Cada vez está más extendida la costumbre de almorzar fuera de casa debido a nuestro horario de trabajo. Son pocos los afortunados que disponen de unas condiciones laborales que les permita el lujo de comer en casa. Esta práctica está afectando negativamente a nuestros hábitos alimenticios, pues, aunque no lo tengamos en cuenta, comer en la oficina, en un bar o en el propio puesto de trabajo repercutirá a largo plazo en nuestra salud.
Para empezar, aquello que podamos ingerir en un restaurante, ya sea en el desayuno o en el almuerzo, nunca será igual que lo que preparemos nosotros mismos, pues los alimentos no tendrán la misma calidad ni serán cocinados de igual manera. El aceite, los rebozados, las grasas… Por muy apetitosa y aparentemente casera que sea la carta del bar, no nos podemos olvidar de que son recetas elaboradas para quizás una treintena de personas y que anteriormente se han introducido en el mismo aceite o recipiente otros ingredientes que nada tienen que ver con el menú. Esta desventaja es bien conocida por los alérgicos. Estos sufren en sus propias carnes como algún condimento que no está relacionado con su plato ha sido preparado en el mismo lugar y han de dejarlo a medias debido a la reacción que puede producirles (los más afortunados son informados de ello a tiempo y pueden desestimar su petición).
Continuamos con los restaurantes de comida rápida, de los que poco podemos decir que ya no sepamos, pues es bien sabido que ni los alimentos, ni la calidad, ni la forma de cocinarlos tienen siquiera un mínimo beneficio en nosotros, en cuanto a salud se refiere claro, porque alguna ventaja tendrán cuando las cadenas de fast food siguen aumentando su caja de forma desorbitada.
Sin embargo, el mayor sector de la población dispone de un tiempo establecido por su empresa para este momento de descanso. El tupper es el rey de la oficina en este caso. La hora del almuerzo es toda una odisea. La mezcla de olores del microondas del office no es tan agradable como lo que cuidadosamente llevamos en nuestra tartera. En este sentido, es una ventaja, pues nos sentamos a la mesa con comida casera preparada a conciencia por nosotros mismos.
La parte más importante de este momento está cubierta. Sin embargo, es muy habitual tener que compartir mesa e incluso conversación con tus propios compañeros o jefes, lo que provocará que la tertulia finalmente se dirija al trabajo y que nuestra mente no desconecte ni cuando estamos saboreando el plato. En caso de desechar esta opción, siempre se puede comer leyendo el periódico o trasteando con el móvil; pero no pensemos que va a mejorar nuestra rutina, pues seguiremos desarrollando la mente y tomaremos este tiempo como ocio para luego acelerar el ritmo de la comida porque se nos ha ido el santo al cielo…
Por lo tanto, sea cual sea la posibilidad de la que dispongamos, como en casa en ningún sitio.