Henry James es uno de los autores obligatorios en cualquier antología literaria y plan de estudio de literatura. A veces como referente de la literatura norteamericana, otras como autor fundamental en la Inglaterra victoriana, siempre como escritor canónico y crítico lúcido de la literatura universal. Nació en Nueva York en 1843 y murió en Londres en 1916. Un año antes de su muerte quiso tener (y le fue otorgada) la ciudadanía inglesa. Fue enterrado, sin embargo, en un cementerio de Massachusetts.
Hay dos brevísimos libros de Borges (todos los suyos son breves pero estos dos son particularmente cortos, especialmente por los temas que tratan), Introducción a la literatura inglesa e Introducción a la literatura norteamericana, que se distinguen de otros trabajos de similar temática por analizar la obra de Henry James en ambos. Ni la Norton Anthology of English Literature ni The Short Oxford History of English Literature lo incluyen en sus contenidos, su obra se destaca únicamente en las ediciones específicas de literatura norteamericana.
Afortunadamente tengo esos dos libros de Borges aquí en Londres, porque la mayoría que tengo suyos quedaron en la casa de mis padres en Buenos Aires. Pero estas ediciones de bolsillo de Alianza me las había comprado en Madrid durante mis años de estudiante de Filología Inglesa y me las traje aquí. Así que, al retornar de unas recientes vacaciones, los saqué del estante de la biblioteca con el propósito de ver qué se decía en ellos de la producción teatral de James.
Los días en la playa me sirvieron para reencontrarme con el sol, por demás reticente en esta isla, y devorar una novela del escritor inglés David Lodge, Author, Author (¡El autor, el autor!, en su edición en español), en donde se narran las vicisitudes atravesadas por Henry James a partir de 1880 cuando, a pesar de ser un autor de prestigio, sus libros comienzan a venderse cada vez menos y decide incursionar en la escritura de obras de teatro, con la intención de asegurarse el rédito económico y la fama masiva que sus anteriores producciones, muy bien consideradas en los reducidos círculos literario y artístico, no le habían otorgado.
La suerte no lo acompañó. Obtuvo un resultado medianamente aceptable con la adaptación de su novela El americano, pero no la popularidad, y mucho menos las ganancias, de otros contemporáneos como Oscar Wilde. Tras varios intentos fallidos, varias obras que no llegaron siquiera a producirse, concentró todos sus esfuerzos en Guy Domville, una pieza en tres actos que tras varias correcciones llegó al teatro londinense de St. James en enero de 1895. El resultado de la primera performance fue catastrófico; el autor, a pedido del productor, salió al escenario a saludar y aunque había varios amigos suyos en el auditorio que lo aclamaban, el abucheo prevaleció. James dijo que ese día vivió las horas más horribles de su vida, y jamás pudo reponerse completamente de ese episodio, aunque siguió escribiendo. Poco le valió que muchos de los críticos presentes en ese estreno, entre ellos George Bernard Shaw y un jovencísimo H. G. Wells, destacaran el valor artístico de su obra.
Sin la ventaja moderna del copy/paste, Borges redactó dos textos distintos para las entradas de Henry James, la idea en ambos es similar pero solo menciona la incursión teatral de James en el libro de literatura norteamericana (¨Harto de la fama, anhelaba la popularidad y la buscó en la redacción de piezas de teatro, con adversa fortuna¨). Reconocimiento y éxito comercial no fueron nunca de la mano en su caso (¨Todos los hombres de letras veían en él a un maestro; nadie leía sus libros¨) y curiosamente Borges le atribuye a la obra de James algo por lo cual su propia obra también fue criticada en varias oportunidades (¨Pese a los escrúpulos y delicadas complejidades de James, su obra adolece de un defecto capital: la ausencia de vida¨).
Realicé una rápida búsqueda en los sitios web de venta de libros que visito con frecuencia y advertí que Guy Domville está completamente olvidado, solo se consigue una edición en español de una editorial especializada (así reza su portal) en la ¨publicación de obras de carácter científico-técnico¨. Las ediciones en inglés son apenas más fáciles de hallar.
Intentaré conseguir una en breve, aunque sé que no será lo mejor que habré leído de él (el comienzo de Retrato de una dama me sigue pareciendo insuperable, al igual que esa pequeña gema llamada Daisy Miller). Soy poco optimista, también, en cuanto a la cantidad de lectores que este artículo podrá atraer: ¿qué loco puede interesarse por una obra enterrada hace ya tanto tiempo, que si no pasó completamente desapercibida en su época fue por las razones extraliterarias ya comentadas?). No importa, Author, author es un homenaje hermoso y una declaración sobre el mundo del arte a la cual adhiero completamente. Por último, una cita de James, que aparece al comienzo del libro de Lodge y que lo resume todo a la perfección:
¨We work in the dark – we do what we can – we give what we have. Our doubt is our passion and our passion is our task. The rest is the madness of art.¨ Henry James, The Middle Years