La gente hace deducciones automáticamente y en manera descontrolada. Bastan pocos segundos para que uno se haga una idea de una persona y esta habilidad, que es en realidad una limitación, es la base del humor y de engaños de todo tipo. Nuestro cerebro no puede dejar de crear modelos mentales de lo que sucede alrededor nuestro y de hacer suposiciones absurdas, que son fácilmente previsibles y por ende manipulables.
Algunos llaman estos procesos “anticipaciones”, en el sentido de que determinan las expectativas que guían la percepción, el pensamiento y nuestras acciones. El mundo está lleno de ejemplos que demuestran los tipos de “errores” causados por este mecanismo. Un experimento clásico en este campo es hacer entrar en el campo de juego, durante una partida de baloncesto por ejemplo, a una persona disfrazada de gorila por unos pocos segundos. Ya que nadie espera ver un gorila en este contexto, nadie lo ve. Los presentes ignorar completamente esta presencia, ya que toda su atención está concentrada en otras cosas.
Otro truco es vestirse elegantemente. En realidad es una cosa banal, pero muchos dan más credibilidad a una persona vestida así y confían en ella. Por este motivo, los estafadores, vendedores profesionales y los políticos tienden a vestirse de esta manera. En realidad, uno tendría que dudar de los que se visten así, pero hacemos lo contrario. Otro acto de diversión es la voz. Una voz bien modulada, profunda y sin acento inspira autoridad. Sonreír y mirar en los ojos del interlocutor “significa” autoconfianza y así hasta el infinito. El ladrón y culpable de algo indigno será para muchos, siempre, el más pobre y mal vestido y al grito: “paren al ladrón”, todos correrán detrás del más pobre para ajusticiarlo sin juicio. Estos son nuestros estereotipos y prejuicios.
Escribiendo sobre el mal llamado “día de la raza”, muchos pensaron, leyendo lo que escribía, que mis origines estaban profundamente arraigados en los pueblos autóctonos y, desgraciadamente, tengo que reconocer que no es así. Y esto a pesar que los mormones afirmen que los pueblos amerindios son descendientes directos de una de las tribus perdidas de Israel.
Lo que escribí es el resultado de una observación banal. Muchas de las injusticias que se han cometido y se comenten en nuestros días son el resultado de una versión falsa y tergiversada de la historia y el primer paso para crear un diálogo constructivo es mostrar la humanidad de los perseguidos y alejarnos de los cuentos que contaban y cuentan los colonizadores del continente, que no son más que una vulgar justificación a todos sus derechos ilegítimos y a todas las atrocidades cometidas.
Los “conquistadores” españoles eran los desesperados del momento, los parias y marginalizados de una sociedad dura, excluyente y clasista. Por eso, ninguno de ellos dudaba un segundo antes de matar o mutilar a una persona, si esto representaba un beneficio o un privilegio. Y así fue que sus hijos, nietos y bisnietos se convirtieron en terratenientes y, con el apoyo de los militares, en clase dirigente, imponiendo una versión de la historia que nunca ha sido verdad y que sólo sirve para cementar sus derechos y esconder robos, crimines y daños causados.
Una vez, visitando a una familia de origen noble en el noreste de Italia, el abuelo me contó su verdad. Su antepasado era un criminal sin escrúpulos, que se enroló en el ejército y después de haber “combatido” en varias guerras, el rey lo premio, dándole tierras y un título honorifico, que lo convirtió en una autoridad local. Pero fue siempre la misma persona: arrogante, ignorante y violenta hasta el día en que murió y toda su riqueza y propiedades pasaron a sus hijos y a los hijos de sus hijos.
En el nuevo continente, el criterio fue el mismo y los que más contribuyeron al exterminio, más poder tuvieron y esta es nuestra historia. Nuestras clases dirigentes son los directos herederos de ladrones y de despiadados asesinos y las victimas de ayer son las victimas de hoy. Y hoy día, viendo a estos señores con todo su poder, tan elegantes y bien vestidos, pensamos que han merecido todo lo que han logrado, trabajando duramente para crear la riqueza que poseen, pero desgraciadamente no ha sido así. En la mayoría de los casos. A pesar de sus blasones, escudos, emblemas, historias y “tradiciones”, lo que poseen es el fruto de robos y usurpación ilegal.