Hay películas de las que dejan buenas sensaciones una vez vistas. Películas que no van a cambiar el lenguaje cinematográfico, pero que resultan igualmente interesantes para un espectador que quiera pasar un rato interesante sin sentir que está viendo una pamplina que a duras penas le entretiene. Una de esas películas, a la que voy a dedicar esta entrada es Un amigo para Frank.
Un amigo para Frank es el debut en la dirección de Jake Schreier, con una película que recibió el premio a la mejor ópera prima en el festival de Sundance y el premio del público en el festival de Sitges en 2012, con una curiosa mezcla de comedia, drama, intriga y ciencia ficción. Es un filme que a mí me ha recordado, salvando las distancias, a las producciones que apadrinó Spielberg en los años 80 con su productora Amblin (Gremlins, Los Goonies, Regreso al futuro), cintas con vocación de entretener y de contar una historia con calidez para todos los públicos y que no por ello resultan infantiloides ni cutres para un espectador adulto. Un amigo para Frank bebe de esas fuentes para plasmar la relación entre un hombre en el declive de su vida y un robot que demuestra tener más alma que muchas de las personas que le rodean.
A todo ello ayuda el buen hacer de Frank Langella, un veterano actor curtido en mil batallas como secundario (últimamente le vimos hacer de Richard Nixon en Frost contra Nixon), que da vida a un hombre que se resiste a abandonar el mundo analógico en el que creció y que prefiere bibliotecas llenas de libros de papel y no espacios vacíos de diseño modernista. Un hombre que se siente solo, distanciado de sus hijos y cuya única conexión con el mundo exterior es una bibliotecaria (Susan Sarandon) con la que comparte su gusto por el papel escrito en un universo en el que conviven humanos y máquinas.
Frank es una especie de Quijote (uno de los libros a los que se hace referencia durante el metraje) que se resiste a abandonar un mundo que ya solo existe en su mente y busca reverdecer sus glorias pasadas como ladrón de guante blanco. Y a pesar de toda su resistencia inicial, acabará trabando amistad con un androide, representación de ese mundo al que quiere dar la espalda, al estilo de los personajes maduros que ha interpretado Clint Eastwood en varias de sus películas. Langella y el robot se llevan el protagonismo de una cinta en la que tampoco hay que obviar el buen hacer de Susan Sarandon, James Marsden o Liv Tyler.
Schreier construye una película muy humana, que nos enseña que siempre se está a tiempo de aprender cosas. De esas cintas que resultan agradables de ver y que dejan buen poso en el espectador. Si hubiera que definirla en dos palabras, diría: está bonita.