Estoy solo, es sábado y hace frio. Estoy sentado siempre en el mismo lugar, en la cocina de la casa en la granja. Tengo una ventana a mi izquierda y otra detrás de mí. Estoy sentado, como siempre, a la derecha de la mesa y a mi lado izquierdo tengo algunos libros y una frutera con manzanas, limones y peras. También tengo tres bananas ya maduras. En el refrigerador, a mi derecha, tengo ensalada, repollo, tomates, cebollas, jengibre, ají y otras verduras. Creo que tengo comida hasta el lunes por la mañana y, por esto, no estoy obligado a salir.
El cielo está gris y desde la mesa veo las ramas del viejo olivo con pocas hojas. He estado leyendo algunas cosas de Louis-Ferdinand Céline para entender su estilo, pero me niego a emitir juicios sobre él, ya que difícilmente podría ser mínimamente objetivo. También he consultado un libro de poesía con una antología de los “crepusculares” y he leído a Guido Gozzano, uno de mis favoritos. Ambos, Gozzano y Céline, me hacen pensar en la soledad, la distancia y la muerte. Pero los he dejado de lado, por el momento, en un intento de huir de mí mismo y de ellos para pensar en otras cosas.
Ayer estuve cenando con unos amigos y nos reíamos de los errores de traducción, una actividad de la cual no podemos huir fácilmente, ya que nos persigue como una sombra. La palabra “Gamla”, que significa camello, pero también cuerda o hilo grueso en el viejo aramaico, fue traducida mal y ahora leemos en la biblia: “que es más fácil hacer pasar un camello por el ojo de una aguja, que hacer entrar un rico en el reino de los cielos” y esto me tuvo despierto por un tiempo, pensando en la fragilidad de nuestra historia, en la cual creemos fielmente, considerándola una verdad absoluta y en vez no es más que una mala reconstrucción de algo que nunca podremos demostrar como real.
Esta observación me llevó a la ilusión de la identidad personal y de allí a una frase de Céline, que siempre tengo presente: lo importante no es el verbo sino la emoción y que a menudo interpreto como el significado de un mensaje está en las emociones que causa. Sé perfectamente que Céline pensaba a propósito del texto escrito como en algo que estaba fuera del texto y, siendo así, él se autodefinía como un estilista, como el sastre de un vestido que otros se pondrían y lucirían a su modo, aludiendo a la interpretación.
Esta última idea me vuelve a Gozzano con su poesía, que es en realidad un cuento rimado, donde el autor transmite su estado de ánimo para hacernos sentir, algo que él ha sentido a través de imagines y palabras. Gozzano me hace pensar en la interpretación emotiva de las palabras como en la finalidad de la poesía y en esta interpretación como un viaje. A lo que yo agrego, como parte de la poesía, la capacidad de ampliar el universo de los significados mediante nuevas imagines y emociones, entrando así en la relación paradójica entre significado y lenguaje.
Para mí, el significado anticipa el lenguaje y este último es el vehículo para expresarlo, pero lo que realmente determina el significado es la capacidad de decodificarlo: la experiencia, la realidad y las emociones antes y después de la lectura. En este espacio interpretativo cada uno tiene sus propios elementos y experiencias, lo que nos lleva a otra conclusión, que el significado es por definición personal, como un vestido que hacemos nuestro. Es decir, este no existe independientemente de la persona y la soledad de Gozzano y también la soledad destructiva de Céline, solo puede ser comprendida plenamente si nos alejamos de todo para poder entrar y salir de sus universos, porque leer sobre la soledad en soledad hace más fuerte el mensaje.
Volviendo a mí mismo, pienso que sea mejor encontrar rápidamente una excusa para salir y dejar atrás estos mundos que no me pertenecen totalmente, pero que me hacen ver y sentir experiencias nuevas, sumergiéndome en emociones y pensamientos a veces oscuros, a veces profundos y muchas veces sinceros.