Lucía Galán es pediatra y mamá, o mejor mamá y pediatra. Además, posee un carácter que le lleva a desarrollar ambas facetas con una extraordinaria sensibilidad. Y encima sabe comunicar muy bien cómo lo hace. Por eso, su blog “Lucía, mi pediatra” (Premio Bitácoras 2015 al mejor blog de Salud e Innovación Científica) alcanzó más de un millón de visitas en los primeros seis meses (ahora ya tiene casi 4 millones), su perfil cuenta con más de 47.400 seguidores en Facebook y la primera edición de su libro Lo mejor de nuestras vidas (Ed. Planeta 2016) se agotó en una semana. Charlamos con ella sobre maternidad y crianza, esa montaña “a veces fría, a veces escarpada pero con una hermosa ladera que se llenará de flores”.
En tu libro te diriges a madres y padres, pero mucho más a las madres. Actualmente, ¿qué rol crees que desempeñamos cada uno en la crianza? ¿En qué podemos mejorar ambos?
Efectivamente me dirijo más a madres porque yo soy madre, soy mujer y no puedo evitar mostrar mis fortalezas y mis debilidades, también como mujer. Desempeñamos roles diferentes, no hay duda; los primeros meses son muy intensos fundamentalmente para las mujeres, nos iniciamos en la maternidad como un tsunami. Los hombres se van adentrando poco a poco en este mundo a una velocidad diferente a la nuestra. Nos complementamos y nuestros hijos nos necesitan a ambos. ¿En qué podemos mejorar? Buena pregunta. Nosotras en incluir más a los padres desde el minuto uno, hacerles partícipes desde el mismo instante en que sabemos que estamos embarazadas... Dejarles más espacio en nuestro universo madre-hijo de los primeros meses. Me encantaría que los padres empatizaran un poco más con nuestras emociones y nuestras necesidades.
¿Consideras excesivo la presión actual que tenemos las mujeres por ser "buenas madres"?
Sí. Aunque esa presión nos la echamos nosotras mismas encima. Reconozcamos de una vez que no somos madres perfectas, ¡que no lo somos! ¡No pretendamos serlo pues! ¿Sabes dónde está el secreto de la felicidad? En aceptarnos tal cual somos, en dejarnos llevar más, en reconocer nuestras virtudes y potenciarlas y en intentar mejorar nuestros defectos. Nada más.
En cuanto a maternidad y crianza, ¿qué mito te gustaría desterrar de una vez por todas?
"Este bebé llora demasiado, te está tomando el pelo”... Mi pelo es el que se pone de punta cuando lo escucho. Y pienso en aquella época cuando yo era madre de dos bebés y de lo inmensamente feliz que me hicieron al sentirlos en mi regazo todo el día, sus ronroneos, sus chupetones incluso, cuando se encontraban con mi hombro desnudo. Es una etapa maravillosa y desgraciadamente tan llena de culpa.
En tu libro haces un completo recorrido por las distintas etapas por las que atraviesa tanto la madre como el niño, ¿cuál te parece la más especial y cuál la más compleja?
La más especial desde mi punto de vista, y esto ya es opinión personal, es la primera, los primeros meses: todo es nuevo, de pronto descubres que quieres a una personita más de lo que nunca hubieses imaginado, más que a tu propia vida. Y la más compleja, la adolescencia, nos pilla ya "cansados de criar", ya lo hemos leído todo, ya hemos ido a docenas de tutorías y charlas, ya estamos en otro momento vital y el cambio que sufren los chavales es brutal. Nos pilla desprevenidos, cuando creíamos que ya lo teníamos todo bajo control, de pronto la adolescencia llama a nuestra puerta y ¡nos toca empezar de nuevo!
Hablas mucho de las emociones, de saber escuchar y escucharse. ¿Crees que esta es la clave de una educación sana?
Sin ninguna duda. De saber escuchar e interpretar lo que nos dicen y lo que no nos han dicho pero que "escuchas" desde otro nivel al mirar fijamente a tus hijos. Y de escucharnos a nosotros mismos: no de repetirnos los mismos conceptos y de sermonearnos con lo que todos ya sabemos, sino de escucharnos de verdad, de ser valientes y escuchar lo que sentimos, ¡nos guste o no!
Para ti, ¿qué es lo que más te ha costado/cuesta de la crianza de tus hijos? ¿Es algo común a lo que percibes en otras madres?
Pregunta difícil y personal. Venga, voy a ser absolutamente sincera: lo que más me cuesta es establecer unos límites firmes e infranqueables. Todo lo claro que lo tengo con mis pacientes, en mi propia casa se me nubla la razón. He trabajado mucho este tema y lo sigo haciendo y me siento orgullosa, pero la clarividencia que tengo en mi consulta, una vez atravieso la puerta de casa, se esfuma. ¡No sé qué ocurre! (ríe). Y sí, coincide con el sentir de muchas madres.
Lo mejor de nuestras vidas quizá no pretendía ser un manual pero realmente das muchas claves que pueden ayudar a las mamás y papás a mejorar en la crianza de sus hijos, ¿qué objetivo te gustaría lograr con este libro?
Quiero que la gente lo sienta. Quiero remover conciencias, quiero que invite a la reflexión, a la risa y al llanto también. A las emociones primarias. Al deseo de querer hacer las cosas mejor, a la tranquilidad de que no lo estamos haciendo tan mal. Quiero que la gente termine este libro con un gran suspiro... No sabes cómo lo terminé yo de escribir... Algún día te lo contaré, ¡en otra entrevista! (Ríe)
¿Qué capítulo o parte del libro te ha emocionado más escribir?
"Estoy hecha de pedacitos de ti"... Llorando de principio a fin. Estuve a punto de no incluirlo. Pero me lo debía. (“Estoy hecha de pedacitos de ti” es un emotivo escrito dirigido a su hijo mayor, a través del cual comparte un momento vital muy personal: la separación de su marido y padre de sus hijos).
¿Qué le dirías a esa madre preocupada, agobiada y estresada para la cual la maternidad es una montaña que cuesta subir?
Que es una montaña, efectivamente, es una montaña a veces escarpada, a veces fría porque llega el invierno y quizá no lleve la ropa adecuada, pero que piense que esa montaña también tiene una ladera hermosa que se llenará de flores en primavera, que disfrutará con sus olores y colores y que, sin ninguna duda, es y será una montaña maravillosa e irrepetible. Que la viva, ¡que la viva intensamente!
¿Cómo ves a la generación de niños y adolescentes que estamos criando actualmente?
Pues mira, yo soy optimista por naturaleza, así que los veo bien. Los veo que tienen la inmensa suerte de ser criados por unos padres que cada vez más se preocupan por el bienestar emocional de sus hijos, padres comprometidos que, aunque más ocupados, empiezan a tomar conciencia de la inmensa responsabilidad que tenemos entre manos, que ya saben que somos los espejos donde nuestros hijos se reflejan, padres que desean lo mejor para ellos y padres que empiezan a darse cuenta de los errores que hemos cometido con educaciones excesivamente rígidas o por el contrario con ausencia total de límites y exceso de sobreprotección. Así que confío plenamente en la nueva generación de padres entre los que me incluyo, que sabemos reconocer nuestros errores y que queremos hacer de este mundo un mundo mejor, para ellos, para "lo mejor de nuestras vidas", nuestros hijos.