México es un país rico en costumbres y tradiciones. Algunas datan desde siglos atrás, otras son más recientes, pero todas ricas en historia, color y esa alegría que caracteriza a los mexicanos.
El mes pasado se vivió en casi todo el mundo la celebración de la Semana Santa y el Domingo de Pascua. Existen ya algunas conmemoraciones famosas de esta semana como la de Sevilla, en España, o la Pasión de Cristo en Iztapalapa, México. Sin embargo, existe una que, en lo particular, me agrada bastante; no sólo por tratarse de una celebración que se lleva a cabo en mi estado, sino porque es una celebración bastante colorida y llena de alegría.
La Lluvia de Pétalos, como es conocida, se lleva a cabo el Domingo de Resurrección en un pequeño poblado situado en el Corredor de la Montaña en el Estado de Hidalgo, México. Rodeado de montañas y bosque, el pueblo no solamente encanta por su festividad, sino por su tranquilidad y aire puro que se puede respirar, en elcual también se perciben las notas de café recién hecho, a veces con un toque de canela.
No se sabe a ciencia cierta cuándo ni cómo comenzó. Platicando con los lugareños me encuentro con varías versiones, hay quien dice que comenzó hace 100 años porque en alguna ocasión había rosales alrededor del templo y por sus ventanas entraban los pétalos que caían desde lo más alto hacia el piso, otros dicen que fue porque un señor (cuyo nombre no se sabe) tenía un hijo muy enfermo y él le prometió a Dios que, si sanaba, le cubriría toda su casa de pétalos de rosa.
Lo cierto es que, desde hace ya algún tiempo, año tras año, un grupo de hombres sube hasta las marquesinas del templo con una dotación de pétalos de rosa (un total 100 kilos aproximadamente) que, cuando la multitud está congregada en el interior del templo y lista para que comience la misa, hacen caer los pétalos sobre los espectadores creando un efecto que desde abajo se ve claramente como una lluvia de pétalos de rosa, la cual deja maravillados tanto a creyentes como no creyentes.
Sin embargo, la festividad no culmina ahí. Posterior a la misa, la gente se reúne en el atrio para la tradicional quema del Judas y después comienza una verbena con baile, música y, como ya lo dije antes, la alegría que caracteriza a los mexicanos.