Cuántas veces he pasado por Zavatem y visitado Bruselas, cuántas veces me he detenido en los mismos lugares donde hoy explotaron las bombas, cuántas he recorrido las calles, las avenidas, las plazas y los parques de la ciudad que hoy está en luto por sus víctimas y yo desde lejos estoy con ellos, buscando la fortaleza para ser más fuerte que el mal sin caer en sus horrores y conservar la poca humanidad que aún nos queda. Hoy lloro por todos los muertos y heridos y siento que lo único que tenemos que hacer es oponernos a todos los asesinatos y todas las guerras. Oponernos a la política del odio y mostrar en cada acto la diferencia, ya que el terrorismo no se vence con el terror ni la violencia, sino con la consciencia de que la humanidad crece cuando incluye, dialoga e integra. Y esto es lo que nos piden las víctimas de Bruselas.
Una mancha negra de dos sombras se extiende sobre Europa: una es de muerte cantada con macabras explosiones y baladas de fuego y la otra es de miedo y de odio en contra de todo lo que es aparentemente ajeno. Unos predican simplemente la muerte y otros se retraen, negando todo gesto humano e indicando la puerta con los dedos. Y entre estas dos sombras oscuras, una marea de víctimas inocentes agoniza y desangra por tiempos eternos. Y las mayorías callan indiferentes y en su silencio se desvanecen en un fuego lento de hielo, mientras cada día aumentan los muertos.
No, no es la guerra la que hará triunfar la vida. No, no es el Frente Nacional y el racismo discriminatorio la respuesta. No, no es la exclusión de todo lo ajeno la solución a los problemas. Sino lo contrario, hay que romper la espiral de la muerte, abrir la mente y las fronteras y afrontar el presente y el futuro con una política de paz, incluyente, que ofrezca a los desheredados una posibilidad y una existencia sin condenarlos perpetuamente a un infierno sobre la tierra.
El terrorismo, la desigualdad, la falta de esperanza para muchos, los problemas climáticos, la insostenibilidad en nuestro modo de vivir, producir y consumir, nos llevan inexorablemente a una reconsideración del futuro y del orden establecido y lo que verdaderamente falta son nuevos modelos de vidas y nuevas respuestas. La crisis actual es una crisis que envuelve todos los problemas de nuestra sociedad y existencia y en estos momentos la solución depende de nuestra capacidad de repensar.
Iba de viaje,
contenta de la vida,
llena de sueños
y una bomba
terminó con todo.
Iba al trabajo
pensando en su familia
y una bomba
terminó con todo.
Fue al aeropuerto
a vengar sus hermanos
y con una bomba
terminó con todo.
Tomó el metro
y no tenía destino
y con una bomba
terminó con todo.
El martes se vistió
de sangre y huesos rotos.
Las sirenas sonaron
y la primavera se volvió otoño.