“¡No quiero volver!”, “¿por qué me pasa esto a mí?”, “mis vacaciones han sido tan cortas…”. Expresiones de este tipo son las que repetimos una y otra vez cuando llega la temida vuelta al cole. Lo decimos, lo contamos en Facebook, lo tuiteamos y retuiteamos, colgamos fotos en Instagram con unos pucheros desesperadamente estudiados… pero tenemos que volver al trabajo, a la rutina… a la realidad.
Si lo pensamos bien, viendo las cosas desde un pensamiento positivo, deberíamos estar agradecidos por haber disfrutado de una estupenda desconexión durante dos o tres semanas, o incluso más. Hemos hecho lo que nos gusta: ir a la playa, hacer senderismo, perdernos por la India, ir al pueblo, visitar Nueva York, bucear, disfrutar de la familia y amigos… y, sobre todo, de no hacer nada que no queramos. Pero si hiciéramos eso todo el día, por un lado, no podríamos pagarlo –por lo menos yo– y, por otro, acabaríamos aburriéndonos de tanto dolce farniente. Todo tiene su momento y todo dura lo que tiene que durar.
Después de este momento de auto-convencimiento postvacacional, lo que está claro es que tenemos que motivarnos y decidir cómo vamos a afrontar el próximo otoño. No hablo solo de esos propósitos o des-propósitos –que en algunos casos duran un par de semanas- como aprender inglés, o adquirir la rutina saludable de ir al gimnasio, comer sano y perder esos kilos que hemos cogido en vacaciones. Voy un paso más allá. Encontrar la motivación perdida, hacer de ella nuestra bandera y preguntarnos ¿qué quiero ser de mayor? ¿Estoy donde quiero estar? ¿Hago lo que me gusta?
Simplemente, el hecho de pensar esto, el hecho de dedicar unos minutos a saber qué quieres de verdad significa el principio de algo más grande, el de tomar una decisión. Una decisión implica cambios, el primero, empezar a salir de nuestra zona de confort y empezar a hacer cosas que antes no hacíamos –al menos, no conscientemente-, o a hacerlas de manera diferente. Decidir es arriesgar, es poder equivocarse, es aprender, es crecer, es madurar… es vivir.
Yo necesitaba un cambio y tuve la suerte de poder hacer un proceso de coaching y el privilegio de haber encontrado a la mejor coach que yo podía tener. Y es que creo que en el coaching, como en las relaciones, la química y la confianza con tu coach son fundamentales. Vaya por delante que para hacer un proceso de coaching no hay que ser millonario. Es, como en todo, cuestión de prioridades. Puedes encontrar un buen coach por unos 75€ la sesión. No es barato, pero es una inversión para nuestra vida.
Marta Brenta, mi coach y socia cofundadora de The Lighthouse.center, nos explica los cuatro pilares del coaching coactivo:
- Todas las personas son naturalmente completas, y disponen de creatividad y recursos como para avanzar, desde su propia singularidad.
- Siempre se trabaja con la totalidad de la persona, aunque nos enfoquemos en temas concretos.
- Es un continuo profundizar en el aprendizaje, pero invocando a la transformación, el cambio y la acción.
- Danzar en el momento. Todo lo que viene es una fuente de aprendizaje, un recurso que se utilizará en coaching para lo que surja. Es una mente creativa de aprovechar todo en ese camino de aprendizaje y cambio. Una sesión de coaching no se prepara, estamos entrenados para saber fluir con lo que venga y ponerlo en la bandeja para que el coachee (el cliente) le saque partido.
El reto puede ser personal, profesional o ambos. Si hay algo que me ha regalado el coaching ha sido encontrarme con mi verdadero yo, con muchas perspectivas diferentes. Ver las cosas desde otro prisma, explorar y curiosear en mi interior, tener sueños conscientes –y lo de conscientes es muy importante, ya que muchas veces no sabemos lo que deseamos-. He descubierto la mejor versión de mí, y otras que no me gustan tanto, pero todas son mías; he aprendido a estar incómoda, a ser asertiva, a decir en alto lo que quiero de verdad y a encontrar lo que me motiva.
Muchas veces queremos que nos lo den todo hecho, que sean otros los que nos motiven… Y no pensamos qué es lo que necesitamos o lo que queremos. De momento, no hay demasiadas personas en el mundo que sepan leernos la mente. Buscar en nuestro interior aquello que nos motiva, tener un reto, algo que nos haga estar en tensión, atentos, algo que excite nuestra mente y que nos haga movernos, avanzar.
Las lecturas motivadoras me ayudan a ser constante y a no perder la motivación. Es una de las cosas que hago cuando veo que vuelvo a caer en la apatía. Esta vuelta al cole me he propuesto escribir una frase motivadora para empezar cada mañana, y cambiarla por los pucheros y la desidia. Son tres minutos de nuestra vida y un remedio estupendo para comenzar con una buena sonrisa. Aquí os dejo dos, la tercera, ya es cosa vuestra.
“No abandones nunca. Nunca renuncies a intentar construir el mundo que puedes ver, incluso si otros no pueden verlo”. Simon Sinek
“Avanzar, conseguir lo que te propones supone esfuerzo, entrenamiento, sufrimiento... ¿Existe la suerte? No lo sabemos...pero lo que sí que sabemos es que todo está en nuestras manos...Un nuevo día, un nuevo reto”. Josef Ajram
¡Feliz vuelta al cole!