad» a China coincidió con el surgimiento del Imperio Británico como potencia hegemónica mundial. La ilustración, pero ante todo la Revolución Industrial, le llevaron a construir un nuevo orden global a su alrededor” (Martínez Esquivel, 2015, 1).
Pero, ¿qué pintaba la Fraternidad en este proceso? “Las masonerías, gracias a sus funciones de inserción, sociabilidad e identidad, se constituyeron en un espacio idóneo para la promoción y el fortalecimiento del proyecto imperial. […] Las logias también se reprodujeron como productos del orden global imperante, ya que incorporaron y legitimaron sus normas e ideologías hegemónicas en sus sistemas de valores, integrando en ultramar a las diferentes redes imperiales, fueran comerciales, diplomáticas, militares o misioneras” (Martínez Esquivel, 2015, 26–27).
De hecho, la primera sede masónica que se estableció en China fue en Cantón –ciudad portuaria– en 1767. Apareció de la mano de miembros de la Compañía Británica de las Indias Orientales. El nombre que recibió fue Amity y se encontró auspiciada por la Gran Logia Unida de Inglaterra. “A partir de este momento, y a medida que se intensificaron los imperialismos, se fundaron logias, asociando [en su seno] a una importante cantidad de europeos en su mayoría, y, desde la última década del siglo XIX, también a chinos” (Martínez Esquivel, 2015, 1).
Así, desde la segunda mitad del siglo XVIII se fueron instaurando talleres compuestos por ciudadanos ingleses, suecos e, incluso, holandeses. Pero no fue hasta el siglo XIX cuando se pudieron encontrar más ejemplos de logias en China. Precisamente, el historiador Ricardo Martínez Esquivel divide esta centuria en cuatro periodos. El primero estaría comprendido entre 1844 y 1849, durante el cual comenzó la estabilidad del movimiento en el país. “Se promulgaron las primeras constituciones masónicas, con el fin de institucionalizar la estructura administrativa de la Masonería” (Martínez Esquivel, 2015, 14–15). En este proceso, los participantes eran exclusivamente europeos. De hecho, el gobierno Qing prohibió el ingreso de chinos en la Hermandad.
El segundo de los periodos tuvo lugar entre 1864 y 1874. Esta etapa coincidió con la fundación de logias más allá de Hong Kong y Shanghái, y con la llegada de los primeros talleres estadounidenses y franceses. Además, a lo largo de esta segunda fase comenzaron los debates internos en torno a la posibilidad de permitir el ingreso a las logias de ciudadanos no europeos (Martínez Esquivel, 2015, 18). A pesar de ello, se mantuvo la prohibición imperial china relativa al ingreso en la Masonería.
Una disposición que no fue óbice para que la Hermandad continuara con su expansión geográfica. Así, durante el tercer periodo, que se prolongó entre 1877 y 1883, se pudo observar una mayor diversidad “étnica y fenotípica” en el seno de las sedes masónicas chinas. De hecho, en esta época se integraron los primeros nacionales. “Cuando se aprobó la iniciación masónica de originarios de Asia, las masonerías –debido a sus requisitos de ingreso– cooptaron a las élites de estas sociedades, individuos que en su mayoría presentaron un perfil occidentalizado” (Martínez Esquivel, 2015, 27). Asimismo, hubo una mayor implicación social en torno a las logias. Sus miembros de origen europeo “encontraron en la Masonería becas para el estudio de sus hijos e hijas, ayuda en servicios funerarios, actividades religiosas, celebraciones nacionales y ocio (biblioteca, sala de billar, club de remo y salones de juego), e, incluso, apoyo económico” (Martínez Esquivel, 2015, 21–22).
Por último, en el cuarto de los periodos decimonónicos, que tuvo lugar entre 1897 y 1905, hubo un incremento de las agrupaciones fraternas de origen estadounidense. Pero, sobre todo, este periodo estuvo marcado por el Movimiento de Reforma, basado en “un intento desesperado del emperador Guangxu (1873–1908) por reivindicar una serie de proyectos propuestos desde la década de 1860” (Martínez Esquivel, 2015, 23). De hecho, muchos de los iniciados en el país asiático se interesaron por este proyecto.
Sin embargo, la época dorada de la Orden en China duró poco. Tras la creación de la República Popular en 1949, desde el partido Comunista (PCCh) se comenzó una campaña de eliminación de las huidaomen. Éstas se constituían como un conjunto de organizaciones diversas que el PCCh identificaba con su enemigo ideológico, acusándolas de ser el lugar de reunión de grupos subversivos. Entre los componentes de los huidaomen se encontraban sociedades secretas, milenaristas, redentoras o mesiánicas. Y también, la Masonería. El poder consideró “reaccionarias y antirrevolucionarias” a todas ellas (Martínez Esquivel, 2016, 80).
De hecho, el 4 de enero de 1949 –cuando la República Popular no se había establecido todavía–, el gobierno del PCCh del norte del país prohibió todas las organizaciones que identificaba con la mencionada realidad. Y, para ello, empleó los siguientes argumentos:
Las huimen y las daomen no sólo son feudales, organizaciones supersticiosas, también están frecuentemente controladas por los reaccionarios para llevar a cabo diversas actividades antirrevolucionarias. Durante la previa guerra de resistencia contra Japón y la actual guerra de liberación, ellas causaron un gran daño, por ejemplo espiando para los enemigos, y recolectando información de inteligencia militar, difundiendo rumores, confundiendo a las personas, y hasta provocando levantamientos armados. Realmente perturbaron el orden social… A partir de hoy, todas las huimen y las daomen serán disueltas y sus actividades no serán permitidas (Martínez Esquivel, 2016, 86).
De hecho, esta represión tuvo un gran éxito. Y muchas de las organizaciones que se incluían dentro del apelativo de huidaomen se convirtieron en testimoniales. Es cierto que, a día de hoy, permanece la mencionada prohibición, pero tras la Revolución Cultural se concedió un cierto margen de actuación a este tipo de agrupaciones. También a la Masonería. “Hay cierta permisividad en el desarrollo de actividades y prácticas masónicas en las ciudades portuarias más cosmopolitas, como Shanghái o Hong Kong”, confirma Ricardo Martínez Esquivel a Wall Street International.
Bibliografía
MARTÍNEZ ESQUIVEL, Ricardo (2015, septiembre). Imperialismos, masones y masonerías en China (1842–1911). Trabajo presentado en el XIV Symposium Internacional de Historia de la Masonería Española, Gijón, España.
MARTÍNEZ ESQUIVEL, Ricardo (2016). “La campaña de erradicación de las huidaomen 會道門 por parte del Partido Comunista Chino (1949-1953)”, La Albolafia: Revista de Humanidades y Cultura, 7, pp.: 79–94.