Anyone who doesn't have a great time in San Francisco is pretty much dead to me.

[Cualquiera que no la pase de maravilla en San Francisco está, para mí, muerto.]

(Anthony Bourdain)

Yo tendría 12 o 13 años cuando escuché por primera vez la canción San Francisco (Be Sure to Wear Flowers in Your Hair), con Scott McKenzie (1939-2012). Mi inglés era nulo, pero el locutor tradujo no solo el título, sino parte de la letra. Ese himno de la contracultura hippie se quedó conmigo desde aquel momento. Algún día tendría que visitar esa ciudad.

Mi primera visita a San Francisco fue con Hong Liang, amiga y codirectora del proyecto en el que trabajaba en la Universidad Texas A & M. Llegamos al aeropuerto al final de la tarde para pernoctar en Pleasanton, donde, por pura casualidad, me encontré con el amigo José Manuel Ayala, ingeniero y entomólogo, a quien conozco de mis años universitarios y quien, como yo, es otro “expatriado a juro” de los millones de Venezolanos que salimos de nuestro país, huyendo de la “robolución” impulsada por un resentido social y sus (al igual que él) corruptos adláteres.

A la mañana siguiente, Hong y yo fuimos hasta San Francisco. Nuestra meta final era Monterey, donde estaríamos presentando los avances de nuestro proyecto. Nuestra primera parada, cerca de Chowder Hut, en Fisherman’s Wharf, fue Boudin Bakery. Hong era fan del lugar, y quería que disfrutáramos de un buen café y unos pastelitos para comenzar bien el día. El área, lugar turístico obligado, no es nada del otro mundo, salvo por las focas en Pier 39.

Luego fuimos al área de bienvenida del puente Golden Gate, puente colgante pintado en “anaranjado internacional” e inspirado en la arquitectura maya, al estilo Art Deco, quizás la obra más fácilmente identificable de la ciudad. Un espectáculo.

Le pedí a Hong (ella manejaba) que fuéramos a Haight – Ashbury, centro y meca del movimiento hippie, poblado de casas victorianas, incluidas aquellas donde vivieron los miembros de Grateful Dead y, “un poquito más allá”, la siempre recordada Janis Joplin (1943-1970). Una vez allí, me retrotraje a mi temprana juventud y mi fascinación con el movimiento hippie.

image host Signos en la intersección de Haight y Asbury

Ya en Monterey, me escaparía un día para visitar el área y los lugares que inspiraron a John Steinbeck (1902-1968) para producir una de mis novelas favoritas por él escrita, Cannery Row, y el laboratorio y sitios de recolecta de Edward “Ed” Ricketts (1897-1948), quien fuera su amigo, inspiración e influencia notable.

Regresamos a Texas. Pero (quién lo hubiera dicho), años después, finalizando 2012, sería contratado por la Universidad del Estado de California, en Fresno, donde pasaría los próximos seis años, dándome la oportunidad de visitar San Francisco numerosas veces.

De aquella primera vez, recuerdo que, en vías al Golden Gate, a la distancia, vi una impresionante estructura, y le pregunté a Hong que era. Ella no la conocía.

En algún momento del 2013, viviendo en Clovis, a “pata de mingo” de la Universidad (me tomaba entre tres y cinco minutos llegar desde mi apartamento a mi oficina), mi esposa y yo fuimos hasta San Francisco. Hicimos un “paneo” de la ciudad, luego de cruzar la isla Yerba Buena (nombre original de San Francisco, por cierto) entrando por la I80, para pasar a la 101 y la Avenida Van Ness, salir a Baker St., estacionarnos y caminar por el Palacio de Bellas Artes (Palace of Fine Arts). Sí, caminaba entre los jardines y columnas de aquella estructura que atrajo mi curiosidad años atrás.

La pieza central es una rotonda de unos 50 metros de altura, con una columnata que se extiende a ambos lados, frente a una gran laguna y jardines. A sus “espaldas”, hay un curvo y enorme centro de exposiciones. Construida para la Exposición Internacional Panamá-Pacífico de 1915, es la única obra de aquella feria que sobrevive en su lugar original. Concebida para evocar ruinas decadentes de la antigua Roma, fue erigida en hormigón y acero, totalmente ignífugo.

En la exposición se mostrarían avances en educación, agricultura, industria, tecnología, transporte, minería y metalurgia. Cada tema estaba confinado a un “palacio” de los diez que fueron construidos.

El arquitecto Bernard Ralph Maybeck (1862-1957), profesor en la Universidad de California, en Berkeley, y miembro destacado del Movimiento Arts and Crafts originado en Gran Bretaña a fines del siglo XIX, fue el encargado de diseñar el Palacio de Bellas Artes. Cómodo produciendo obras en los estilos American Craftsman, Mission Revival, Gothic Revival y Beaux-Arts, creía fielmente que cada problema arquitectónico requería el desarrollo de una solución completamente nueva.

Maybeck conceptualizó la obra como una encarnación de la arquitectura romana, encajada en el contexto de la California de aquellos tiempos. Según Maybeck, el éxito popular de este palacio se debió a la ausencia de un techo que conectara la hermosa rotonda con el edificio que fungía como galería de arte, y la ausencia de ventanas en las paredes de la galería. Además, todo el conjunto estaba rodeado de árboles, flores, y una laguna con su respectiva fuente.

Una vez finalizada la exposición, los “palacios” serían demolidos. Sin embargo, antes de finalizar la feria, Phoebe Elizabeth Apperson Hearst (1842-1919), filántropa, feminista y sufragista, fundadora del Museo de Antropología de la Universidad de California (que hoy lleva su nombre), así como la Asociación Nacional de Padres y Maestros, formaría junto a un influyente grupo de personas la Liga para la Preservación del Palacio de Bellas Artes. Tan hermosa obra sería conservada en el mismo lugar para usos posteriores.

La estructura había sido diseñada y construida para mantenerse en pie por poco tiempo. Tanto la rotonda como la columnata no estaban construidas en su totalidad con materiales duraderos. Sus exteriores estaban enmarcados en madera cubierta con una mezcla de yeso y arpillera (pieza textil gruesa y áspera fabricada con varios tipos de estopa, sea de cáñamo, yute o esparto).

Durante la década de 1950, el deterioro y el vandalismo la habían convertido en una verdadera ruina. A mediados de los 60, el palacio fue demolido, quedando en pie solo las estructuras de acero y hormigón, y la sala de exposiciones.

Las estructuras en ruinas serían luego revestidas en hormigón, colocando vigas de acero para sostener la cúpula de la rotonda. Las esculturas y decoraciones externas debieron ser reconstruidas.

Lo único faltante del diseño original fue la ornamentación de la sala de exposiciones y los dos pilonos de los extremos de la columnata (los pilonos son construcciones a modo de muros, erigidos en pares, flanqueando la entrada principal de algunos templos. Ejemplo de Pilonos puede ser visto en el Templo de Debod, en Madrid).

Pero otras estructuras igual de impresionantes hacen de San Francisco una ciudad a visitar. El Ayuntamiento es del puro estilo Beaux-Arts, estilo originado en la Escuela de Bellas Artes de París, entre la década de 1830 y fines del siglo XIX. Inspirado en los principios del neoclasicismo francés, también incorporaba detalles renacentistas y barrocos, utilizando materiales modernos, como hierro, vidrio, y acero. Reabierto en 1915, impresionaría a los visitantes de la Exposición Internacional Panamá-Pacífico. Reemplazaba al Ayuntamiento anterior, localizado a dos cuadras del actual, que fue destruido por el terremoto de 1906.

El arquitecto fue Arthur Brown Jr. (1874-1957) quien, al igual que su socio John Bakewell Jr. (1872-1963), era discípulo de Bernard Maybeck. Brown se graduaría en la Universidad de California en Berkeley, pero cursaría estudios avanzados en la École des Beaux-Arts en París.

Brown es reconocido por su meticulosidad y atención a los mas mínimos detalles. Esto lo demostró en el ayuntamiento, encargándose de las lámparas, los patrones de los pisos, los pomos de las puertas y hasta la tipografía a utilizar en las señalizaciones.

El edificio, exquisito Beaux-Arts, ocupa dos manzanas. Su cúpula recuerda a las cúpulas barrocas de la Iglesia de Val-de-Grâce y del Hôtel Les Invalides, en París. El edificio es algo más grande que el Capitolio de Washington D.C., y reposa sobre ocho enormes vigas, cuatro de 50 toneladas cada una y otras cuatro de 20 toneladas. Su estructura es de acero, revestida de granito en su exterior y de arenisca en su interior. Muchos de los acabados (sino todos) son de mármol.

Una gran plaza es su antesala. Esta ha sufrido varias y extensas renovaciones, con cambios no solo en apariencia, sino también en utilidad.

Antes de los 60, tenía varias pequeñas plazas de ladrillo, pocos árboles y algunos estanques sencillos, elevados y circulares con fuentes centrales. Deambular entre ellas era incomodo. Luego, la plaza fue excavada para construir un estacionamiento subterráneo. Al finalizarlo, se agregó un estanque rectangular central con respiraderos de agua en filas estrictas dirigidas hacia el este, con arcos de agua idénticos sin adornos. Numerosos árboles fueron plantados en cuadriculas rectangulares.

Ya en los 90, con el aumento de las personas sin hogar, la plaza fue remodelada de nuevo, intentando hacerla “menos habitable”. El estanque y las bombas de agua fueron remplazados por césped. Hoy, un espacio abierto flanqueado por dos líneas de árboles antecede la entrada al capitolio.

Por cierto, opuesto al capitolio, en la plaza de las naciones Unidas, en la intersección de Hyde Street con Fulton Street, se encuentra una estatua ecuestre neoclásica de El Libertador Simón Bolívar (1783-1830). El caraqueño, libertador de cinco naciones, en atuendo militar, monta su caballo encabritado. Existe un original y dos copias de esta escultura. La original, realizada por el italiano Adamo Tabolini (1788-1863), discípulo del también italiano Antonio Canova (1757-1822), se encuentra en la Plaza Bolívar de Lima, Perú. La primera copia, está en la Plaza Bolívar de Caracas, y esta, de San Francisco es la segunda copia.

Pero cerremos con otra estructura arquitectónica icónica de la ciudad: La Torre Memorial Coit, o simplemente Torre Coit. Típica del Art Deco, fue también diseñada por Arthur Brown Jr., junto a Henry Temple Howard (1894-1967). Este último, también graduado de la Universidad de California, Berkeley, y especializado en la Ecole des Beaux-Arts en Paris.

La Torre Coit fue construida en hormigón armado sin pintar. Está en el Pioneer Park, a escasos minutos de North Beach (o la “Pequeña Italia” de San Francisco), y aún menos desde Fisherman’s Wharf.

En su interior podemos admirar varios murales de estilo Realismo Social Estadounidense, pintados en 1934, luego de construirla, por unos 20 y tantos artistas del área, y unos 10 asistentes. Varios habían trabajado con el muralista mexicano Diego Rivera (1886-1957) durante su estancia en San Francisco. Originalmente, se instalaron 27 murales en el interior: 18 al fresco y cinco de lienzo al óleo decoran el vestíbulo interior del ascensor en el primer piso, y cuatro al fresco decoran la sala Berlandina, a la entrada del segundo piso.

Los murales muestran escenas de agricultura, industria, inmigración, política, capitalismo, clases sociales y urbanismo durante la Gran Depresión. Creo haber escuchado, durante una de nuestras visitas, que varios de los murales originaron una gran controversia al ser negativamente descritos en la prensa como “promotores del comunismo” por presentar símbolos de dicha doctrina política. Al menos uno de esos murales tuvo que ser removido antes de la apertura al público.

Cada mural es excelente, y a mí me pareció extremadamente simpático el titulado Biblioteca. Este, pintado por el muralista de origen polaco Bernard Baruch Zakheim (1898-1985), quien había trabajado con Rivera, muestra, en su panel derecho, a una persona tomando una copia de El Capital de Karl Marx (1818-1883). Vemos también los lomos de varios libros cuyos autores son reconocidos escritores comunistas. Varias personas leen las noticias en diarios diversos, todas referentes a la depresión, la guerra en Europa, sucesos en el país e, incluso, la destrucción del mural de Rivera pintado en el Rockefeller Center en 1934.

Curiosamente, en los jardines de la torre, se instaló en 1957 una estatua de Cristóbal Colón (1451-1506) realizada por el Conde Vittorio di Colbertaldo (1902-1979), uno de los “mosqueteros” del Duce, Benito Mussolini (1883-1945), y donada a la ciudad por la comunidad Ítalo-Americana. Luego de la “fiebre anti estatuas de Colón” originada por las protestas anti racistas del 2020, fue removida.

image host Estatua de Cristobal Colón (1451-1506) en los jardines de la torre Coit

¿Qué más puedo decir? Si vas por primera vez a San Francisco, notarás que te invita a regresar. Y cada vez que vayas verás algo nuevo, encontrando en cada rincón algún fragmento de ti mismo.