Una década de aislamiento diplomático, años de sanciones sobre sectores como el financiero y el petrolero, principal motor de la economía iraní. 18 meses de negociaciones en la ciudad suiza de Lausana, para corroborar la naturaleza pacífica del plan nuclear persa.

Un largo camino ha tenido que recorrer Irán en los últimos tiempos, bajo la atenta mirada del Sexteto (Rusia, China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Alemania). Tras dos intentos fallidos, las delegaciones se citaban en una sesión maratoniana donde todo se apostaba a una carta, triunfar o fracasar.

Sobre la mesa cuestiones candentes pero, en especial, el enriquecimiento de uranio, la central de agua pesada de Arak o las instalaciones de Fordo. Yy también las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Expiró y comenzó una intensa negociación donde el pacto era tan real como imposible. La noche del 2 de abril, un exultante Mohamad Zarif y Federica Mogherini de blanco nuclear lideraban la escenificación del convenio, logrado a merced de ochos duros días de mucha tensión y diálogo. El trabajo mereció la pena, estos son algunos resultados.

Acuerdos

Irán disminuirá más de dos tercios su capacidad actual de enriquecimiento de uranio. Es decir, la república islámica reducirá sus centrifugadoras de 19.000 a 6.000. Además, trasladará las reservas y el equipo para el enriquecimiento de uranio bajo el control de la OIEA. Pondrá bajo supervisión internacional todos sus programas de enriquecimiento de uranio durante los próximos 25 años.

Por su parte, la UE y EE. UU. iniciarán el levantamiento de las sanciones unilaterales, al igual que las restricciones del Consejo de Seguridad de la ONU.

Tensiones

Los constantes esfuerzos de EE.UU. por imponer la hoja de ruta en las sesiones se veían reducidos por otros integrantes, como Rusia, que marcaba su paso firme hacia el entendimiento. Mientras John Kerry llevaba las negociaciones a puntos sin retorno, el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, ejercía de garante del interés común, rol del diplomático ruso que el propio secretario de Estado y otros delegados reconocieron.

Este convenio tiene derechos y deberes que deben regirse a lo largo del desarrollo del acuerdo final que los técnicos ya empiezan a elaborar. Un texto que deberá rubricarse antes del 1 de julio, para no regresar al punto de partida, una situación ahora impensable debido a los logros obtenidos en Lausana, aunque otros desean que algo falle. EE.UU. matizaba incompresiblemente algunos puntos minutos después de firmar el convenio. Una actitud duramente criticada por las autoridades persas.

Siempre hay vencedores y vencidos según pretenden algunos, como el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, para quien el programa atómico iraní es una amenaza a la soberanía y futuro de Israel. Mientras, ha iniciado una crítica campaña contra el tratado y el papel de algunos miembros negociadores para “matar el acuerdo”.

Desde Israel suenan tambores de guerra y ven como una traición que su socio más directo, Barack Obama, cambie su estrategia y reconozca ahora que es “mejor este pacto que una contienda bélica”.

En este sentido, muchos apuntan a Obama como el más presionado en esta ronda final de negociaciones, ya que a mitad de legislatura, en caso de llegar al pacto, sería el legado para la historia y, de no ser así, un nuevo fracaso en la política exterior para el jefe de la Casa Blanca.