Parece que, para principios de siglo, la casona ya existía. Para 1930 pertenecía a la familia de un policía. Él se muere y la casona entra en un período de herencias y demoras junto a una suma de dinero que sería donada a la Policía Federal. El comisario Heritier tenía que encargarse de sumar esta donación a la de la familia Churruca y crear el hospital de policías que recién empezaría a funcionar en 1944 bajo el nombre de Complejo Médico Churruca-Visca.

Es difícil encontrar información de estos años. Hay papeles que faltan, otros que sobran y muchos intereses en el medio.

Se sabe que para mitad de siglo había un tire y afloje entre los herederos y las fuerzas policiales. También que, para los sesenta, los propietarios eran dos hermanos llamados Leonardo y Roberto Ríos. Que ambos le alquilaron la vivienda a José Antonio Nogueira, un oficial retirado. También le alquilaron una segunda vivienda en la calle Franklin 941, cerca del Cid Campeador en el barrio porteño de Caballito. Para la década del setenta, parece ser que ambas casas ya funcionaban como lugares clandestinos de tortura y tránsito.

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Vivienda en la calle Franklin 941

Es difícil encontrar información de estos años. Hay papeles que quemaron, datos que no revelaron, personas que desaparecieron.

Alfredo Bufano está con Guillermina Santa María Woods en algún punto de la ciudad, un día de 1976. Los encierran con un auto, los bajan del suyo, se los llevan. Ya encapuchados y golpeados, están en una casa. Los torturan a ambos durante horas. Bufano dice tener un problema cardíaco, también que es pariente de un Bufano que no. Guillermina aporta una dirección falsa, los secuestradores se van. Bufano sin esposas, recorre la casa. Encuentra la puerta de salida, está cerrada con un destornillador. La fuerza, la abre, sale corriendo. Vomitado y lleno de sangre, se sube a un colectivo y dice haber tenido un accidente. A la noche, vuelve con sus compañeros para sacar a Guillermina. La casa está vacía.

Parece que a ella llevaron a la ex ESMA. También parece que los hermanos Rios eran los testaferros de la policía federal. Sus declaraciones son contradictorias: ellos declaran que no fueron a revisar la actividad del inquilino dentro del inmueble. La esposa del inquilino negó haber alquilado la propiedad. El inquilino manifestó haber alquilado la vivienda, pero que nunca la utilizó. En 1986, ya en democracia, fue felicitado por la capacidad y la idoneidad en el cumplimiento de la tarea especial encomendada.

De la casona también hay quien se escapa y quien se queda. Osvaldo López tenía 23 años y era mecánico de las fuerzas armadas. También militante del PRT. Una noche espera a su pareja a la salida del trabajo. Ambos son secuestrados, a ella la liberan, pero Osvaldo eso no lo sabe. Lo torturan alrededor de una semana. La puerta del cuarto donde lo tienen encerrado, está rota. Sus esposas están falseadas. Una noche por la madrugada, en medio del silencio, logra zafarse de las cadenas, abre la puerta y corre hacia la celda de en frente: durante esos días había escuchado a una chica. Forcejea la puerta, pero no logra abrirla. Los secuestradores escuchan ruidos, Osvaldo escucha que corren hacia él. A su costado tiene una medianera que puede saltar y lo hace. Se escapa al sur, pero amenazan a la familia. Se entrega pensando que lo van a matar, pero lo meten preso. Diez años.

Con la vuelta de la democracia, la casona fue muchas cosas. Para los años 2000, el dueño alquilaba las habitaciones. Parece que quienes vivían allí se enteran de los rumores de que era un centro clandestino y la toman. Después de un tiempo, los desalojan. El dueño intenta vender la casona sin éxito.

En el año 2003, la Asociación de vecinos de San Cristóbal contra la Impunidad, junto a ex detenidos, familiares, organizaciones de derechos humanos y otras organizaciones sindicales denunciaron e iniciaron la campaña para su expropiación y transformación en espacio de memoria. El dueño muere en medio de este proceso, el estado les paga a los familiares lo que pedían.

Para esos años, se transmitía el programa “Punto Doc” por la televisión donde trabajaba la periodista Miriam Lewin y donde presentó el informe que denunciaba esta casona como centro de secuestro y tortura. Una de las imágenes era la del piso del patio, con un dibujo particular. Ella lo conocía por haber sido torturada durante un año en la casona. Un televidente también sabía de ese piso y llamó al canal. Fue uno de los diez testimonios.

También sucedió que una integrante de la Asociación de vecinos de San Cristóbal buscaba una casa con ciertas características. Vio esta en venta, pidió para verla, pero no quisieron mostrársela. Un contacto suyo se presentó en la inmobiliaria como posible compradora, la llevaron en ese mismo momento. En su bolso, tenía una cámara de fotos.

Osvaldo también se llevó una sorpresa: descubre que la mujer que estaba frente a su celda, era Miriam Lewin. A diferencia de Osvaldo, ella estuvo un año detenida en la casona (hasta ahora, es la única que estuvo tanto tiempo). Allí pudo ver el nombre de la pizzería donde pedían escrito en las cajas. También lavó los platos de sus secuestradores donde pudo leer el logo de la Fuerza Aérea Argentina.

Escuchó durante un año el televisor de la casa de al lado, que daba a su celda. Escuchaba los autos y la gente caminando por la vereda. Escuchaba el portón de entrada, abrir y cerrarse cada vez. Porque la casa se encuentra en plena ciudad: a seis cuadras del Congreso, a cinco de la 9 de julio. Las torturas y violaciones también se escuchaban en la casa lindera. Tanto así que la familia no dejaba entrar a sus hijos a la habitación.

Hoy el Centro Cevallos está abierto al público y mantiene un diálogo permanente con los vecinos y el barrio.

La primera vez que lo visité, nos guio Maia por cada una de las habitaciones, mostrándonos el trabajo realizado: las diferentes capas de pintura y las remodelaciones a través de los años. En el fondo, por donde se escapó Osvaldo, hay una pared de ladrillos levantada luego de su fuga. Hoy Osvaldo es uno de los que mantienen el lugar.

En el primer piso y segundo, funcionan los medios independientes “El grito del sur” y “Feminacidas”. También se realizan ciclos de cine y otras actividades. Hay una terraza llena de plantas que comparten con los edificios y las ventanas que miran desde lo alto.

Al día de la fecha, Maia ya no trabaja en el espacio, al igual que otros compañeros a causa del vaciamiento y desfinanciación por parte del gobierno de Milei. El mismo que avala discursos de odio y ejerce violencia de todo tipo. En los comentarios de la página donde está colgado el informe del Centro Cevallos, se puede leer “Honor y gloria al teniente general Jorge Rafael Videla”.

Es difícil cuando los límites se corren todos los días un poco más.