Tipismo, tradición y gastronomía confluyen con generosidad en el opulento calendario festivo de la Comunidad Autónoma de Aragón. Productos emblemáticos, de calidad reconocida y certificada, como el aceite de oliva del Bajo Aragón, la trufa negra, el vino de las DDOO Calatayud, Campo de Borja, Cariñena y Somontano, las frutas y verduras de las prósperas huertas del Ebro o el Jamón de Teruel, son objeto de numerosos eventos de carácter gastronómico, festivo y ferial. Es, sin duda, un legado desde el que esta histórica región ha construido nuevas bases de desarrollo, caso de ALCOTEC (Alta Cocina y Tecnología), una iniciativa del ya lejano 2004 puesta en marcha entonces por el Gobierno de Aragón a través de los Departamentos de Ciencia, Tecnología y Universidad e Industria, Comercio y Turismo, con el objetivo de potenciar la imagen de Aragón como zona destacada en el terreno de la innovación gastronómica. Así, con el transcurso de los años –y ya también de las décadas– de este nuevo tiempo de “millenials” han surgido aplicaciones como la microfiltración, la gelificación, la destilación al vacío… expandiendo el nombre de Aragón a través de sus primeros espadas de la restauración gastronómica en las principales cumbres internacionales, caso de Madrid Fusión.
Esta imagen de modernidad también se ha mostrado en diferentes iniciativas como en su momento fue el Proyecto “Zaragoza Gastronómica”, organizado por la Asociación de Restaurantes de Zaragoza (HORECA) y la Consejería de Fomento y Turismo del Ayuntamiento de la capital aragonesa, que en su primera edición concitó una excelsa muestra de las mejores recetas de más de ochenta restaurantes de la región. O más recientemente, la opción “Juepincho”, una iniciativa impulsada por un grupo de bares de la Zona de Heroísmo y La Magdalena de la capital maña, sin olvidar, en esta misma onda, “Saborea Calatayud”, capaz de congregar a mas de 10.000 personas en la villa bilbilitana.
No obstante, este impulso del glosario gastronómico aragonés posee unas raíces bien asidas a la tradición popular de sus pueblos. El aceite tiene sus particulares iconos en sedes como el Museo del Aceite de La Muela en Valdejalón, el Mirador del Olivo Milenario del Vero o la Olivera de Nadal y su olivo centenario en Colungo (planta única no adscrita a ninguna variedad). La trufa negra –de la que Aragón es primera zona productora del país–, la Tuber Melanosporum, tiene en los mercados de Graus, Mora de Rubielos y Morella a los referentes de precios a nivel nacional. Hay multitud de jornadas relacionadas con su gastronomía y a lo largo de toda su geografía: demostraciones de búsqueda con jabalina y perros entrenados en la Feria de la Trufa “FITRUF” en Sarrión, la Feria de la Trufa Negra del Pirineo en Aínsa, jornadas micológicas y de caza en Sobrarbe, Aragüés del Puerto, Tarazona, Uncastillo, San Martín del Moncayo, etc.
La “Feria del Jamón de Teruel y los Alimentos de Calidad”, nos acerca a este producto emblemático a través de concursos y catas, certámenes de carácter nacional relacionados con el corte de jamón, relacionando además a expresiones de índole cultural y gastronómica, como la fotográfica. El ajo, el rojo de Arándiga, también tiene su feria, celebrada desde hace más de cincuenta años en Calatayud. Otro producto con “C” de Calidad Alimentaria, la longaniza de Graus, tiene su propia fiesta internacional, con récord Guinness incluido desde 1997 (530 metros) a la más grande del mundo.
Jornadas gastronómicas se celebran a lo largo de todo el año por municipios de las tres provincias: las del Maestrazgo, Las Cinco Villas, el Alto Gállego, “Teruel Gusto Mudéjar”… pero además estas muestras suelen coincidir con la creación de mercados medievales, como ocurre en las “Fiestas del Compromiso” en Caspe, declaradas de Interés Turístico por el Gobierno de Aragón. Ese mismo rango adquiere la “Fiesta del Tosino” de Albelda, donde más de 5.000 personas se unen en torno a grandes parrillas en plena calle. Se retoman y se mantienen de este modo en muchos pueblos de Aragón multitud de celebraciones ancestrales en torno a la hoguera, marcadas por el carácter casero de productos de subsistencia y relacionados con rituales como la matanza, chocolatadas, patatadas y todo tipo de ranchos populares.
Y en este mismo ámbito tradicional y etnográfico, no falta el vino y la vendimia, con celebraciones como la “Fiesta de la Vendimia en Cariñena” y sus más de 10.000 litros de vino manando por los grifos de la Fuente de la Mora, tradición que data de 1585; sin olvidar otras “fiestas del vino”, como la de Montañana que une a las denominaciones de origen vinícolas aragonesas y a la Asociación de Vinos de la Tierra. O valga, como muestra de botón enoturístico, la Ruta del Vino del Somontano, que acaba de celebrar en la localidad oscense de Barbastro su X Aniversario con vinos, música y la presentación de nuevos proyectos. Sin duda, una prueba fehaciente del éxito, el valor y las posibilidades de una tradición vitivinícola que se ase con fuerza a los nuevos pulsos e impulsos del siglo XXI. A esta icónica ruta enoturística se sumarán sugerentes y novedosas alternativas respaldadas por las correspondientes instituciones –Consejería de Desarrollo Rural y Sostenibilidad del Gobierno de Aragón, Consejería de Economía, Industria y Empleo, Diputación Provincial de Huesca…–; es decir, “Un viaje por el Somontano a través de la cultura y el vino”: “buses territoriales” con destino a bodegas del Somontano, espacios emblemáticos como Alquézar, el Parque Cultural del Río Vero y el Museo Diocesano de Barbastro, el Espacio Gutenberg de la UNED en Barbastro; maridajes y catas especiales de las bodegas en los restaurantes y establecimientos de la Ruta, la celebración del Día Europeo del Enoturismo en Barbastro como Ciudad del Vino el 13 de noviembre… … …