Un relato de cómo terminé conociendo una ciudad a la que iba con un propósito, volví sin ninguno y que recomiendo visitar en todas sus estaciones.
Tengo una lista de lugares, como todos y todas a los que quiero ir. Ciudades amadas que no he pisado, zonas remotas del planeta como el Yukón, la Patagonia o el monte Uluru en Australia por las que siento auténtica urgencia de estar ahí, de llegar. Siento que me esperan. Sereno mis ganas mirando las Lonely Planet de la biblioteca de mi barrio y el Google Maps.
Tengo otra lista, menos pensada, de ciudades que no me atraen de buenas a primeras -por prejuicios o falta de interés…soy humana, los tengo- y si pienso en ellas, sé que me iré de este mundo sin haberles dado una oportunidad, pero esto no me pesa. Málaga estaba entre ellas. Ya no lo está, la he sacado de la lista.
Cualquier pretexto es bueno para viajar: fui a Málaga a visitar a un cuñado que estaba de paso por la ciudad. A punto del despegue, me entero de la extinción del vínculo familiar. Dramático y de novela, si, pero eso es lo de menos: yo ya estoy sentada en el avión y viajo siempre en el estado SAA - Sociable Auto Acompañada, así que ya llevo organizados los tres días que pasaré en Málaga City.
Málaga, no te esperaba así. Primer encuentro
Málaga es la segunda ciudad más poblada de Andalucía, y lo más importante para mí es que tiene mar, el Mediterráneo, con su puerto, sus botes pesqueros de toda la vida, los veleros de los nuevos vecinos y los cruceros, hijos del turismo que llegan desde 1960 para alegría y pesar de los que viven ahí.
Fundada por los fenicios en el siglo VII a.C., Malaka, nombre que lleva por la numismática que se encontró ahí, resume muy bien lo que significó en algún momento la convivencia entre las culturas que se asentaron en esta tierra: el dios de los fundadores fenicios fue Melkart, los judíos presumen que deriva de la palabra hebrea Malkah, reina, o los musulmanes que la conocieron por Mallaqi.
Desde el aeropuerto hay que tomar el tren en dirección al centro de la ciudad, en mi caso a la estación María Zambrano. Tengo que contarles de María, que fue una poeta, escritora y filósofa perteneciente a la Generación del 27, que vivió en el exilio mexicano, mayormente, y la diáspora intelectual que generó la Guerra Civil Española. Descubrirlas, por favor, busquen a las mujeres de esa generación.
He reservado un Bed & Breakfast que me viene perfecto para tres días y un free tour. Recorremos la calle Larios, la más famosa de la ciudad. Pasamos por la plaza de la Constitución, por la Catedral de la Encarnación de Málaga, imponente, y por el Hospital de Santo Tomás, el más antiguo de la ciudad, que tiene planes para ser reutilizado como espacio cultural de la ciudad. ¡Ojalá sea pronto!
En la calle de la Alcazabilla se encuentran los restos del teatro romano que pueden visitar junto a la Alcazaba, un palacio de la época musulmana. Para mí el encanto llega al atardecer cuando la fuga del sol se materializa y desde la cima se puede apreciar el barrio de La Malagueta y el Centro Pompidou haciendo esquina con el mar.
También se encuentra en la misma plaza una pirámide de cristal que guarda unos metros más abajo lo que fueron los restos de unas cocinas romanas donde preparaban el famoso Garum. A pocos metros, el Museo de Málaga, unos cuantos bares, el edificio donde vive el actor Antonio Banderas y muy cerca su famoso restaurante Bodega El Pimpi.
Entramos en el pasaje de Chinitas, de aires parisinos, donde se encuentra el Café de Chinitas, célebre local abierto desde 1857 hasta 1937, por donde pasó Federico García Lorca y otros famosos escritores, cantaores, políticos, asiduos del local. En uno de sus mosaicos reza un trozo de su poema “En el Café de Chinitas dijo Paquiro a su hermano: ‘soy más valiente que tú, más torero y más gitano’. (...) Sacó Paquiro el reloj y dijo de esta manera: ‘Este toro ha de morir antes de las cuatro y media’.
El viernes por la tarde luego del check-in, llueve ligero, clima ideal para mí, y me decido a visitar el Museo Casa Natal Pablo Picasso, de entrada gratuita, en la Plaza de la Merced nº 15, donde se puede visitar y recorrer el piso que habitó con sus padres, ver los artículos personales y familiares del pintor, la vida más íntima del célebre autor del Guernica.
Me siento sorprendida y doy mi conformidad con el apartado que hace mención a las mujeres que lo acompañaron en calidad de esposas o compañeras. De un tiempo a esta parte veo reconocimiento en nombrarlas: hasta hace muy poco se hablaba sólo de ellas en sus roles de madres, de meras espectadoras del hombre-creador que tienen al lado.
Desde su madre a sus hermanas, hasta su última compañera, ellas se hicieron cargo de otras tareas para que el pintor estuviera concentrado en crear sus obras. Mientras miro unas paletas y pinturas de Picasso pienso divertidamente que a mí me hubiera ‘conquistado’ limpiando el horno eléctrico de mi cocina entre brochazo y brochazo. Pero Pablo Picasso era un apasionado de los toros y ya sólo por eso nuestro ‘romance’ no hubiera prosperado.
Málaga intensa. Segundo recorrido
El sábado mi itinerario empieza en la calle Victoria hacia el Jardín de los Monos, donde entre 1950 y 1960, hubo tristemente una jaula de monos como atracción pero donde ahora sólo retoñan flores exóticas y jacarandás, rodeadas por unas bonitas esculturas del artista leonés Marino Amaya, que desde 1985 hasta su muerte se dedicó a esculpir talles de niños y niñas, con sus juguetes o perros y gatos.
Para mí, simplemente, su infancia retratada en piedra tras su paso por un orfanato al que nunca se adaptó. ¿Quién podría adaptarse? Nadie. Siguiendo la continuación de la calle Victoria se sube por la calle de la Amargura. Aquí también pienso que algunas victorias personales te pueden llevar a la amargura y que a veces sacamos de la amargura una victoria. Cada uno aplíquelo como pueda.
Criada en la fe católica sin consulta previa de mis padres, las iglesias ofrecen el reposo ideal para mis pies imparables, andariegos, como diría mi abuela, y para huir del calor español con el que no tengo “buenas migas”. Yo soy una mujer libre-creyente, de climas templados, de nubes y viento, pero entiendo que el sol y las iglesias también permiten el equilibrio.
Me topo frente a frente con el Santuario de la Victoria, desde donde sale una de las cofradías de Semana Santa que gustan y asustan por igual, por la cantidad de devotos y turistas. Sentada, mirando en silencio, admirando el pan de oro y los santos tallados me topo con Nuestra Señora de Częstochowa, Chéstojova, la virgen de Polonia.
Quizá es coincidencia o quizás ella quería provocar este encuentro. Lo cierto es que, en casa de mis padres, cuelga un cuadro de la misma imagen, regalo de unos amigos polacos que pasaron de camino a internarse en la selva amazónica como voluntarios. Largos e inexplicables propósitos nos llevan a cruzar la tierra de un lado a otro.
Sigo subiendo para llegar al Monte Calvario -casi todo aquí lleva nombres profundamente católicos, lo que me hace pensar que estoy peregrinando más que turisteando- para llegar al Bosque de Esculturas de árboles tallados por el artista Manuel Ledesma. Sorprende el detalle, la minuciosidad. Inmediatamente pienso en las cuevas-viviendas de Armenia.
Si les gusta caminar tanto como a mí, volviendo hacia la calle de la Amargura, podrán subir hacia el Castillo de Gibralfaro, parada obligada y de pago si aman los castillos, desde donde luego podrán descender hacia el barrio de La Malagueta por dos caminos que se bifurcan hacia el Mirador de la Coracha o el camino que llevaba desde el castillo a la costa, al actual Paseo Reding.
Es un día soleado de 20°, la bajada hasta la playa de la Malagueta está llena de artesanos, paso por la Plaza de Toros, encuentro los típicos comercios de barrio, modernos edificios, algunos cafés. El mar está a unos metros porque su brisa lo envuelve todo. Cruzo el paseo y el Mediterráneo espera por mí para dejarme sumergirme en sus aguas. Le pido permiso porque está vivo y me deja entrar.
Armo un picnic improvisado con un bocadillo, fruta y agua. Hay un viento delicioso y sólo dos valientes más que se atreven a meterse en el mar, porque es enero, porque es invierno en Europa. En esta zona de la península el invierno pasa casi desapercibido, ninguno de los que se sientan a tomar el sol en la arena imaginan que la temperatura del agua no es la de hace 30 años. Calentamiento global.
Una vez fuera del agua retomo mis pasos hacia la Plaza de Toros, de estilo neomudéjar, que tiene actuaciones puntuales de tauromaquia, pero gracias al que quiero creer, sentido común, ahora está enfocada en actividades culturales. En sus instalaciones se encuentra el Centro Cultural La Malagueta, con la exposición ‘Magnum. Hojas de Contacto’, de la famosa agencia fotográfica, mientras la visito.
Imperdible no volver a repasar y ver algunas fotografías y negativos de Robert Capa o Henri Cartier-Bresson. Pero esta vez me centro en conocer a las fotógrafas que formaron parte de la agencia: Eve Arnold, desde 1951, la primera reportera de la agencia con sus retratos de Marlene Dietrich y Marilyn Monroe; Inge Morath, desde 1955 cubriendo reportajes por Europa, Oriente Medio y EE.UU, firmando sus fotos con su nombre al revés, Egni Tharom,y retratando la casa del escritor ruso Anton Chejov o la habitación de Mao Tse-Tung. Pioneras de la agencia en todo sentido.
Le seguirán Susana Meiselas, asociada a la agencia desde 1976, cubriendo reportajes de la Nicaragua en guerra y el nudismo estadounidense; Martine Franck, desde 1983 con sus reportajes sobre China y Japón. Pero también las más recientes en esta exposición: Cristina García, desde 2005, retratando la España rural, la India y Haití o Alessandra Sanguinetti, retratando la vida familiar y local en las afueras del Gran Buenos Aires.
Extasiada me voy al hotel, a tomar una siesta porque el Mediterráneo y su movida cultural me deja plena y todavía me queda pasarme a mirar algunos libros en la librería de segunda mano Re-Read, en el número 27 de la calle Victoria. Que no les falten nunca lecturas en sus viajes, para irse de casa o volver a ella.
Luego de tomar una caña y unas tapas de pasada, he reservado una entrada en el Cine Albéniz, calle de la Alcazabilla 4, donde pasan las películas en vose, para ver la premiada Fallen Leaves del director finlandés Auris Kaurismakïs. Ni rastro, por cierto, del miembro familiar expulsado.
Málaga, Pompidou pendiente entre tú y yo
Málaga tuvo su esplendor en la época industrial del siglo XIX y no menos importante, nacieron y transitaron por ella artistas, pintores, reporteros, en sus mejores y peores épocas. La sigue teniendo ahora convertida en una ciudad con su historia bien cimentada y su apertura al visitante.
Se preguntarán por qué no he mencionado nada del Centro Pompidou, pensarán que lo pasé por alto o me despisté, pero no. A veces los tiempos de la vida con las conexiones de tren no coinciden y éste es mi mejor pretexto para volver a Málaga. Exprimo cada minuto de mis viajes y paso por el Museo de Málaga, en la Plaza de la Aduana, directo a la planta de Arqueología, para maravillarme con los orígenes y excavaciones realizadas en la ciudad.
A 10 minutos de la estación María Zambrano, que me llevará de vuelta al aeropuerto, se encuentra el C.A.C de Málaga, el Centro de Arte Contemporáneo, donde se exponen las nuevas creaciones de artistas locales e internacionales. La librería y su café resaltan, pero están cerrados este domingo de enero en el que vuelvo a Madrid para confirmar que a veces una llega a una ciudad sin planear, sin saber si te va a gustar, por azar, por desencuentros luego la conoces y ya sabes en cuál de tus listas ponerla.