Los sueños, los objetivos, las metas, los ideales, los proyectos, todos tienen un propósito común: preparar el camino para la conducción de la energía. Existen diferentes niveles de energía según sus intensidades y según las formas de materia con las cuales interactúa. En el ser humano, la energía que mueve los ideales, las metas, los proyectos tienen intensidades diferentes. La potencia de la energía se puede medir por los resultados, por lo que es capaz de mover las acciones o realizar metas. Los humanos utilizamos la energía en función de nuestros objetivos. Por tanto, el uso de la energía es directamente proporcional a los objetivos. Generalmente, ante las adversidades, invocamos para obtener más fuerza, más energía, más poder, pero sin aumentar los objetivos; por ello, la energía nunca llega.

Esto nos lleva a la siguiente pregunta: ¿qué es primero, los objetivos o la energía? Muchos dirán que primero es la energía, porque con la energía se mueve todo. Y esta idea se puede reforzar con esta otra: primero es la energía luego la materia. Se sabe en general que la energía mueve a la materia. Siguiendo esta lógica se diría que primero es la energía, luego según la energía surgen los objetivos. También se puede agregar, primero es nuestra posibilidad real, luego los objetivos en proporción a nuestra posibilidad real. Siguiendo estos razonamientos, muchos se trazan objetivos en proporción a sus posibilidades reales. Finalmente aparece una frase muy común, que dice, “hay que ser realistas”.

La modernidad funciona así, justo ese es el gran problema, el error, la equivocación, y esa es la madre de todos los fracasos. La falsedad de este punto de vista es la causa del ocaso de la modernidad. Pero para darnos cuenta, es necesario un nuevo paradigma, puesto que, solo se entiende desde una nueva mirada, desde nuevos fundamentos, en suma, solo se entiende desde la esencia universal. Todos los demás son puntos de vista diversos y contradictorios.

Hay una frase conocida de Antonio Machado: “Caminante, tus huellas son el camino, y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. A esta frase le falta algo: aun si no hay camino, tiene que haber una dirección, un sentido, un ideal. El camino se hace conforme uno avanza, ese camino es para los que nos siguen si garantizamos la certeza del camino. La certeza del camino lo determina la certeza de los objetivos y los ideales.

Ahora viene la interesante pregunta: ¿cómo le damos certeza, veracidad a los objetivos y los ideales? Según la esencia universal, existe la proporcionalidad entre la energía y la materia. Esta proporcionalidad garantiza el equilibrio. Una piedra está en equilibrio, y puede conservarse en dicho equilibrio, sin embargo, una planta para conservar su equilibrio necesita mantener constante el consumo de energía. En fin, todos los seres vivos mantienen su equilibrio por medio de los alimentos.

Por su parte, el caso del ser humano es algo más que las plantas y animales. ¿Qué los hace superiores a los seres humanos en un sentido natural? Claro, si vemos el sentido antinatural del hombre moderno, justo lo que debería hacerlo superior, lo hace inferior, las fuerzas que deberían elevarlo más lo hunden. Esto se debe a que el ser humano moderno, ha invertido el sentido de su vida, esta es la evidencia de su decadencia, de su vejez, y de su error de vida. Los animales y las plantas se mantienen con vida por el metabolismo, pero siguen las leyes de la naturaleza.

El ser humano también se mantiene vivo por el metabolismo, pero sigue sus ideas, sus creencias, sus teorías, sus concepciones del mundo, muchas de ellas erróneas. No se puede esperar de la falsedad bienestar, realización, sabiduría, plenitud, desarrollo humano. El espíritu es una dimensión propia del ser humano, pero la educación no lo cultiva, por eso tenemos un desequilibrio social, un desequilibrio mente-universo. En esta situación las fuerzas del universo nos llevan en contra de nuestros deseos, en contra de nuestras metas, y como consecuencia muy pocos realizan sus sueños.

Los seres vivos de la Tierra mantienen su equilibrio por medio de la alimentación. El humano, para mantener su equilibrio, necesita crecer mentalmente por medio de la energía, denominada conocimiento. Por ello, el máximo equilibrio en el ser humano es la sabiduría universal. La búsqueda de la verdad tiene como objetivo la sabiduría, la sabiduría nos da el estado de equilibrio universal.

Tomando en cuenta la sabiduría universal, todos los objetivos, ideales y sueños tienen certeza y validez si tienen relación o conexión con la sabiduría universal. La sabiduría universal tiene un fundamento ontológico. Esto no es una teoría, un enfoque ni es un punto de vista. Que los humanos no la sigan, o no se muestren interesados, el problema es de ellos, o de la mayoría. Pero si analizamos desde la esencia universal, desde el equilibrio universal de todos los seres, al ser humano le corresponde el equilibrio de la sabiduría universal.

Ahora ya podemos dar respuesta a muchas preguntas: ¿Qué es primero, la energía o la materia? ¿Qué es primero, la energía o el ideal? Si se trata de la materia, primero es el camino. Si se trata de la energía, primero es el ideal. El ideal es el camino para la energía. Veamos de este modo, para conducir el agua necesitamos primero preparar los canales de conducción. Igualmente, para conducir la energía primero tenemos que establecer el sentido, la dirección, el objetivo. Cuanto más alto sea el ideal, mayor será el poder de la energía requerida. La energía que consume el espíritu está en los valores universales, los cuales se sustentan en la verdad universal. La verdad universal es la representación de la esencia universal dentro de la mente humana. Así, la energía viene del universo, alimenta el alma, y se convierte en fuerza activadora para alcanzar la meta universal de la sabiduría. Por tanto, el fundamento ontológico de la sabiduría universal es la esencia universal, y el fundamento epistemológico de la sabiduría universal es la verdad universal.

Todo ser humano que anhela vivir debe cultivar los ideales. La educación para la vida debe sembrar ideales en los niños, jóvenes y adultos. La vida humana, con ideales se conduce a su conservación planetaria.