El 7 de octubre de 2023, cuando lanzó una ofensiva sorpresa contra Israel que dejó más de 1.200 muertos y cientos de secuestrados, Hamás desencadenó una respuesta militar israelí sin precedentes que generó una profunda fractura en Europa sobre cómo abordar el conflicto. Mientras Israel comenzaba a llevar cabo una masiva operación militar en Gaza, con bombardeos intensivos que destruían infraestructuras y causaban miles de muertes, los gobiernos europeos enfrentaban una creciente presión interna y externa para tomar una postura clara al respecto.

La operación Espada de Hierro, lanzada por Israel en represalia a los ataques de Hamás, dio inicio a una intensa campaña de bombardeos en Gaza, que llevó a la destrucción masiva de infraestructuras civiles y a la muerte de miles de palestinos, incluidos niños y mujeres.

Desde octubre de 2023, cuando comenzó la peor ofensiva militar israelí sobre Gaza en décadas, la comunidad internacional, incluida Europa, se muestra dividida respecto a la forma de gestionar la crisis humanitaria derivada de estos ataques. Para finales de 2023, la situación se había deteriorado deterioró ya rápidamente: Gaza se quedó sin electricidad, agua potable y alimentos básicos, lo que generó una crisis humanitaria sin precedentes que fue denunciada por organizaciones como la ONU y la Cruz Roja.

A lo largo de los meses que siguieron, Europa se dividió en tres bandos: aquellos que apoyaban incondicionalmente a Israel, los que pedían un alto el fuego y los que adoptaban una posición intermedia. El impacto de estos desacuerdos ha puesto a prueba la unidad de la Unión Europea (UE), resaltando las tensiones entre el derecho internacional, la seguridad regional y la coherencia de su política exterior.

Europa: un continente fragmentado

La votación del 26 de octubre de 2023 en la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) fue un momento crucial que expuso las divisiones dentro de Europa. La resolución, que pedía un alto el fuego inmediato y rechazaba el desplazamiento forzoso de civiles palestinos, fue aprobada con 120 votos a favor, 14 en contra y 45 abstenciones. En este contexto, Europa se vio dividida en tres grupos principales.

En un extremo, países como Austria, Hungría y la República Checa ondeaban la bandera de Israel y defendían su derecho a la autodefensa sin restricciones. Estos gobiernos, alineados con los Estados Unidos e Israel, argumentaban que la prioridad era erradicar a Hamás, incluso cuando esto conllevara una devastación masiva en Gaza.

En el caso de Austria, su gobierno adoptó una de las posturas más pro israelíes que se hayan visto en la Unión Europea en los últimos años. La bandera israelí llegó a flamear sobre la oficina de la canciller y el Ministerio de Asuntos Exteriores después del ataque de Hamás.

"La magnitud del terror es tan terrible... que no podemos volver a la normalidad. Por ello, congelaremos por el momento todos los pagos de la cooperación austriaca para el desarrollo", declaró Schallenberg a la radio ORF, según confirmó una portavoz, y a renglón seguido añadió la cantidad estimada de fondos y proyectos afectados.

Schallenberg no parecía distinguir entre Gaza, un enclave palestino gobernado por Hamás, y Cisjordania, territorio mucho más grande, dirigido por la Autoridad Palestina con el respaldo de Occidente y bajo el liderazgo del presidente Mahmoud Abbas, cuyo movimiento Fatah es rival de Hamás.

En el otro extremo, países como España, Bélgica e Irlanda adoptaban una postura más moderada, condenando enérgicamente el ataque de Hamás pero exigiendo un alto al fuego inmediato. España incluso llegó a sugerir la posibilidad de un reconocimiento unilateral del Estado palestino, en línea con la posición de Suecia en 2014, argumentando que la única salida al conflicto era una solución de dos Estados.

Entre estos dos polos había un grupo intermedio, que incluía a Italia, Alemania y Francia, que, si bien apoyaba el derecho de Israel a defenderse, comenzaba a esbozar críticas ante la falta de proporcionalidad de la ofensiva militar israelí. Aunque evitaban condenar explícitamente a Israel, estos países le reclamaban moderación y una salida diplomática.

En el caso de Alemania, se trataba, como es ya su costumbre, de conciliar una supuesta responsabilidad histórica hacia Israel con una relación cordial con el mundo árabe. Berlín desarrolló una importante influencia en el poder blando, y durante mucho tiempo fue considerada un intermediario honesto en las relaciones comerciales y económicas entre ambos bandos. Sin embargo, desde el 7 de octubre, este equilibrio ha fracasado. Alemania, conmocionada por la peor masacre de judíos en un solo día desde el Holocausto, inicialmente respaldó el ataque de Israel en Gaza sin reservas, aunque algunos funcionarios han comenzado a adoptar una posición más crítica en las últimas semanas.

El embajador italiano Mauricio Massari destacó la ausencia de tres elementos que le impidieron votar por la resolución en Naciones Unidas y lo llevaron a optar por la abstención: la condena inequívoca de los atroces ataques de Hamás; el reconocimiento del legítimo derecho de legítima defensa de cualquier Estado que haya sido atacado, en este caso Israel; y el imperativo humanitario de liberar inmediata e incondicionalmente a todos los rehenes.

¿Fracaso de la política exterior común?

El conflicto exacerbó las tensiones dentro de la UE, evidenciando sus dificultades para articular una política exterior común en tiempos de crisis. Mientras que, en conflictos anteriores, como la invasión rusa de Ucrania, Europa había mostrado una notable unidad, la situación en Gaza reveló las profundas divisiones que existen en su seno.

La visita de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, a Israel en octubre de 2023, donde expresó su apoyo al gobierno israelí, fue vista por muchos como un gesto que comprometió la neutralidad de la UE. La actitud de Von der Leyen contrastó con la de otros funcionarios de la Unión. Ejemplo de ello fue la actitud del belga Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, quien adoptó una postura más moderada, pidiendo un enfoque más equilibrado que tuviera en cuenta a las víctimas civiles palestinas. Sin embargo, la falta de consenso sobre el alto el fuego debilitó la capacidad de Europa para actuar como mediador creíble en el conflicto.

La necesidad de consenso para acciones conjuntas a menudo genera parálisis o respuestas fragmentadas, como se ha visto en las votaciones sobre los altos al fuego en Gaza. Además, la creciente influencia del populismo y el auge de movimientos euroescépticos dificultan aún más la cohesión, ya que la política exterior se ve influenciada por agendas nacionales que, en muchos casos, se oponen a una mayor integración europea. Esto pone de relieve una de las contradicciones inherentes del bloque: mientras busca proyectarse como una potencia global unida, sigue siendo vulnerable a las fracturas internas a la hora de hacer frente a crisis internacionales de gran escala.

Un año de violencia y polarización en Europa

La prolongación del conflicto no solo afectó la política exterior de Europa, sino también la situación interna de sus países. Tras el ataque de Hamás y la posterior ofensiva israelí, Europa experimentó un aumento drástico de los crímenes de odio, tanto antisemitas como islamófobos. En Francia, los actos antisemitas triplicaron las cifras de 2022 en tan solo un mes. En el Reino Unido y Alemania, se registró un aumento similar de incidentes de odio contra judíos, incluidos ataques a sinagogas y agresiones físicas.

Al mismo tiempo, las comunidades musulmanas de Europa también fueron objeto de violencia y discriminación. En el Reino Unido, organizaciones como Tell MAMA reportaron un incremento de siete veces en los crímenes de odio islamófobos. En países como Francia y Alemania, se registraron ataques a mezquitas y agresiones verbales y físicas contra personas de origen árabe. Esta polarización interna generó tensiones sociales en un continente ya afectado por la crisis económica y las consecuencias de la guerra en Ucrania.

Un conflicto sin solución clara: ¿a dónde va Europa?

Aunque la mayoría de los países de la UE comenzaron a apoyar una resolución que pedía un alto el fuego humanitario, una minoría intransigente, liderada por Austria y la República Checa, se mantuvo firme en su apoyo a Israel. Esta falta de consenso impidió que el Consejo de la UE emitiera una declaración conjunta en su cumbre de diciembre de 2023, lo que reflejó un fracaso en la política exterior común europea.

En enero de 2024, a pesar de estar profundamente dividido, el Parlamento Europeo aprobó una resolución que pedía un alto el fuego bajo la condición de que Hamás fuera desmantelado. En la práctica, esta postura legitimaba la ofensiva militar israelí, lo que generó más tensiones entre los Estados miembros.

La credibilidad de Europa en entredicho

La crisis actual en Gaza y las divisiones entre los estados miembros de la UE sobre cómo responder a los ataques de Hamás han revelado la fragilidad de la política exterior europea. Este episodio es solo otro clavo en el ataúd de una política exterior que, aunque alguna vez fue ambiciosa, ha perdido coherencia y unidad. La respuesta a los conflictos en Medio Oriente, así como la incapacidad de prevenir o gestionar de manera efectiva la guerra en Ucrania, han subrayado la falta de un enfoque común.

El declive de la política exterior de la Unión Europea puede rastrearse en varios eventos recientes y no tan recientes. Desde el inicio de la crisis de Ucrania en 2014, la UE no logró disuadir la agresión rusa ni acabar con su dependencia energética de Moscú, debilitando su postura frente a desafíos futuros. A nivel interno, el auge del populismo y el euroescepticismo ha exacerbado las diferencias entre los países miembros, priorizando agendas nacionales sobre una política exterior cohesionada.

Para que la UE recupere su relevancia global, necesita reconfigurar su enfoque. La clave podría estar en aprovechar su fortaleza como sistema democrático de gobernanza económica. Aunque las ambiciones del pasado parecen haber quedado enterradas, el proyecto europeo aún tiene el potencial de enfrentar los desafíos futuros si logra una mayor cohesión interna. La UE debe reinventar su papel en un contexto global en constante cambio, con un enfoque renovado en la integración económica y el fortalecimiento de sus valores democráticos.