Más de 50 años después de su aparición en 1959, las aventuras de Astérix el Galo continúan vigorosas, a un nivel que pocas formas de literatura pueden alcanzar. Los nuevos autores, el dibujante Jean-Yves Ferri y el guionista Didier Conrad, con la colaboración del colorista Thierry Mébarki, han sabido modernizar las andanzas del galo más famoso de todos los tiempos en su segundo álbum, El papiro de César, aparecido el pasado octubre simultáneamente en varios idiomas. Una jugada magistral contra la piratería que deberían imitar otros productos culturales. De nuevo 48 páginas repletas de arte y humor.
En esta ocasión, los deliciosos anacronismos de la saga van dirigidos hacia el mundo de la comunicación (casi) instantánea. Palomas mensajeras que vuelan con papiros de mensajes cortos al más puro estilo Twitter. El argumento, magistral y sacado de la Historia: Julio César está a punto de publicar sus celebérrimos Comentarios a la Guerra de las Galias. Celoso de la verdad, el César añade un capítulo en el que resume las desventuras que ha sufrido luchando contra los irreductibles galos, pero su editor -y alérgico a pisar la hierba- Bonus Promoplús (caricatura del publicista francés Jacques Séguéla) lo convence para que destruya tan ignominioso fragmento. Pero uno de los escribas (mudos, para que no se vayan de la lengua) del editor logra hacerse con uno de los manuscritos y escapa para entregárselo al corresponsal de Las mañanas de Lutecia, Doblepolémix (trasunto de Julian Assange, difundidor de exclusivas que "harán temblar al Imperio"). Este, como no podía ser de otra manera, escapa a la aldea gala.
Un problema que suelen afrontar las sagas tan larga como esta (y Astérix no se escapa) son los errores de continuidad. Parece como mínimo inverosímil que en 36 aventuras nunca se haya hablado del protocolo de emergencia de la aldea (que ha estado amenazada y sin Panorámix más de una vez) ni de la reserva secreta de poción. Tampoco resulta verosímil que el gran decano Arqueoptérix (nombre de un pájaro fósil) se mantuviese ausente en las otras visitas del druida de la Aldea de los Locos al sagrado Bosque de los Carnutes. La ridícula longevidad del mentor de Panorámix parece una alusión a Matusamix, nada menos que ¡bisabuelo! de Panoramix en la divertida película Astérix y Obélix contra César. También el humor de Astérix, muy lingüístico y de nombres propios, sufre a menudo con las traducciones, pero no es demasiada la pérdida en esta entrega. La trama, que consigue enganchar al lector en el planteamiento, pincha en el desenlace con un deus ex machina bastante cogido por los pelos.
El detalle final del "postscriptum", que cuenta cómo llegaron a los oídos de Goscinny y Uderzo las aventuras de Astérix y Obélix (a su vez un guiño al álbum especial en el que se encontraban a un descendiente del repartidor de menhires), no es baladí. Algunos han interpretado este gesto como un símbolo de la libertad creadora de los nuevos autores, que recogen el legado de Uderzo y Goscinny pero ya no se ceñirán más a él y dejarán volar su imaginación en nuevas tramas. Las posibilidades son muchas en el Mundo Antiguo y, si se sigue la norma no escrita de la saga, tras una peripecia en la Galia, toca otra fuera. África (solo hubo una visita a Túnez en Astérix legionario), China o incluso más lejos... Las posibilidades son enormes y el origen de la poción mágica, un misterio.