El presidente Millei de la República Argentina, a través de varias entrevistas emitidas en cadenas internacionales y nacionales se define como anarcocapitalista, y profesa religiosamente la destrucción del Estado en todas sus esferas: “soy el topo que destruye el Estado desde adentro”, comentó con mucho entusiasmo. En cada oportunidad no deja de proclamar su proyecto político.
Sin sumar categorías y conceptualizaciones, procederé, a imaginar la sociedad argentina libre del Estado llamado “opresor”, ese tercero imparcial que realiza la apropiación de una parte del excedente de la riqueza para fines de administración del territorio y provisión de servicios públicos, ya sea salud, educación y justicia.
En una sociedad concebida por los anarcocapitalistas, ese tercero imparcial, se dedica a funciones mínimas o inexistentes, pues a falta de tutor se crea la necesidad de que el sector privado provee a sí mismo, de los servicios que antes eran facilitados por el Estado. Todo recae en la esfera privada, entonces nos convertimos todos los miembros de la sociedad, en productores de bienes y servicios y de lado quedan, los que ellos denominan despectivamente, parásitos.
En la sociedad ideal la educación se paga con el excedente de tus propios ingresos. La salud es provista a través de la esfera privada; y las rutas son generadas y mantenidas por el sector privado, que en términos económicos dependerá de cuál es la ruta más transitada, dirigiéndosele entonces las inversiones en ese sentido. Todo es dejado a las fuerzas del libre mercado ajustándose los precios al juego de la oferta y la demanda. Estaríamos hablando de una sociedad ideal que se administra así misma sin la necesidad de la tutela brindada por ese tercero imparcial. El Estado no plantea objetivos ni caminos, la oportunidad económica determina el direccionamiento de la inversión privada. El estado de bienestar se desdibuja hasta alcanzar la proclamación de la sociedad autogestionada. Una sociedad autogestionada, sería considerada como perfecta, como el ideal de mercado perfecto, con competencia perfecta.
Pero, ¿qué niveles de preparación y comprensión ideológica? tiene que tener la ciudadanía en general para embarcarse en semejante proyecto de desregulación y desestatización de la sociedad.
Sin haber leído los alcances de la Ley de Puntos y Bases, alcanzar este estadio de desregulación conlleva a la necesidad de explicaciones más profundas, que no alcanza con la mera exposición mediática, y manifestación discursiva de la finalización de privilegios de los sectores que han consolidado su bienestar amparados en el Estado, lo que ellos denominan como “casta política”, o los industriales protegidos. Sino que requiere de una explicación más detallada de cuál será el rol de los nuevos ciudadanos como productores de bienes y servicios, los ciudadanos del mercado.
En contraposición a lo que se profesa, es de destacarse que bajo esta administración no se han producido aún éxitos en referencia a la creación de nuevos puestos de trabajo e inversiones, excusándose en la estabilización económica y el superávit fiscal como pasos previos claves.
Por lo anteriormente dicho, entonces concluyo qué si bien se abogan transformaciones, la complejidad del plan hace que la mayoría de la población no alcance a comprender sus alcances o sus intensiones en detalle, pues el proceso de desestatización implica un trabajo propagandístico y cultural previo, que no se ha desarrollado, lo que ellos mismos denominan, ganar la "batalla cultural".
Después de décadas de formación e historia ciudadana vinculada al Estado, contrarrestar esa formación tomaría años de introducción y consolidación de nuevas conceptualizaciones en los planes de estudios de todos los niveles educativos que tomaría mucho más que los 4 años de gestión presidencial. La pregunta sería, si la revolución libertaria proseguirá mas allá del tiempo administrativo.