El militante solitario es el título de la pintura que realicé cuando vivía en Suecia. Un pequeño homenaje a mi querido viejo. Mi viejo fue un disciplinado militante del PC. El golpe militar lo pilló trabajando como dibujante técnico y calculista en el departamento de ingeniería del ejército. Después de pasar por Bellas Artes, se transformó en un autodidacta en la fabricación de zapatos. Tuvo fábrica y tiendas de zapatos en Quillota. Con el paso del tiempo y en la búsqueda de una mayor estabilidad, con la ayuda de su gran amigo Gustavo Poblete, arquitecto y artista visual, aprendió el oficio que también lo llevaría a trabajar en la Sociedad Constructora de Establecimientos Educacionales.
Durante los años setenta, cada mañana que entraba al cuartel del comando de ingeniería del ejército, en calle Santo Domingo, con Matucana, y los soldados de guardia se cuadraban a su paso. Mi viejo muy sonriente y agradeciendo el saludo cruzaba la valla llevando siempre bajo el brazo el periódico de izquierda Puro Chile. Lo curioso fue que al trabajar como civil en esa repartición del ejército le otorgaron el grado de mayor. Mi viejo, como ninguno de sus cuatro hijos hicimos el servicio militar.
Un recuerdo de su paso por este lugar es la escultura que está en Los Andes, que conmemora la Batalla de Chacabuco. Cuando se pensó en la realización de esa obra en el comando de ingeniería le solicitaron a mi viejo que sugiriera quién podría realizarla. Fue así que mi padre propuso a su ex compañero de Bellas Artes, Héctor Román Latorre, hijo del gran escultor Samuel Román. Mi padre realizó los cálculos de aquel monumento. Monumento que ha resistido innumerables temblores y varios terremotos, continuando erguida con la pesada espada en lo más alto.
Con el paso de unos pocos años cambió drásticamente la escena. Para nuestra fortuna, en los años previos al golpe, mi padre fue una especie de tutor del hijo del general Baeza, quien recién se había recibido e integrado al departamento de ingeniería como arquitecto. A los pocos días del golpe de estado de 1973 mi padre fue citado por el general Baeza, jefe de la DINA, Dirección de Inteligencia Nacional de la dictadura de Pinochet. Mi padre al entrar al cuartel general en calle Balmaceda tenía la certeza que de allí saldría esposado. Su temor crecía cuando ya en la oficina del general ve que saca una carpeta con el expediente de la familia Gonçalves. Tenía la certeza de que esa carpeta estaba teñida de color rojo, o amaranta.
Baeza rompió el silencio y partió agradeciendo a mi padre la gran amistad y ayuda prestada a su hijo recién egresado. Acto seguido, el general lo dio de baja, pero le comunicó que lo ascendía de grado para que pudiera tener un mejor pasar. Al paso de un par de años mi viejo sufre el mayor golpe. Dos de sus hijos partieron rumbo a Venezuela y yo a Suecia y Mozambique. Fue así como surgió la pintura del militante solitario.
Hoy, después de tantos años vivimos el desprestigio de la política y la justicia. Lamentablemente, esta situación nos induce a no creer en ellas. Pero entendemos la importancia y lo necesarias que son para la construcción de una sociedad democrática y más justa. Todos debemos asumir un grado de responsabilidad en la búsqueda de un camino que nos permita enfrentar la realidad de manera colectiva, donde el respeto de nuestras diferencias sea el valor agregado en esta difícil tarea. No podemos negar que la realidad que se vivió en los años setenta, durante la guerra fría, marcó a fuego las diferencias políticas de nuestra sociedad. En Mozambique escuché decir que cuando dos elefantes pelean, el que más sufre es el piso. Eso fuimos nosotros.
Debemos hacer el esfuerzo de lograr aceptar las diferencias como el mayor valor que tenemos. Son el respeto de esas diferencias las que permiten que surja la solución con sentido común.
Debemos finalmente comprender de una vez que, si defendemos los derechos humanos de los chilenos, también debemos defender los derechos humanos de los cubanos, de los venezolanos, coreanos, nicaragüenses, rusos, entre otros. Si no somos capaces de reconocer que en los países que son gobernados por un solo partido político, en conjunto con las fuerzas armadas, esas no son democracias. No se entendería entonces, porque luchamos contra la dictadura de Pinochet.
Cansado de las “funas”, de los insultos en las redes sociales, de que a uno lo tilden de amarillo porque tiene matices o ha cambiado de idea, he decidido crear mi propio partido cultural virtual y lo he llamado SECO, por “sentido común”.
Para esto he debido resetearme, dejar de lado los dogmas políticos, religiosos e incluso culturales, en algunos casos, y a partir de ahí pensar cómo avanzar en armonía, respetando nuestras diferencias como el mayor valor que tenemos. Solo si muchos copiaran esta idea se podría garantizar resolver, al menos, las necesidades esenciales de la mayoría de la población.
Mi idea tiene como objetivo, pensar, cómo puedo ayudar con el arte para que este cumpla un rol real en la sociedad. El concepto de SECO podrá ir creciendo en la medida que cada persona lo adopte y le incorpore sus ideas, sus pensamientos, de esta forma van aumentando la base de datos y haciendo más validos nuestros algoritmos positivos.
Seguramente ya varios estarán pensando que me volví amarillo. Debo confesar que sigo siendo de izquierda. ¿Pero cuál izquierda? Y desde la izquierda, prefiero ser un crítico de ella, porque creo que así es posible producir cambios. Influenciar en la derecha no tengo ninguna posibilidad. Conozco y padecimos lo extremo de sus límites. No deseo ver a la izquierda en lo mismo, defendiendo lo indefendible. Hay que marcar diferencia claramente, y eso es posible, simplemente, siendo consecuente con la predica.
SECO es la búsqueda de la democracia interior de cada uno, en plena libertad y diversidad. Que el sentido común sea “el conocimiento que se adquiere por medio de la experiencia y a través de los sentidos, de una manera espontánea, dispersa, acrítica y convencional” también describe razonablemente la manera cómo obtenemos este preciado don.
Para comenzar, hay que ser humanista, luego, ser consiente y defender la carta de los derechos humanos de las Naciones Unidas, y como bonus track, debemos asumir los tres derechos humanos creados por Humberto Maturana, que son:
El derecho a cambiar de opinión.
El derecho a irse sin que nadie se ofenda.
El derecho a equivocarse.
SECO es una idea, un pensamiento que funciona en base a los criterios de la IA. La esencia de la IA es que se nutre de millones de opiniones o experiencias sobre un tema u hecho, de los cuales saca una conclusión o diagnóstico, que finalmente es el término medio de esos millones de casos analizados. SECO, justamente, se basa en esa metodología. Es la suma de la millonaria diversidad de pensamientos, los que finalmente confluyen en un punto de equilibrio, donde, es el sentido común, quien nos ofrece ideas, soluciones, propuestas para convivir en armonía entre los ocho mil millones de pensamientos diferentes.
Quienes se incorporen al movimiento deben resetearse. No pueden seguir adoctrinados en parámetros, en información, en realidades que hoy ya no existen o que demostraron no ser solución. El planeta, en su casi totalidad, está gobernado por un mismo sistema económico y sus variantes. Nuestra tarea es lograr que el capitalismo, como sistema, sea más humano, más respetuoso con todos los seres humanos, buscando mayor igualdad, creando mayor oportunidad, respetando la igualdad antes las leyes, defendiendo principios éticos. El tiempo se encargó que la utopía se esfumase. Seguir pegados en esos símbolos, no nos permite avanzar en la búsqueda de una fórmula más diversa, donde los algoritmos hagan su tarea y nos permitan la creación de una sociedad donde nuestra mayor virtud, sea la diversidad de pensamientos, de emprendimiento, y sea esta la que nos conduzca a una convivencia y crecimiento más homogéneo.
Los artistas están para romper fronteras, moldes, muros, dogmas, que restringen nuestra mayor virtud, que es, nuestra diversidad de pensamiento, de creación, de evolucionar permanentemente para acompañar siempre en tiempo presente, nuestro tiempo. Nuestra IA son nuestros pensamientos, sin miedo, sin temor, a las “funas”, a las rede sociales, al que dirán.
SECO es un pensamiento virtual que se puede alimentar de las redes, que se viraliza automáticamente gracias a la incorporación de nuevas ideas que van alimentándose de manera individual. Cada uno debe aportar desde su actividad un grano de sabiduría, de sentido común, que permita incrementar los algoritmos mentales que nos ayudan a convivir en armonía con el presente.
Hoy, tener opinión propia, ser irreverente o reflexionar es pensar. Tenemos que acompañar en tiempo presente los tiempos.
Entender que ser o estar no son lo mismo, como tampoco lo son ver y mirar. Debemos distanciarnos de la sociedad de los winer. Debemos partir por tener la voluntad de cambiar. Siempre hemos vivido apoltronados en nuestra zona de confort. Son muy pocos los que conviven con alguien de otro color político, religión o estrato social.
Debemos ser consecuentes con nuestro discurso, solo así lograremos cambios en la sociedad. Más importante que ser el primero es ser uno.
Debemos fomentar la buena conversación que es la fábrica de las ideas.
¡Penseremos!
A luta continua.