Momentos de la vida cotidiana en todo el mundo, siglo XXI, cualquier hora. Imagínense ustedes que van al baño (necesidades fisiológicas humanas) y durante ese íntimo desahogo, los desechos de nuestro cuerpo son cuidadosamente “analizados” por el retrete (si, analizados por el retrete) el cual es capaz de mostrarnos con su “inteligencia” cierta información que muy probablemente sea útil para nosotros. Y debo aclarar que lo hace sin recibir instrucciones previas, aparentemente “él” es un ente autónomo y proactivo. Pero ¿cómo es posible que nuestro retrete tenga esa habilidad? Y, sobretodo, ¿para qué la tiene? Entonces, cuando terminamos y bajamos la perilla, observamos a través del retrete con neuronas, datos y objetos que nos avisan en tiempo real, por ejemplo, si el funcionamiento metabólico que tenemos es el adecuado, si el color de nuestra orina o nuestras heces indica algún trastorno o padecimiento inmediato o a mediano plazo, (lo cual puede ser nuestro primer aviso de una visita médica necesaria), o si deberíamos empezar alguna dieta para mejorar la vitalidad y salud de nuestro cuerpo. Además tiene la característica de conectarse a la base de datos de nuestro galeno de cabecera y actualizar nuestro historial médico con esa información. Vaya, es increíble que el retrete se haya vuelto un “Smart-retrete”, justo como nuestros PC o tablets de hoy en día.
Tal vez no debí haber comenzado a decirles que imaginaran la incursión del “Internet de las cosas” con semejante ejemplo inoportuno, así que para profundizar, aclarar y visualizar otra cosa en nuestras mentes diferente a un baño, les pondré otro escenario. Imagínense que van conduciendo por la mañana a su trabajo, el automóvil del que gozan ya de por sí tiene la capacidad de utilizar un tipo de combustible distinto al fósil, para volverlo eco-amigable, posee un tablero indicador muy avanzado con los niveles del auto y una computadora de viaje lista para asistirnos en todo momento. Y cuando lo aparcan cerca de una pronunciada vuelta, pasa un conductor distraído y desafortunadamente lo golpea. Y bueno, sabemos que si contamos con un seguro, habrá que llamarle, esperar a que un agente llegue hasta donde ocurrió el siniestro y evalúe los daños; esto podría tomar mucho tiempo, sin embargo no contábamos con la inteligencia del automóvil. Automáticamente el coche se escanea a sí mismo para generar una lista de los daños que sufrió, de manera precisa y concluyente. Pero ahí no termina su labor. Después de que el auto genera un reporte completo sobre su estado actual, se conecta con la empresa de seguros pertinente para enviarle el registro de los daños. Luego, la aseguradora puede llamarte directamente para acordar el ingreso de tu coche y comenzar su reparación. Y si existe algún incidente en saber quién de las partes provocó el accidente, no debemos preocuparnos más, pues las cámaras inteligentes desplegadas por toda la ciudad, igualmente inteligente, le facilitan la vida no solo a las aseguradoras, sino a los peritos en caso de poder filmar un delito y desplegar a las fuerzas policíacas en caso de ser necesario.
Estos escenarios que acabo de describir se refieren al concepto de Internet de las Cosas y cómo cambia la vida de los seres humanos tan drásticamente, al combinar palabras como inteligencia artificial, realidad aumentada o cómputo ubicuo. Son temas muy avanzados de tratar, pero actualmente ya los hemos visto aterrizados en nuestros smartphones, tablets y muy recientemente en los dispositivos “wearables” como los relojes o las pulseras inteligentes.
Por supuesto que no todo es tan ideal como parece y el Internet de las Cosas traerá consigo muchos riesgos. Porque claro, si todas las cosas que tenemos a nuestro alrededor están conectadas, significa que pueden llegar a ser atacadas. El que todo esté conectado implica de manera inmediata que todo se vuelve vulnerable y controlable.
Si no somos capaces de examinar los aspectos básicos de seguridad de nuestros dispositivos de hoy en día y crear una consciencia necesaria sobre cómo la tecnología va a impactar la vida del ser humano cuando dichos avances logren llegar (a todos), estaremos atrapados en un mundo con “adelantos atrasados” y lo más grave que nos puede llegar a suceder es que esos semi robots terminen por controlarnos. Justo como sucede en la actualidad con el inseparable Smartphone.
Pero, seguramente, este será un boceto del mundo en diez años.