Desde su campaña electoral el presidente Milei prometió un alineamiento incondicional y automático con EUA e Israel. Llegado al gobierno lo efectivizó, de manera personal e inconsulta, sin participación de los demás poderes del Estado, de los países aliados de la región, sus socios del Mercosur, ni de la CELAC. Ese principio de la política exterior argentina, simbolizado en que el primer país a visitar fuera Brasil, no se cumplió. Su primer viaje en calidad de presidente fue al Foro de Davos, donde dejó estupefactos a los hombres más ricos del mundo, cuando les advirtió de la conjura socialdemócrata para entregar el mundo al comunismo.
Su estilo de relacionamiento no consiste en vincularse con jefes de Estado o de Gobierno. No ha sido invitado a ninguna visita de estado, ni ha recibido la visita de otros presidentes, con excepción de los pocos que asistieron a su toma de posesión. Ni qué hablar de su paso por el Vaticano, donde después de tratarlo como “el representante del Maligno en la tierra”, se abalanzó sobre el Papa Francisco, que trató de eludir sus besos, como Trump su fogoso abrazo.
Personalización y privatización de la política exterior
Los 22 viajes que registra, desde entonces, tienen que ver con visitas de orden personal, que van desde la tumba de un rabino sepultado en Washington, un encuentro con Donald Trump en la Conferencia de Partidos Conservadores (donde lo saludó como el próximo presidente de EUA), con el consiguiente desagrado del presidente Biden, su administración y su partido, por la intromisión en la campaña electoral de ese país. Así continuó con visitas reiteradas al jefe del partido reaccionario español Vox, Santiago Abascal y la nueva internacional de la ultraderecha, mientras expresaba diatribas contra el ministro de trabajo de ese país y acusaciones de corrupción al presidente Pedro Sánchez y su esposa. El raid ha continuado con agravios a los presidentes de Brasil, México, Venezuela, Colombia, Chile y Uruguay, desaires a la cumbre del Mercosur y sus participantes, la no asistencia a tomas de posesión de presidentes de la región, con la marcada excepción de Nayib Bukele, a quien también recibió en Buenos Aires.
Pero lo más notable de su singular diplomacia son sus visitas personales a Elon Musk, en reiteradas oportunidades, a Bill Gates, Mark Zuckerberg, Sundar Pichai, Timothy Cook y otros gurúes tecno-capitalistas salidos de Sillicon Valley. Esto de saltearse al presidente, al secretario de comercio y otras instancias gubernamentales, para ir a tratar inversiones con los hipotéticos interesados, inaugura la etapa de la privatización de la política y el comercio exterior.
El papelón en la asamblea de la ONU
Todo lo anterior tuvo digno corolario en su primera presentación ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas. Mientras la Provincia de Córdoba ardía en llamas, Milei acusó a la ONU de ser un organismo cooptado por una ideología de burócratas internacionales, que desmentía los objetivos de la Carta de San Francisco y criticó duramente a la Secretaría General, la Asamblea y el Consejo de Seguridad, de estar complotados en aprobar la Agenda del Futuro, una conspiración del ambientalismo progre, la igualdad de los sexos en materia de derechos laborales y sociales y la no discriminación como expresión de la cultura woke. Con el mismo personalismo inconsulto con que declinó el ingreso de argentina a los BRICS, en su primera actuación ante un organismo multilateral de la importancia de la ONU, se permitió renunciar al principio de neutralidad, hacer concesiones unilaterales al Reino Unido sobre Malvinas y anunciar el ingreso de Argentina como socio de la OTAN global.
Ningún presidente de la República renunció a tantos principios de nuestra política exterior en un solo acto como Javier Milei. Este artículo sería insuficiente para abordar todos los temas en que Javier Milei, con su personalismo autocrático, ha procurado demoler los grandes principios de nuestra política exterior: la autodeterminación de los pueblos, la no injerencia en los asuntos internos de otros estados, el principio de neutralidad como garantía de la paz y la seguridad internacional, la defensa indeclinable de nuestra soberanía, la no pertenencia a un órgano extracontinental de seguridad colectiva.
Nos limitaremos en esta nota a abordar las concesiones que el Acuerdo Mondino- Lammy, hizo a favor del Reino Unido en materia de soberanía de las Islas Malvinas y Sándwich del Sur y dejaremos para la próxima entrega: la renuncia al Principio de Neutralidad y el Ingreso de Argentina como Socio Global de la OTAN.
Concesiones unilaterales al Reino Unido en relación con Malvinas
Todo ello sucedía mientras su canciller firmaba el Acuerdo Mondino-Lammy, con su contraparte británico, por el que cedía los tres puntos que el Reino Unido, desde 1982, reclama respecto de las Islas Malvinas y Sándwich del Sur:
La exclusión de los vuelos directos por compañías argentinas entre el territorio continental y las islas. Al vuelo semanal desde Chile se suma ahora un vuelo desde San Pablo, Brasil, con escala en Córdoba. La Argentina perdió uno de los pocos elementos de presión que tenía: sin autorización argentina, no había vuelos a ningún país sudamericano. Nuevamente el Reino Unido, obtuvo algo, sin nada a cambio.
La identificación de los caídos y las visitas de familiares son una pura cuestión humanitaria, que ni siquiera puede considerarse un punto de controversia. Solo caben discusiones formales sobre su implementación.
Es muy preocupante que también se vuelva a hablar de la cooperación en materia de pesquerías en el Atlántico Sur, cuando en la práctica la información que brinda la Argentina a los responsables isleños de la pesca solo puede ayudar –como ocurrió en el pasado- a la explotación de la pesca controlada por los británicos en una vastísima región del Atlántico Sur, siendo el principal recurso económico de las islas.
En suma, el Reino Unido continúa su avance en el terreno fáctico al mismo tiempo que incumple la obligación que le impone el Derecho Internacional de descolonizar el territorio y negociar la controversia de soberanía con la Argentina. La agresividad de Milei llega hasta descalificar a la ONU que permitió romper 132 años de negativa a negociar la cuestión de la soberanía y estableció la doctrina particular para la descolonización del territorio en su Resolución 2065 (XX) de 1965. Si Malvinas es una “política de Estado”, los órganos y mecanismos existentes deben ser utilizados antes de tomar decisiones personales, discrecionales que afecten el presente y futuro de la cuestión.
El plagio en el discurso ante la ONU
Aún, si todo lo que hemos enunciado anteriormente, no nos llenara de indignación y horror, nos queda la vergüenza de que un presidente argentino haya sido capaz de plagiar párrafos enteros de una serie televisiva: The West Wing.
Conocíamos la vocación plagiaria de Javier Milei, ha plagiado artículos, libros, títulos universitarios y hasta ha clonado perros. Pero suponíamos que todo tiene un límite. En este caso, la investidura de un presidente que dice representar a su pueblo ante el foro multilateral internacional, más prestigioso del planeta, integrado por 193 naciones y de quien dependen la paz y la seguridad internacional.
Todos los lectores lo habrán visto y circula un video que muestra la prueba irrevocable de que plagió los dichos del protagonista que encarna al presidente de los EUA, en la referida serie.
El mundo ha reaccionado entre el estupor y la risa. Pero nosotros los argentinos debemos hacer una profunda introspección para encontrar las razones de esa degradación tan honda, de ese olvido de los valores fundantes de nuestra convivencia y, sobre todo, ponerle fin a una cultura de la transgresión que cultivaron el neoliberalismo económico, la postmodernidad filosófica, su relativismo valorativo y la declinación de la conciencia nacional.