Letreros de neón a lo largo de carreteras, brillos nostálgicos unidos a una decoración de tintes retro, y el sonido de “Peggy Sue” saliendo de una jukebox es una imagen evocadora de películas, cartoons y series americanas como Twin Picks, Los Simpson, Pulp Fiction, Cuando Harry conoció a Sally o Seinfield, donde un mordaz Jerry y sus amigos toman innumerables tazas de café.
Efectivamente, estamos hablando de los clásicos restaurantes norteamericanos, los diner. Hoy día estos bares se han convertido en un icono nacional pero aunque alcanzaron su auge principalmente durante los años cincuenta, pocos quedan de aquellos originales, que igual te servían abundantes desayunos con wafles, bacon, huevos fritos, salchichas y bagels, bañados con hordas de mantequilla o inmensos bocadillos de pollo crujiente cubierto de salsa de tomate y queso fundido servido en un hard roll e inundado de patatas fritas. Aunque en los pequeños pueblos continúan ostentando el título de dominios populares de comida decente, rápida, familiar, sabrosa y acogedora.
Dos de los más significativos pintores que describieron la vida y costumbre norteamericana, Norman Rockwell y Edward Hopper, fueron grandes entusiastas de los diners: Obras como, por ejemplo, “The Runaway” de Rockwell o el evocador “Nighthawks” de Hooper nos aportan una visión romántica de ellos. Incluso el primer álbum en vivo de Tom Waits se llamó “Nighthawks at the Diner” y tenía una canción sobre la comida del restaurante y la vida nocturna en el álbum.
El avance tecnológico y los “American diner”
El arquitecto neoyorkino Michael Wyetzner rastreó recientemente la evolución histórica de los diners estadounidenses, distinguiendo tres periodos en los cuales el avance tecnológico en general y la revolución de los medios de transporte en particular, ayudaron a conformar la arquitectura de los diners.
El ferrocarril, automóvil y posteriormente el avión seguido por la llamada era espacial, configuraron junto a diferentes movimientos arquitectónicos, singulares edificios que contribuyeron a la aparición de una nueva arquitectura, la Googie, tan apasionante como desconocida.
Todo comenzó, en 1920, con el apogeo de los viajes en tren, se calcula que en aquellos años apenas un escaso diez por ciento de la población poseía automóviles, y la mayoría utilizaba este medio en sus viajes. Los largos trayectos exigieron servir comida en el vagón comedor de estos ferrocarriles; en 1885 en la línea de Chicago Oeste, aparece el primero tal como lo conocemos, y es de aquí de donde proviene el término “diner”.
TH Buckley, de Worcester, Massachusetts, descubrió que diseñar y fabricar vagones comedores era más rentable que tener uno fijo, una idea que ya había puesto en marcha en 1858 Walter Scott, un empresario de Rhode Island, que reconvirtió un carro tirado por caballos en un automóvil que servía sándwiches, café, pasteles y huevos a la gente a altas horas de la noche.
Los clásicos diner nacieron a principios del siglo pasado en Nueva Inglaterra, como pequeños restaurantes baratos situados en construcciones prefabricadas que facilitaban su cambio de ubicación; para ello se servirían de algunos de estos vagones que, cuando se retiraban, terminaban estacionándose sobre cimientos fuera de las vías, convirtiéndose en edificios económicos reutilizables durante la Gran Depresión.
Con el tiempo, el diseño de aquellos primeros restaurantes adquirió las características de los vagones comedor, adoptando la disposición estrecha con la cocina abierta, los asientos reservados de cuero, cristal esmerilado, el uso de acero, aleros, murales, letras luminosas, suelos de baldosas cuadros blancos y negros, taburetes alrededor de la barra, esferas de luz opalinas; incluso los espacios se redondearon y simplificaron conforme a los convencionalismos de la época, una arquitectura heredera del art decó, la Streamline Moderne. Una construcción acentuada por el gusto art déco que había calado profundamente por todo el mundo tras la Exposición de París de 1925.
Hay que recalcar que, tras la crisis del 29, los diner habían pasado a convertirse en símbolo de la clase trabajadora estadounidense que no tenía tiempo ni dinero para comer en un lugar más elegante. Además, las características peculiares de los vagones, como la estrechez, abarataban y facilitaban su movilidad y transporte por las carreteras, pudiendo ser reubicado con facilidad conforme a las necesidades de los clientes.
Sin embargo, tras la Segunda Guerra Mundial, con el auge del automóvil y la creación de más de 40.000 millas de autopistas durante los años cincuenta, provocó que la población cambiara el ferrocarril por el coche, marcando también el comienzo de la era de los viajes por carretera.
Kenny Eliason, Las Vegas, EE. UU.
Los restaurantes se tuvieron que acomodar a las necesidades de los nuevos viajeros. Aparecieron nuevas construcciones, pero los comedores siguieron manteniendo los paneles de acero inoxidable, los cromados, las luces de neón y otros elementos art déco, siendo una de sus cuatro características importantes: servicio amable, rapidez, comida bastante decente y decoración art decó.
California y el nacimiento de la arquitectura Googie
Esta nueva generación de restaurantes de posguerra tuvo que adaptarse a los automóviles y al optimismo de una nueva generación que veía con ilusión crecer su economía. Surgiendo un nuevo estilo de construcciones caracterizado por el uso de nuevos materiales, colores llamativos y formas aerodinámicas que hacían honor a la era de las máquinas como trenes, coches o aviones, eficientes y rápidos.
Había surgido un exuberante y abstracto nuevo estilo, el Googie, que podía verse en muchos establecimientos a lo largo de las carreteras, como gasolineras, moteles, lavaderos de coches, boleras y, sobre todo, en las cafeterías o restaurantes.
California en los años 50 se había convertido en el estado más poblado de Estados Unidos; la gran oferta laboral provocó el surgimiento de una importante clase media, beneficiada por la cultura residencial en la que todos poseían vivienda unifamiliar y automóvil. Abrazó también el concepto drive-in en arquitectura, y un importante auge de viviendas para vacaciones, Los Ángeles se convirtió en la meca de la famosa ruta 66, y la gente viajaba desde Palm Beach, Santa Mónica, Venice Beach hasta la “perla de South Bay”, al ritmo de “Surfin USA” de los Beach Boys, saliendo de sus transmisores aquella pegadiza letra:
If everybody had an ocean across the USA,
Then everybody'd be surfin' like California.
En busca de unas vacaciones que se habían convertido en sinónimo de surf, arena dorada y sol.
En este contexto es comprensible la aparición de numerosos moteles, cafeterías y restaurantes de carretera, siendo el sur de California una de las áreas más concurridas. El término de Googie aparecía por primera vez en 1952, en la revista House and Home, bautizando aquellos nuevos edificios en las autopistas de Los Ángeles. El crítico de arquitectura y editor Douglas Haskell publicaba el artículo “Googie Architecture”, término adoptado de la cafetería Googie´s en Sunset Boulevard, que se encontraba en un edificio diseñado a finales de la década de 1940 por John Lautner, discípulo de Frank Lloyd Wright.
La cafetería de Lautner tenía un aspecto de tal modernidad que podía haber sido diseñada en los años 80, con una fachada de diferentes planos geométricos conectados por vidrio, una suerte de pieza de arquitectura deconstructivista que parecía mantenerse suspendida en el aire, un concepto innovador. Durante esa época, California empezó a ocupar un lugar destacado en la arquitectura moderna. En 1960, Lautner llegaba a su apoteosis en el uso de acero y cristal con la famosa casa “Chemosphere”, ese platillo volante en las colinas de Hollywood, retratado por Brian de Palma en “Doble cuerpo”. También destacaban las casas de Wright o Charles Eames a lo largo de toda la costa californiana, que recogían el espíritu de una de las mejores épocas.
Por otro lado, teníamos esta arquitectura Googie que se caracterizó por su optimismo, una paleta de material variada, rica en colores, texturas, exuberancia y abstracción repleta de letreros llamativos y neones de colores. Construcciones destinadas a atraer al público, creando lugares reconocibles en las grandes avenidas comerciales y que dispusieran de espacio para los coches. Los edificios usaron un lenguaje formal de geometrías complejas que adquirieron su máxima expresión en la cubierta, así como se envolvieron de exuberantes jardines y plantas que creaban la sensación de estar comiendo en un agradable patio ajardinado, sin renunciar a las comodidades de un interior climatizado aislado del tráfico y ruido de los coches.
Muchos restaurantes nuevos se construyeron con diseños circulares para maximizar el espacio de estacionamiento. Estos patrones geométricos coincidían con imágenes que recordaban la carrera espacial, construcciones al más puro estilo futurista, con autoservicios en los que parecía que un OVNI hubiera aterrizado y de su interior fuera a surgir la familia de Los Supersónicos (1962) al completo a comprar su almuerzo.
El movimiento moderno la consideró una arquitectura indisciplinada y vulgar, desligada de los rígidos fundamentos de la arquitectura moderna californiana canónica. Y este fue uno de los motivos por los que injustamente cayó en el olvido. Aunque en su época gozó de gran aceptación popular, gracias a arquitectos como Douglas Honnold que en colaboración con John Lautner diseñaron el icónico ‘Coffee Dan’s’ en 1945 o la firma de arquitectos Armét y Davis, cuyos proyectos fueron clave en la definición del coffee shop californiano de posguerra.
Destacan tres de sus locales como referentes, todavía en funcionamiento, ubicados en Los Ángeles, construidos consecutivamente entre 1957 y 1959: “Norm’s La Cienega” (1957) “Pann’s Restaurant” (1958) y “The Penguin Coffee Shop” (1959).
En 1962, John Graham & Company construiría la “Space Needle” de Seattle, símbolo identificativo de la región, o el emblemático “Theme Building” del aeropuerto internacional de Los Ángeles construido por Paul Revere Williams.
La arquitectura Googie culminó en la Feria Mundial de 1964 en la ciudad de Nueva York. Pero a finales de los años 60 aumentó el pesimismo en la vida estadounidense; la Guerra de Vietnam, la lucha por los derechos civiles, así como la desescalada de la carrera espacial y la era atómica pusieron fin a este desarrollo estilístico. Sólo unos pocos restaurantes perduraron, aunque recientemente ha resurgido un importante movimiento ciudadano que, junto a la oficina de preservación histórica del estado, están luchando para garantizar que se conserven las estructuras históricas restantes, que todavía perduran en la memoria y retina de toda una época dorada.