En muchas ocasiones, la lectura de las obras de Martín Casariego (Madrid 1962) me acompañaba en mis viajes, Madrid-San Francisco o SF-MAD, depende. Mi falta de sueño en vuelos de catorce horas, se veía compensada con novelas como Mi precio es ninguno, o La hija del coronel. Clásicos de la literatura contemporánea española, que atrapaban desde la primera página. Algo ha llovido desde aquellos años en los que vivía en California hasta hace apenas unos días en el icónico Círculo de Bellas Artes de Madrid. Seis de la tarde de un miércoles de verano. Hace calor, mucho calor. En el centro de la cafetería del Círculo, una escultura se estremece: El salto de Léucade, una de las obras favoritas del escritor.
Casariego llega con casco, mochila, examinando su teléfono móvil. Observarle me hace recordar aquellos viajes, las historias de sus novelas, personajes de su creación. Entre ellas, su último libro: El juego sigue sin mí (Siruela), ganador del último Premio Café Gijón. Una de las novelas de aprendizaje más brillantes, publicadas en español. Solo en español, de momento. Alguno de sus libros, Y decirte alguna estupidez, por ejemplo te quiero, ya fue traducido en su día a varios idiomas, con más de 150.000 ejemplares vendidos en España.
Conversar con Casariego es reflexionar sobre la vida misma, una sensación semejante a la que experimentas con la lectura de sus libros. Precisamente, eso es lo que pretende: hacer sentir y pensar, las dos cosas, “porque a mí, si un libro no me conmueve no me interesa”, asegura. En El Juego sin mí lo consigue, a través de la narración del paso de la adolescencia a la madurez, el amor, la familia, la nueva forma de relación de los jóvenes, el peso de la existencia y la muerte. “Una novela de aprendizaje -según describe- donde lo que se aprende es que nunca terminaremos de aprender o de comprender la realidad o el mundo que nos rodea o a nosotros mismos”.
P. El juego sigue sin mí alude en algún momento al lugar donde nos encontramos: la cafetería La Pecera del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
R. Escogí algunos lugares de Madrid, esta cafetería y el Museo Romántico, en ciertos momentos de la novela porque son lugares que me gustan. La escultura que hay aquí, El Salto de Léucade, tiene que ver con la novela y la historia. Es de una chica que se suicida por amor. Precisamente, uno de los protagonistas, Rai, viene a esta cafetería a buscar a Samuel, que ha quedado con una chica.
P. La novela narra el paso de la adolescencia a la madurez, el amor, la familia, el peso de la existencia y la muerte. ¿Por qué decidiste recoger todos estos elementos y plasmarlos en esta novela? A grandes rasgos, ¿cómo la definirías?
R. La familia es determinante en la novela y también la muerte de algunos de sus miembros. Es la historia de alguien, Rai, que tiene miedo de ser un suicida y vive con ese temor. Comencé a escribir la novela en torno a dos ideas: una carta de alguien que le dice a su ex novia que si no se presenta en un lugar determinado se suicida y ahí aparece la idea del suicidio. La otra se refiere a la relación que se establece entre ese chico mayor y el pequeño, que va a ser su alumno y de esas clases, que luego se convierten en otra cosa.
P. El libro también relata el tiempo presente, la nueva forma de relación de los jóvenes, prostitución infantil, miedos y peligros de la adolescencia. ¿Consideras que es importante analizar los tiempos en los que vivimos, abordarlos a través de la literatura para ofrecer estas apreciaciones al gran público?
R. Me atraía situar la novela en el momento actual y reflejar todos los cambios que estamos experimentando. Si bien, lo más importante son las dos ideas a las que me refería antes, que podrían haber ocurrido en otra época. La nueva forma de relación de los jóvenes aparece reflejada en la historia, a través de los mensajes que intercambian, redes sociales, iPhones... En cuanto a estos cambios tecnológicos que estamos viendo, no soy muy optimista. Me parece bien su inmediatez pero son invasivos, roban mucho tiempo y no dan tanto. A veces, cuando estamos con alguien prestamos más atención al dispositivo que estamos utilizando, los mensajes y las fotos que subimos. No me refiero solo a los adolescentes, sino también a las personas adultas, yo me incluyo.
P. Repasemos el argumento: A Ismael, un joven de 13 años que pronto va a cumplir 14, no le va bien el colegio y sus padres deciden contratar a un profesor de matemáticas, Rai de 18 años, compañero de instituto. Pronto, estas clases de matemáticas se convierten en clases sobre la vida misma. Lecciones que a veces recurren a reflexiones profundas: ”No hay que lamentarse por lo que fue o no fue. Lo que hay que hacer es no detenerse”.
R. Cuando hablas de una novela de aprendizaje, el aprendizaje es este: el de la vida, no el de las matemáticas o el de los libros de texto. Me parecía una manera de reflejar un momento, una edad en la que quieres ser adulto, quieres ir muy rápido y, en esa rapidez, buscas respuestas en letras de canciones, en libros o en algún modelo, en alguien. A veces, cuando eres adolescente te planteas quizás con más pasión, ilusión y atrevimiento problemas fundamentales de la vida. Es una época en la que estás en ebullición. El personaje de Rai es más mayor de lo que corresponde a su edad porque ha leído mucho y la lectura es un atajo rápido para aprender de la vida. Además, ha perdido a su madre, ha pasado tiempo solo, etc.
P. En la novela hay muchas alusiones al suicidio. Rai es una persona bastante atormentada...
R. En la novela se debate si merece la pena o no aceptar el regalo de la vida. Rai es una persona que vive, precisamente, con el miedo de si es un suicida o no. Por ello, está obsesionado con eso, habla siempre de ello y lee antologías de poetas suicidas. Al ser hermano del poeta Pedro Casariego, esto tenía que salir por algún lado en la novela. El hablar del suicidio es un dato autobiográfico porque lo sucedido con mi hermano afectó a mi familia, a mí y está presente. Desde 1993, siempre comienzo mis novelas con una cita de Pedro, como una forma de homenaje. También se refiere a él, otra cita de la novela: “el juego sigue sin mí”, que está incorporada al título porque el juego se refiere, evidentemente, a la vida. Hasta el final de la novela estás dudando si Rai se va a suicidar o no.
P. ¿Hay más datos autobiográficos en la novela?
R. En las novelas, los escritores siempre utilizamos notas autobiográficas. Las descolocas, las cambias y luego te inventas muchísimo. Es como un puzzle, lo colocas de otra manera y te sale otro dibujo. En esta construcción, es inevitable que recuperes recuerdos, pensamientos, gente que has visto o has conocido, objetos, música, libros... Cuando imaginaba la novela, quería que Rai hablara de música de la época actual, pero los discos que hay ahora para adolescentes de 13 años tampoco son muy distintos de los que escuchan los de 18. Entonces, decidí hablar de los discos que me gustaban a mí cuando tenía esa edad: The Who, Lou Reed, Leonard Cohen, Elton John, a través de los vinilos de una persona a la que Rai quería, su madre. Él busca a su madre en la música que escuchaba. Es algo que aparece en la novela.
P. Cuando leía el libro, me recordaba a un clásico de la novela de iniciación: El guardián entre el centeno de J. D. Salinger. Además, aludes a Salinger en la novela en varias ocasiones.
R. Eso es un piropazo. Es uno de mis libros preferidos, me ha marcado mucho. Era uno de los libros que tenía en mente, mientras escribía la novela. Por eso, decía que el tiempo presente no importa demasiado. El guardián entre el centeno es un libro que lo puede leer un adolescente ahora e identificarse igual, porque habla de ese momento de la vida en el que dejas la adolescencia, te conviertes en adulto y sientes miedo porque ganas unas cosas pero pierdes otras, que te gustaría conservar. Es una época conflictiva. Ojalá hubiera escrito yo El guardian entre el centeno más actual, en español. Lo he tenido presente muchas veces, para escribir este libro también.
P. ¿Está más extendida la novela de iniciación o aprendizaje en la cultura anglosajona o italiana?
R. Me gusta que hayas dicho italiana porque en la literatura italiana hay bastantes libros de este género. Algunos de ellos los he descubierto ahora. Por ejemplo, Una función en el colegio, de Orio Vergani. Creo que la han traducido por primera vez hace dos o tres años. Es verdad que en Italia la novela de iniciación está más extendida que en España y en Estados Unidos, en la cultura anglosajona, quizá también.
P. ¿Has buscado realizar una actualización de este género?
R. Por un lado, intentar actualizar algo es muy pretencioso y, por otro, si escribes tienes que aportar algo que sea distinto. Tanto como actualizar, no lo sé. Lo que me gusta de esta novela es que presenta cosas diferentes de todas las novelas que he leído. No digo que eso sea actualizar, pero sí tiene unos rasgos que son originales. Es una novela de aprendizaje, pero en un primer plano trata de un chico de 13 años que está aprendiendo cosas de la vida a través de esta persona, Rai.
P. Si Rai no hubiera aparecido en la vida de Ismael, ¿podría haber tomado quizá otra dirección? ¿Piensas que, como cita la novela, “los pequeños detalles varían a menudo el curso de las historias”?
R.-Creo que sí. En la novela podemos ver la vuelta que da todo. Creo que la presencia de Rai es clave para Ismael. Cuando tiene 23 años lo vuelve a ser. Es decisivo para lo bueno y para lo malo. Es una influencia buena y mala a la vez. Le influye cuando es pequeño y cuando es más mayor le hace ver de otra manera todo.
P. “Precisamente, eso es la adolescencia: dudar entre si estás perdido o simplemente vagas sin rumbo”. Es una frase de la novela, ¿crees que en el mundo adulto, todavía sigue ocurriendo esto o solo lo asocias a la adolescencia?
R. En la adolescencia es una sensación muy normal, que hemos tenido todos. En la vida adulta, a veces, sucede también. No creo que a los 20, 25 o 30 años ya lo sepas absolutamente todo. Constantemente nos estamos replanteando la vida, quiénes somos, qué lugar ocupamos en el mundo. Por eso se escribe y por eso se lee. A veces estás muy perdido, supongo que a cualquier edad: 30, 40 o 70. Depende de lo que te vaya pasando. En la adolescencia es una sensación muy de ese momento de la vida.
P. ¿Te identificas con alguno de los dos personajes? ¿Cómo fue la adolescencia de Martín Casariego?
R. Yo me identificaría más con el pequeño. Creo que soy totalmente distinto a Rai. La adolescencia no fue una época particularmente feliz en mi vida. Fuí más feliz en mi infancia. Por ello, me da pena que ahora exista una tendencia a que la infancia dure tan poco: esa lucha de los niños por querer ser mayores. Hay que salir de ella y de la inocencia, por supuesto, pero no hay que tener prisa. No es malo conservar esa parte de inocencia. Mi adolescencia estuvo marcada por la timidez y eso, a veces, te hace sufrir mucho. Es una mezcla. Por un lado, esa etapa me atrae porque disfruté de algunas cosas que vives con mucha intensidad, indagas, buscas y aprendes. Sin embargo, no me gustaría volver a repetirla.
P. Autor de más de una docena de novelas, guiones, cuentos infantiles y juveniles, ensayos, relatos, artículos. ¿Cómo ha evolucionado Martín Casariego a lo largo de estos años, desde su debut en 1989 con Qué te voy a contar, ganadora del Premio Tigre Juan a la mejor opera prima de ese año? ¿En qué momento se encuentra en la actualidad?
R. Aprendes cosas, te haces mejor escritor. Eso no quiere decir que, necesariamente, tus novelas sean mejores. Algunas veces, una novela depende de un estado, hallazgo. Hay momentos en la vida que estás más capacitado para hacer algo. Otras has perdido la chispa. Como escritor, no sabría decirte de qué novela me siento más orgulloso. El juego sigue sin mí es una novela que reúne todo lo que yo he aprendido como escritor. Es una de mis favoritas. Aspiro a escribir de una manera sencilla sin contar simplezas. Utilizar un lenguaje fluido, directo, no rebuscado pero tampoco pobre. Historias que hagan pensar y sentir. En la literatura es fundamental emocionarse. Cuando te imaginas una historia, también tienes que imaginar la manera en la que la vas a contar. Estoy en un momento de escritura en el que me siento bien. Me sigue costando escribir porque me supone un esfuerzo sentarme y concentrarme pero, por suerte, todavía tengo historias que pueden ser buenas historias y muchos años por delante para escribir cosas que me siguen interesando. Me gusta lo que vas encontrando mientras escribes, problemas, ver cómo resuelves y las casualidades que te llevan a transformar todo. Hace que la novela luego, resulte incluso más interesante que cuando la imaginé y la empecé a escribir.
P. Hace algunas semanas, en la Feria del Libro de Madrid, se reunieron importantes figuras del mundo literario a nivel internacional. ¿Cómo situarías el ámbito literario español en un contexto internacional? ¿Goza de buena salud?
R. En España no vivimos un momento maravilloso. Se siguen escribiendo buenas novelas, hay buenas editoriales pero ese dato de que tantas librerías están cerrando...y claro, la salud de algo depende de todo. Depende de los editores, pero sobre todo de los lectores y, si hay menos gente que lee y compra libros, la salud será peor. Libros hay miles y eso es muy saludable. En España, el problema de la piratería es grave. No creo que se coma el mundo del papel, pero está haciendo que las ventas bajen de un cinco a un diez por ciento. Ese porcentaje en un negocio, es muy alto. Quiero pensar que hemos pasado lo peor, desde el año 2007 hasta ahora. Quizá no vuelva a ser como en 2006, pero tampoco tan deprimente y desastre como en los últimos años. Escribir ha sido duro, con pocas expectativas. Las redes sociales y nuevas tecnologías también quitan tiempo, antes destinado a la lectura y otras cosas. Esto perjudica a la educación, la lectura y todo en general. Espero que llegue un momento, en el que estemos saturados de hacernos una foto y colgarla en facebook.
P. La era digital y otros factores han dañado la literatura. ¿Todavía se puede vivir de de esto?
R. Bueno, muy malamente. Durante un tiempo ganaba muy poco. Pero no solo ocurre con la literatura y los libros. Muchos sectores se han visto afectados. Hay temporadas en las que estoy sobreviviendo. Quiero pensar que si he sobrevivido estos años horribles, podré hacerlo en un futuro. Yo otra cosa, ya, tampoco sé hacer. En 2009 gané un premio gordo con La jauría de la niebla pero no puedes estar ganando premios todo el tiempo.
P. Uno de ellos lo has recibido recientemente: el último Premio Café Gijón por El Juego sigue sin mí, que alcanza ya más de 3.000 ejemplares vendidos. ¿Que significado tiene para tu carrera literaria?
R. Me ha venido muy bien por todo. También por publicar en una editorial como Siruela. Es un premio con prestigio: es el segundo más antiguo de España, tiene nombre y lo conoce mucha gente. Además, tiene una gran ventaja: esta desligado de las editoriales, con un jurado independiente. Con el dinero que he recibido, he vivido este año. Aunque haya ganado otros premios, este es un premio importante.
P. Hablábamos de cambios, tecnológicos, económicos y ahora, también políticos en la Comunidad de Madrid. Como madrileño, ¿qué opinas sobre la situación política actual?
R. Con los concejales que hay estoy horrorizado. Me parece un disparate. Entiendo que el PP y el PSOE se han ganado una bofetada y se la han llevado, pero, si esta es la alternativa, lo tenemos claro. No solo los concejales sino políticos que sienten lástima por los terroristas asesinos de las cárceles. Y yo me pregunto si no les dan pena las víctimas del terrorismo, heridos con piernas amputadas, caras desfiguradas y sus familiares. Me parece que hay una izquierda que tiene más presencia que la derecha radical y la izquierda radical. Y la izquierda radical me parece horrible. Yo soy ateo, agnóstico, tengo una educación como cualquier otro español de mi edad: educación católica, pero desde los 15 años no voy a misa. No creo en dios y mis hijos no están bautizados. Sin embargo, no entro a una capilla a enseñar las tetas y gritar: “arderéis como en el 36”. Tampoco hago eso en una casa de okupas. ¿Esta agresividad es nuestra forma de convivir?. Déjales que recen, déjales en paz. ¿Están haciendo algo unos chicos que están rezando? ¿Te están haciendo a ti algo?. Entiendo que todo lo que ha ocurrido con el PP es un disparate, pero Podemos me parece tremendo. Mienten para seguir teniendo el voto de aquellos a los que no les parecen bien las cosas que defienden.
P. Una situación política que, sin duda, nos inquieta a muchos y ocupa gran parte de las conversaciones actuales. Hablando de actualidad y futuro: ¿en qué trabaja ahora Martín Casariego?
R. He publicado una novela juvenil que se llama El capitán Miguel y el misterio de la daga milanesa y estoy haciendo una continuación. Tengo bastantes novelas de este género. Esta última es una novela histórica del siglo XVI. La continuación que estoy escribiendo comienza también en Europa, pero transcurre además en América. La tengo empezada pero, entre el premio Café Gijón, artículos, estos días ocuparme de mis hijos... Para una novela no vale con tener dos horas o un día. Para una novela necesitas más tiempo.