Mi preocupación va de la mano de la cultura y el arte. Como en todas partes, el mundo de la cultura y el arte opera en base a redes familiares, amistades, de contactos políticos, económicos, de la especulación de las galerías, de gestores culturales y diversos otros poderes que influyen en la toma de decisión en este ámbito. Por esta razón me he visto siempre en la necesidad de crear mis propios vehículos comunicacionales a través de los cuales poder difundir mi trabajo y ofrecerlo a miles de artistas que también están ajenos a estos poderes. A mi regreso al país en 1991, al poco tiempo en conjunto a Fernando Villagrán, creamos Off the Record, programa cultural de TV que durante 28 años de existencia realizó cerca de 1400 entrevistas que constituyen un verdadero archivo patrimonial de la cultura hispanoamericana. Archivo en que ninguna institución pública o privada se ha interesado.
Mi afirmación está respaldada por conversaciones con casi todos los ministros o encargados de cultura desde el regreso a la democracia. Desde hace unos años es la revista la que tomó la posta de Off the Record TV, para continuar la difusión del trabajo de artistas, no solo de Chile, sino de muchos artistas de países hermanos. Su inicio fue en papel, desde junio de 2007 hasta enero del 2009. Luego la retomé en digital desde septiembre de 2019 hasta la fecha.
Hoy la mayoría de los artistas se han convertido en personajes escépticos. Al parecer ya no creen en nada. El mundo está gobernado por un mismo sistema económico de mercado, desregulado y sin control suficiente, como solía acotar mi añorado amigo, el poeta Armando Uribe, el otro, se esfumó, y los restos que aún quedan, no dan para ponerlos en vitrina. Pareciera que la mayoría de nuestros artistas no se percataron que la utopía desapareció del mapa y continúan mentalmente pensando que es el estado quien debe resolver todo. Y lo digo desde la izquierda. Buscan el auspicio de empresas, pero son enemigos de los empresarios, actúan como si todos ellos fueran bandidos y resulta que muchos de los artistas también son empresarios. Como empresas aprovechan los dineros públicos para por ejemplo realizar talleres esotéricos en campamentos del norte aprovechando las facilidades y mal manejos de corporaciones culturales. Por falta de autocrítica desapareció la utopía.
Añoro a esos artistas de antaño, que, a pesar de la precariedad, sacaban adelante sus obras. Hoy los “artistas” son egresados de cientos de universidades Factory y son artistas antes de crear nada. A propósito del triunfo de Trump, acabo de leer en las redes el siguiente texto compartido por un gran artista nuestro: “¿Le entregarían ustedes la conducción de la locomotora a un loco?”, les preguntaron un día a los norteamericanos. Ellos respondieron de inmediato: “¡Por supuesto!”. Y ahora vamos todos en un tren cargado con dinamita directo hacia el abismo. “¡Yo me quiero bajar!”, gritan algunos. Pero lamentablemente ya es demasiado tarde. Así que: ¡Feliz tercera y cuarta guerra mundial! ¡Los espero en el purgatorio!
Mi comentario ante tanta mala leche, tanto miedo, tanta mala onda fue: Los trenes no pueden tomar atajos que no existen, solamente transitan por vías construidas por el propio hombre a lo largo del tiempo.
Basta de sembrar el terror. Artistas y ni hablar de los políticos de izquierda, usan el miedo como lo ha hecho siempre la derecha. ¿Entonces en qué nos diferenciamos? Ahí está el quid del asunto. Si habláramos a partir del reconocimiento que la izquierda también ha cometido tragedias por sostener de forma poco democrática su poder, hoy podríamos ofrecer al mundo una alternativa creíble. Pero la izquierda no ha sabido leer el sentir de la población más desposeída a la cual dice representar. Esa gente, ¿qué puede heredar? ¿Movilidad social? Ni pensarlo. Pero igualmente desean vivir en paz, disfrutar la vida, y naturalmente gustan de consumir, darse un gustito. Es la manera de disfrazar el presente y vivir su precaria realidad.
A propósito de la izquierda y el consumo, hoy todos se quejan pidiendo más dinero para la cultura. En el fondo, los que más gritan, están haciéndolo por más dinero para los concursos donde los dineros son a fondo perdido, o sea, uno realiza la obra financiada con dinero público y no tiene que devolverla al estado, y ni siquiera preocuparse si la obra alguien la vio. Dejemos de mentir. Seamos coherentes con el discurso que predicamos. Soy partidario que todo el dinero de los fondos concursables vaya para realizar trabajos artísticos enfocados como complemento de las diversas materias en la educación. Es la fórmula más simple sensibilizar e interesar a las nuevas generaciones, los que a mediano plazo, serán los futuros consumidores y otros, futuros empresarios, que podrán consumir y financiar arte al menos con tres cuotas y sin interés.
Como prueba de lo dicho anteriormente recuerdo una anécdota que me sucedió en la Unión Soviética, en el año 1984, específicamente en Tashkent. Yo asistía al festival de cine con mi film Rebelión Ahora. Film clandestino que había realizado en Chile en 1983. Lo interesante sucedió al ganar un premio, surgió una primera entrevista con la prensa soviética. La sorpresa fue que, al término de esta, el periodista muy caballerosamente me extendió un sobre blanco y se marchó. Al abrirlo encontré una interesante cantidad de Rubros. Hasta ese momento no tenía idea que los periodistas soviéticos pagaban por las entrevistas. Con mi amigo y colega Wolf, que venía de Nicaragua con sus filmes y yo desde Mozambique, rápidamente constatamos esa noche que el emolumento aquel fue suficiente para un par de botellas de champagne y una gran dosis de caviar de esturión en el Bar del Hotel, mientras como auténticos pachás nos deleitamos escuchando en vivo la versión soviética de los Beatles.
La buenamoza traductora que nos habían asignado rápidamente se percató de nuestra debilidad y no dejó pasar la oportunidad. Nos ofreció entrevistas a cambio de un Chanel 5, a comprar en la tienda de divisas, tienda solo para turistas, o personajes del aparato de gobierno que eran los únicos con posibilidad y derecho a tener dólares. Una de esas curiosidades o privilegios del sistema que no se han analizado en profundidad. La chica nos dio el dato que todas las tardes, después del almuerzo, salía un bus desde nuestro hotel con destino a diversas salas de cine de la periferia donde exhibían películas del festival.
Mientras la mayoría de los otros cineastas del tercer mundo dormían su siesta, nosotros viajamos rumbo a nuestro trabajo solidario. La ceremonia consistía en salir al escenario y saludar al público, mientras por los parlantes nos presentaban como cineastas chilenos de la resistencia. De aquella presentación, lo único que logramos reconocer era el nombre de Pinochet. Terminada la ceremonia, hacíamos nuevamente una reverencia, mientras entraban al escenario unas amorosas niñas con un par de bouquets de flores. Tras bambalinas se concretaba la acción solidaria. Felices regresamos al hotel cansados de tanta reverencia para luego de una refrescante ducha disponernos a escuchar esta vez el long play completo de los chicos de Liverpool. Era la mejor manera de soportar las calurosas y estresantes noches de Taskent mientras soñábamos con el viaje en tren que haríamos al día siguiente a Samarcande.
Otra anécdota que refleja la importancia del consumo para la gente más desposeída del mundo es la que me sucedió en Mozambique.
Estaba realizando el film Espungabera, un nuevo amanecer para Unicef y tuve la oportunidad de recorrer todo el país en avioneta, a pesar de la guerra civil. Uno de los lugares más interesantes y difíciles de acceder era el planalto de Mueda. Aldea localizada en el norte, muy cerca de la frontera con Tanzania. Territorio inexpugnable de la etnia Makonde durante el periodo colonial de los portugueses. Con mi socio y hermano mozambicano, Haroon Patel, sonidista y productor, aterrizamos en una improvisada pista de tierra, muy estrecha, la cual fue rápidamente invadida por cientos de niños semi desnudos que corrían al costado del avión mientras rodaba hasta detenerse muy cerca de la plaza central de la aldea, junto al monumento que conmemora la masacre de Mueda. El 16 de junio de 1960, un gran número de campesinos mozambiqueños, pidiendo un trato más humano y mejoras de vida, se concentró ante la secretaría de la administración portuguesa en Mueda. Tras varias horas de negociación sin que se llegase a un acuerdo, las autoridades coloniales dieron la orden de disparar sobre la multitud.
En aquellos años, en Mozambique de 1985, la televisión aún era experimental, solo se veía en algunos sectores de la capital Maputo. La prensa escrita, ósea, el único periódico, era el jornal Noticias. Por falta de vuelos y por causa de la guerra, solo era posible leerlo en la capital. El único medio de comunicación posible de unir el territorio de ese bello y enorme país, era la radio. Esto, gracias a los alemanes de la DDR que habían montado una fábrica que produjo la famosa y bien ponderada radio portátil Xirico.
Al bajar del avión, entre los cientos de niños, se nos acercó un joven para ofrecerme una bella escultura tallada en ébano. El joven apuntando a mis calcetines me decía que cambiaba su maravillosa escultura por mis niques. Como que no comprendía lo quería decir. Yo entendía su portugués, pero lo que manifestaba, no me calzaba. No era problema idiomático. Fue después de unos segundos que comprendí a qué se refería.
¿Pero cómo era posible que ofreciera cambiar su bella escultura por mis calcetines? Para el joven, mis Nike tenían el mismo valor que su magnífica escultura de unos 60 centímetros de alto, tallada en esa madera tan fina y valiosa como es el ébano. ¿Cómo era esto posible? ¿Cómo logró ser seducido por el poder del marketing, viviendo en esa realidad tan primaria, precaria, aislado del mundo real? Es algo que hasta el día de hoy no logro comprender. Pero no me puedo quejar, dos de esas esculturas adornan mi rincón africano en casa ya que mi socio Patel, como fiel musulmán, me regaló la suya.
Mis experiencias de vida me reafirman cada día que, para convivir en esta realidad, tan compleja, pero rica en diversidad y no morir en el intento, y poder crear a mis anchas, no teniendo que depender de jurados de fondos, de la amistad con partidos políticos, de círculo de elite, yo debía encontrar mi fórmula. Es así que surge ViralizARTE, mi respuesta a cómo está organizado el universo del arte y cultura, no solo en Chile, sino en todo el planeta.
Esta idea comenzó a germinar cuando ya llevaba un tiempo en Suecia, era el año 1982/3. Cuando quise estudiar cine en el Dramatiska Institutet de Suecia, me encontré con la noticia de que para estudiar cine había que tener experiencia. En Chile, en 1973 yo había abandonado la Escuela de Bellas Artes para irme a estudiar y trabajar en Chile films. Rápidamente fui ascendiendo de aprendiz a asistente de cámara. Mi horizonte, a corto plazo, era partir con beca al Cinecittà de Roma para estudiar cine. Pero el 11 de septiembre fue bombardeada esa posibilidad. No tuve más opción que realizar un par de películas en súper 8 para lograr mi propósito de estudiar cine en el país nórdico.
El puntapié inicial del futuro concepto de ViralizARTE fue el film La Nacencia, un homenaje a Salvador Allende, basado en un poema del español Luis Chamizo, que realizamos, en España, Adolfo Silva y yo. Años más tarde, pero no muchos, en Mozambique, continué desarrollando películas con la participación de diversos artistas. Por ejemplo, el film Papá Samora. Un homenaje al padre de la nación, asesinado por la inteligencia de Sudáfrica. Pedí al cineasta y poeta José Cardoso que escribiera un poema dedicado a Samora Machel. El siguiente ejemplo fue Pensar Alto, con el pintor más destacado de África Austral, Malangatana Ngwenya.
Otro film donde experimenté con músicos diversos fue Nkomati, el derecho de vivir en paz, sobre el acuerdo de paz de Mozambique y Sudáfrica, película donde el paisaje sonoro es un verdadero caleidoscopio de la rica música tradicional de las diversas regiones del país. Por último, el film Mozambique, imágenes de un retrato, que aborda el aislamiento y el drama que sufría Mozambique por causa de la agresión de Sudáfrica. La película muestra un flagrante contraste entre la imagen que describe el drama de la guerra y el hambre, en contrapunto, la banda sonora, son variadas emisiones de radios internacionales que difunden la discoteca occidental de moda provocando un grosero contraste con la imagen.
A mi regreso a Chile en 1991 realicé pequeños videos siguiendo con el desarrollo de mi propuesta de creación colectiva. Así surge un video con Juan Luis Buñuel, actor y director de cine, hijo del gran Buñuel. Fue una noche en la Tasca Mediterránea de Bellavista. Buñuel recostado sobre la barra de la Tasca, con una cerveza bien fría en su mano, mientras la otra sostenía mi libro desde donde emergió el poema “La Viuda Negra” de mi poeta favorito: Charles Bukowski. En 1995 surge el programa cultural de TV Off the Record, con mi gran amigo y socio Fernando Villagrán. El programa cumplió 28 años en TV, del cual, como mencioné previamente, tenemos un patrimonio de cerca de 1400 entrevistas. Off the Record fue una ventana abierta de par en par a disposición de artistas consagrados y emergentes para la difusión de su obra. Oportunidad que no desaproveché para extraer apuntes de millones de experiencias, relatadas por destacados personajes de la cultura hispanoamericana.
Otro video que surge en esta etapa fue Zapping birthday to you con la participación del poeta Elikura Chihuailaf. También participó el músico y compositor Cristian López. Cristian, había compuesto gran parte de la música de mi largometraje Horcón, al sur de ninguna parte, film que también fue un laboratorio de mi concepto dramatúrgico de plantearme mis obras. De mi amistad y largas conversaciones con el poeta Armando Uribe, finalmente, surge el concepto de poesía espontánea, que termina por definir la propuesta de ViralizARTE. La realización del videoarte Pre-Apocalipsis, en el cual Armando es el protagonista, marca el inicio del concepto de creación espontánea. Con el videoarte United Colors of Reality y la participación de varios poetas nacionales y extranjeros, sumado al músico Cristian López, es que el concepto de creación colectiva espontánea logra su definición.
ViralizArte desea ser una especie de kintsugi, que en japonés quiere decir ‘reparar con oro’. Un método de reparación que celebra la historia de cada objeto haciendo énfasis en sus fracturas en lugar de ocultarlas o disimularlas. ViralizARTE busca sanar y poner en valor nuestra rica diversidad a través del Arte.